Voces de nuestra arquitectura emergente: Laura Ciarniello

La arquitecta Laura Ciarniello se suma al ciclo de entrevistas de La Gaceta Arquitectura que permite conocer más sobre la producción y la reflexión de jóvenes profesionales de nuestra provincia. "El cruce disciplinar es un ejercicio algunas veces difícil, que nunca está libre de tensiones y malentendidos, pero creo que siempre nutre la práctica y es cada vez más necesario para intervenir en un mundo complejo como el que habitamos", dice.

por La Gaceta Arquitectura

La arquitecta Laura Ciarniello tiene 32 años. Nacida en Arroyo Seco, cuenta que creció en un «ir y venir a Rosario», donde cursó la secundaria y luego estudió arquitectura en la UNR. Actualmente se encuentra realizando un doctorado financiado por el CONICET y participa de distintos proyectos personales y en equipo.

Ciarniello integra el plantel de profesionales sub-36 que participan de la Muestra Argentina de Arquitectura y Paisajismo Emergente (MAAPE), la iniciativa del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe (CAUPSF) destinada a poner en escena la producción arquitectónica, urbanística y paisajística de la nueva generación de profesionales y sus reflexiones sobre la relación de sus trabajos con el territorio.

En el marco del ciclo Voces de nuestra arquitectura emergente, Laura Ciarniello comparte su visión de la profesión, detalles de su recorrido personal y su forma de entender el diálogo de la arquitectura con otras disciplinas.

—¿Cómo viviste el paso de lo académico a lo profesional? ¿Qué diferencias encontraste entre esos dos ámbitos?

—En mi caso, no hubo un salto de un ámbito a otro. De hecho, mi experiencia profesional se fue constituyendo con ese doble anclaje y así permanece. Mientras cursaba la carrera hice algunas pasantías que me permitieron trabajar como “arquitecta” en tareas muy distintas, desde administrativas y proyectuales hasta la supervisión de obras, y empecé también a transitar la función docente como adscripta.

Poco tiempo después de recibirme inicié el cursado de la Maestría en Arquitectura del Paisaje y preparé el proyecto de tesis para postularme al CONICET, al mismo tiempo que tomaba mis primeros encargos proyectuales en la ciudad donde nací.

Siempre estuve en una condición que puede parecer un poco ambigua, y a veces todavía tengo que recordarme que hace un tiempo ya soy profesional, aunque siga estudiando y profundizando en mi formación. Pero, de algún modo, eso expresa un posicionamiento que hace a mi identidad y me gustaría sostener.

Me parece que es bueno pensar lo académico y lo profesional como dimensiones interrelacionadas, que se complementan y retroalimentan, y permiten un hacer distinto como arquitecto o arquitecta.

Me divierte preguntarme sobre las diferencias entre el ámbito académico y el profesional porque como tutora académica de las Prácticas Profesionales Supervisadas se lo pregunto a las y los estudiantes cuando terminan su experiencia, y recién ahora me doy cuenta que no es tan fácil de responder porque implica una falsa contradicción.

Creo que las diferencias tienen más que ver con elecciones, responsabilidades y el impacto de las decisiones que las personas que elegimos la arquitectura como profesión vamos tomando mientras transitamos por distintos espacios laborales y formativos.

—¿Recibís encargos o gestionás tus propios trabajos?

—Puedo decir que recibo algunos encargos, aunque no son tantos y tampoco los llevo adelante de manera individual porque no puedo. Ser becaria del CONICET implica una dedicación completa al desarrollo de la tesis doctoral y la imposibilidad de ejercer la práctica profesional tradicional como un trabajo remunerado.

Sin embargo, me parece importante sostener algunos espacios de práctica para no perderme en la teoría pura. Por eso, cuando recibo un encargo lo comparto con algún o alguna colega y busco la forma de participar en él y de incorporar los conceptos y las técnicas que voy adquiriendo en un proyecto concreto en el que tomen vida.

Por ejemplo, me interesa mucho lo vinculado al restauro que es un área en la que comencé a indagar como estudiante en un intercambio en Venecia, Italia, y lo relacionado al paisaje como perspectiva en la que me involucré luego de recibirme.

Este modo que encontré de trabajar en el que hago contribuciones desde donde mi formación es más sólida me obliga a mantenerme en diálogo con otras personas que aportan otros conocimientos y saberes, algo que siempre es enriquecedor.

—¿Cómo interpretás el rol de los y las profesionales de la arquitectura en la actualidad y a futuro?

—Creo que el rol de los y las profesionales -en general, no solo de arquitectura- ya no puede pensarse de forma independiente. Me parece que los arquitectos y las arquitectas tenemos el desafío de poder conversar con otras disciplinas y trabajar de manera conjunta para contribuir a una transformación más integral de los territorios frente a tanta complejidad y fragmentación.

Entiendo que desde la arquitectura hay mucho para aportar porque tenemos la posibilidad de leer y traducir la experiencia del habitar, y ofrecer una mirada sensible frente a ello. Creo que nuestra capacidad técnica de espacializar discusiones tiene un valor muy especial en distintas escalas dado que ninguna experiencia humana o social puede ser sin el espacio físico que lo habilite, ni individual ni colectiva.

Especialmente, en esta época me parece que el desafío es poner nuestros conocimientos en diálogo, entre colegas y con otros profesionales y personas involucradas, y pensar desde ahí no solo los espacios más cotidianos sino también las ciudades.

—¿Cómo concebís, y cómo ponés en práctica, el cruce de la arquitectura con otras disciplinas?

—Permanentemente me encuentro con esos cruces porque mi tema de estudio es la agricultura urbana y su vínculo con la transformación de las ciudades, lo que puede abordarse desde distintos lugares.

Por eso tengo intercambios con ingenieros agrónomos, trabajadoras sociales, sociólogas y antropólogos, por nombrar los más frecuentes, y aunque a veces me cuesta encontrar un lenguaje común me doy cuenta que al final todos estamos buscamos lo mismo y el camino es más sencillo si aportamos lo que sabemos y lo hacemos de manera conjunta.

El cruce disciplinar es un ejercicio algunas veces difícil, que nunca está libre de tensiones y malentendidos, pero creo que siempre nutre la práctica y es cada vez más necesario para intervenir en un mundo complejo como el que habitamos.

Puede costar porque implica corrernos de las certezas disciplinares y bajar la omnipotencia, al mismo tiempo que reconocer y alimentar el saber propio de la arquitectura. 

Me parece que está bueno ver que en realidad lo que sabemos es solo una parte de todo lo que existe y que puede aportar a una discusión mayor, y necesitamos de eso para un hacer más rico.

—¿Qué obstáculos encontrás en el desempeño profesional y cómo considerás se pueden sortear?

—Creo que hay obstáculos que desde la arquitectura compartimos con jóvenes profesionales de otras disciplinas, insertarse en el mundo profesional no es una tarea sencilla. Muchas veces el deseo no coincide con la oportunidad laboral que se presenta para poder vivir de la profesión.

Frente a eso, considero que se puede intentar buscar puntos de contacto entre el espacio de trabajo y el interés personal para ir orientando de a poco la práctica hacia otros lugares.

Por otro lado, me parece que hay cuestiones que tienen que ver con la formación académica. Si bien de a poco se van actualizando los planes de estudios y se abren diversos espacios de práctica, algunos contenidos fueron perdiendo validez, lo que hace que haya que salir a buscar herramientas que respondan a lógicas de trabajo más actuales después de recibirse.

—¿Qué consejos podrías dar a los y las estudiantes de arquitectura?

—Más que un consejo creo que, a partir de lo transitado, puedo dar una opinión. Me parece que está bueno indagar en lo que te motiva o te genera inquietudes. No hace mucho que me di cuenta que hay muchas formas de ser arquitecta y eso no implica traicionar a la profesión.

Creo que si, frente a las oportunidades que se te presentan, optás por los lugares que más te convocan, el ejercicio profesional tiene otro compromiso, y eso se traduce en los resultados. No importa si tu trabajo es hacer proyectos en un reconocido estudio o viviendas populares, intervenir en el espacio público desde lo artístico, o participar del desarrollo de un plan urbano.

No todos tenemos los mismos intereses y aptitudes, y eso hace a la amplitud del campo y a la diversidad de perfiles desde los que se puede aportar.

Obras publicadas (en orden de aparición):

-Portada: «Intervención en mosaico veneciano sobre mobiliario urbano» (Rosario, Santa Fe, 2018)

-«Reforma interna en el Barrio Inglés», realizada en conjunto con Florencia Valletto (Rosario, Santa Fe, 2022)

-«Proyecto de restauración ecológica» (Desarrollado en el marco de la tesis de Maestría en Arquitectura del Paisaje. 2022).

-«Proyecto de restauración ecológica: esquema de la variación de coloración por mes y estrato» (Desarrollado en el marco de la tesis de Maestría en Arquitectura del Paisaje. 2022).

-«Proyecto pileta» (Arroyo Seco, Santa Fe. 2020)

Más información sobre el perfil de Laura Ciarniello aquí.

*El ciclo “Voces de nuestra arquitectura emergente”, de La Gaceta Arquitectura, tiene como objetivo principal difundir el trabajo y el pensamiento de jóvenes referentes de la arquitectura y el urbanismo de nuestra
provincia.

El título expresa la intención de este ciclo, que busca que sean los y las protagonistas de esta nueva generación quienes relaten sus experiencias y expresen sus inquietudes y sus visiones en torno al ejercicio profesional.

El plantel de jóvenes profesionales sub-36 que participan de la Muestra Argentina de Arquitectura y Paisajismo Emergente (MAAPE), que el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe (CAUPSF) es representativo de este segmento. Por lo tanto, aparece como más que oportuno comenzar a recoger de allí las primeras «Voces de nuestra arquitectura emergente».