Proyecto Medianeras: lienzos urbanos para una diversidad itinerante

Pinturas sorprendentes y de gran tamaño irrumpen en las inmensas medianeras de las principales ciudades del mundo y modifican la percepción de sus habitantes. Trazos y colores a gran escala que celebran la diversidad, la belleza y el espacio común. Eso es, en parte, el proyecto Medianeras. Desde Barcelona, las creadoras de estas maravillosas obras, las rosarinas Vanesa Galdeano y Analí Chanquía, dialogaron con La Gaceta.

por Sebastián Stampella

La historia que iniciaron diez años atrás en Rosario la arquitecta Vanesa Galdeano y la licenciada en artes Analí Chanquía puede definirse como la de un cruce virtuoso, una fusión de talentos que, con el proyecto Medianeras, vienen alterando el paisaje de numerosas ciudades del mundo y la percepción de quienes recorren sus calles y se topan con sus obras.

“A diferencia de los muros, encargados únicamente de separar los espacios, las paredes medianeras son aquellas que son compartidas entre vecinos. Este concepto nos atrae porque creemos que el arte público, además de embellecer las ciudades, reivindica la idea del lugar compartido por todos los individuos”, explican en el sitio web del proyecto.

Y plantean: “Queremos cambiar la manera habitual en la que percibimos los espacios, alterar el paisaje urbano de la calle y disfrutar en el proceso creativo junto a la comunidad de cada sitio donde pintamos”.

El encuentro entre ambas se produjo en 2013 en las calles de Rosario; Vanesa trabajando en su proyecto de taller de mosaico e interviniendo en espacios públicos, y Analí pintando murales y fijando con stencils una consigna convocante y movilizadora: Artista busca pared

“Vanesa hizo una intervención en la Plaza Sarmiento e invitó a varios artistas urbanos que estábamos haciendo trabajos en pintura. Ahí nos conocimos, empezamos a trabajar juntas y creció nuestra relación a todo nivel, al punto de que hoy estamos en pareja”, completa el relato Analí en el diálogo que mantuvieron con La Gaceta desde la casa que comparten en Barcelona.

Recién llegadas de Oslo, Noruega, Vanesa y Analí brindan detalles del proyecto Medianeras y cuentan, entre otras cosas, las experiencias vividas en el contacto que establecen con las distintas comunidades durante el proceso de trabajo.

Vanesa Galdeano y Analí Chanquía

—¿Cómo se fue dando el cruce de disciplinas en ustedes y en qué medida eso influyó para concebir Medianeras?

—Vanesa: Nosotras, cuando empezamos con este proyecto ya veníamos trabajando en el espacio público, en la calle. Pintábamos y hacíamos murales. Pero cuando nos juntamos, la idea fue pasar a formatos más grandes, ampliar las escalas y empezar a viajar. 

—Analí: Vanesa se recibió de arquitecta y a la par estudió bellas artes. Estuvo unos doce años con el proyecto de intervenciones con mosaicos en el espacio público de Rosario. Y yo estudié bellas artes y, ni bien terminé, empecé a hacer murales en el espacio público. Las dos nos encontramos trabajando en sintonía en el mismo lugar y con cosas parecidas.

—V: Es que lo que nosotras hacíamos tenía que estar en la calle, porque nos atraía eso, ya sea en parques públicos o en fachadas. Al principio lo hacíamos sin hablar de arte urbano, porque la movida en Rosario se gestó después. En ese momento no era algo que se veía tanto. Era una cuestión mucho más experimental. 

—A: Al principio fue muy extraño, porque yo empecé a trabajar con ella haciendo mosaicos, que es lo que ella venía haciendo, y ella empezó a hacer murales, que es lo que yo venía haciendo. El proyecto Medianeras fue un proceso que incluyó etapas de improvisación y de una cosa muy experimental. 

Cuando trabajás en espacios públicos, toda tu visión empieza a estar en relación a eso».

—¿Y llevar el proyecto a otros países surgió a partir de convocatorias que tuvieron fue algo que buscaron ustedes?

—A: Eso se fue dando de a poco. Vanesa ya había ido a Río de Janeiro y en un momento decidimos ir juntas. Y estando ahí nos preguntamos por qué no pintar en ese lugar. Pasa que, cuando trabajás en espacios públicos, toda tu visión empieza a estar en relación a eso. Es decir; viajás y observás cómo es la calle, como son los espacios, y ya pensás en cómo podés ver la obra en ese contexto. 

V: Y en paralelo a eso surgen en otras partes del mundo festivales de arte urbano. Cada vez más ciudades se sumaban a este tipo de formatos, con eventos organizados para que la gente vaya a pintar en grandes formatos. 

A: En Rosario en su momento se nos abrieron muchas puertas, porque la ciudad estaba en blanco. En Europa, si querés empezar a pintar ahora se complica mucho conseguir permiso para hacer una pared porque hay muchas restricciones por la cuestión patrimonial. En Rosario ibas y le pedías a un vecino si te dejaba la pared para pintar y se entusiasmaban. Eso permitió mucha experimentación. Nos dio mucha calle, literalmente. Había lienzos blancos por toda la ciudad.

V: En formato de murales grandes no hicimos mucho en Rosario. Hicimos más afuera que en Argentina. 

—¿Y qué tipo de relación establecen con la cultura del lugar al que van a trabajar? ¿Llegan con una idea proyectada de lo que a pintar o se dejan influir por lo que perciben allí?

—A: Hay varios lineamientos que consideramos antes de proyectar una imagen. Tenemos en cuenta desde donde el espectador va a observar la obra. Aunque es lógico que se mueven, nosotros siempre buscamos puntos de vistas. Las obras transmiten algo, y te movés y ya es otra cosa. Eso nos interesa: las perspectivas múltiples.

—V: Eso depende de los tiempos. Siempre tenemos reuniones previas, a veces virtuales. Por ejemplo, antes de ir a Santiago de Compostela, que teníamos muy poco tiempo porque íbamos por tres días (la obra se hizo en un día, muy rápido) tuvimos reuniones con los vecinos en forma virtual y nos mostraban el barrio, nos hablaban de lo que estaba pasando ahí. Entonces nos ponen en tema y podemos tener un diálogo con la gente. Esas instancias también se dan, y sino las buscamos. Nos informamos y, si tenemos la posibilidad de ir con más tiempo antes para poder trabajar el boceto ahí, lo hacemos. 

—A: Siempre que viajamos a un lugar y pasamos un tiempo haciendo nuestro trabajo se da un intercambio con la comunidad muy distinto al que se da como turista. Ya el hecho de que te vean trabajando en la calle, por lo general la gente del lugar entiende que estás haciendo algo artístico para dejar ahí, como un regalo. Siempre tuvimos muy buena respuesta por parte de la gente. Y nos pasa eso con sociedades muy diversas culturalmente como pueden ser las de Austria o de Bolivia. 

—Casualmente, ustedes participaron de una intervención en el cementerio de La Paz ¿Cómo fue esa experiencia?

—V: Fue muy intenso eso. El cementerio de La Paz está en el centro de la ciudad y es como un espacio público más y está muy concurrido. De hecho, el teleférico, que ahí funciona como transporte público, tiene una de las paradas en el cementerio porque es un punto de referencia. Los fines de semanas se junta gente a celebrar los cumpleaños de los muertos. Yo pensaba cómo iba a hacer para estar ahí una semana yendo todos los días. Pero después vas entendiendo las cosas de otra manera porque ves cómo toman a la muerte en ese lugar, como si hubiera más vida que muerte. 

Cementerio de La Paz, Bolivia (2017)

—¿Y qué otros lugares del mundo en los que trabajaron las impactó?

—V: Todas las ciudades tienen sus particularidades. De las últimas experiencias pienso en la de Bosnia Herzegovina, que fue muy fuerte. Es un lugar muy intenso. Yo nunca había estado en una ciudad con una huella tan presente de una guerra pasada y con la gente hablando del tema. En la arquitectura encontrás los rastros, con los balazos de ametralladoras marcados, pero también en la gente que te cuenta sus historias. 

A: Antes de viajar nosotras leemos para interiorizarnos sobre esa cultura, pero estando ahí, en la calle, uno puede entender mejor a esa sociedad. Muchas veces vas con algunos prejuicios que después, estando allí, notás que en lo cultural nos parecemos más de lo que pensamos. 

Mujeres que nos vieron pintar dijeron “ah, yo también podría”. Diez años atrás muchas chicas empezaron a hacerlo por eso».

La diversidad es la temática que predomina en sus pinturas. ¿Al momento de proyectar la obra surge la tensión de respetar el entorno cultural del lugar y plantear una imagen rupturista, que sacuda al espectador? ¿Qué impacto creen que producen sus obras en ese sentido?

—V: El tema de la diversidad es algo en lo que coincidimos a partir de las experiencias de cada una. En los lugares tenemos en cuenta cada imagen, porque eso es algo que va variando.

—A: En la diversidad en juego con la perspectiva está todo vinculado y es algo a lo que hemos llegado después de años. Y a nivel artístico tenemos una cuestión discursiva que tiene que ver con el no cerramiento de los géneros. Y en eso de respetar la cultura del lugar y tratar de generar algo diría que son las dos cosas a la vez. Si no quieren ver lo que estás diciendo, solo van a ver imágenes bonitas. Si no te ponés a “leer” eso que está ahí en la pared, solo ves una imagen. Pero el que quiera ver el tema lo ve.

—V: En el diálogo con el vecino mientras trabajás siempre da lugar a que suceda algo: una devolución, un intercambio, un disparador de preguntas. Es difícil encontrar gente que no esté a favor de la diversidad y de dejar que cada persona sea como quiere ser, pero las hay.

—A: Es muy fuerte el efecto de estar ahí una semana pintando y que gente de distintas edades te vean, que entiendan que lo público es también algo colectivo. Un montón de enseñanzas se dan en la acción misma. Ahora, que la imagen tenga un efecto que trascienda es otra cosa: el que lo ve lo ve y el que no, no. De todas formas, no se va a curar la xenofobia con arte urbano. Hay mucha sobreinformación con las redes sociales, hay que competir con todo. 

—V: Alguna pregunta se hará la gente, porque la acción es muy contagiosa y porque trabajamos en espacios que son de todos.

A: Las personas nos sentimos representadas por ver lo que hace el otro. Mujeres que nos vieron pintar y dijeron “ah, yo también podría”. Diez años atrás muchas chicas empezaron a hacerlo por eso.

Ostende, Bélgica (2021)

Y en cuanto a la técnica ¿Cómo viven el proceso de trabajar en altura y a una escala tan grande los dibujos? ¿Encuentran muchas complicaciones en cuanto a los recursos o es algo que ya tienen perfeccionado?

—V: Para llevar a escala siempre tenemos en cuenta de antemano qué medios de elevación vamos a tener y cómo es la pared. Depende de cada situación que se presente las estudiamos y sabemos cómo pasar una imagen. Nosotras llegamos a trabajar con un boceto previo, no improvisamos nada.

—A: Por lo general nos invitan organizaciones con vínculos con municipios y se encargan de toda la gestión, de la fecha para viajar, los vuelos, todo. Entonces llegás y ya tenés la grúa y los materiales que les pasamos. Está todo organizado.

—V: Trabajamos con pintura acrílica, muy pocas veces usamos spray. Hacemos cuadrículas, y aunque con el tiempo vas teniendo noción de la escala, muchas veces sentís que vas pintando a ciegas. Ahí tenés que confiar que estás haciéndolo bien porque no te bajás de la grúa a mirarlo a cada rato. Una vez que subimos bajamos un par de veces nomás.

La Bañeza, España (2020)
  • Para conocer más sobre el proyecto Medianeras, la bio de las artistas y visitar su galería de trabajos podés ingresar aquí.

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