por Sebastián Stampella
Desde el Centro Universitario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales (CURDIUR), su director, el Dr. Arquitecto Javier Fedele, describe la labor que realiza este organismo dependiente de la UNR y el CONICET y enumera las principales líneas investigativas que sostienen, aún bajo la sombra del recorte presupuestario y de cierta presión por tener que fundamentar el alcance de las producciones de esos organismos públicos.
En diálogo con La Gaceta Arquitectura, Fedele alerta sobre la prevalencia del no-plan, un fenómeno global basado en la emergencia que atenta contra la planificación para el desarrollo de políticas públicas de largo aliento que se agudizó con la pandemia y se instaló con comodidad en los ámbitos encargados de tomar decisiones.
—¿El hecho de que el CURDIUR esté bajo la órbita de una universidad pública y del CONICET los pone en la necesidad de tener que fundamentar el impacto que tiene en la sociedad el trabajo académico y científico que realizan?
—Estamos ante una coyuntura difícil, problemática, y que también tiene sus particularidades. Lamentablemente, la ciencia en Argentina siempre ha atravesado ciclos de crisis de los cuales ha salido. Sin relativizar el período que estamos atravesando en este momento, se tienen las fuerzas porque se ha trabajado bien, y con resultados que están a la vista.
La ciencia argentina ha hecho muchísimos aportes y tiene su reconocimiento. Por lo tanto, va a seguir existiendo. La mejora es inherente al trabajo científico. Lo que no se puede admitir es el tono despectivo y sin argumento de las críticas que se hacen.
Nosotros seguimos insistiendo, ocupando los lugares y trabajando como lo venimos haciendo. Acá hay que entender que el trabajo científico no se limita a estar encerrados en un laboratorio.
La Unión Industrial Argentina, o incluso la Sociedad Rural, han llamado a la cordura y a un alerta sobre esta situación porque en esos ámbitos científicos se desarrollan procesos que tienen que ver con certificaciones, monitoreos vinculados al proceso productivo.
Por nuestra parte, desde el CURDIUR trabajamos asistiendo a los municipios con trabajos con entes públicos que entendemos que, de alguna manera, deben tener una mirada un poco más larga, que vaya más allá de la coyuntura; trabajando el territorio y generando previsiones y prefiguraciones de nuevos escenarios, que es un poco la labor de los profesionales de la arquitectura.
La investigación es también parte del ejercicio profesional. Siempre decimos que hacemos arquitectura desde otro lugar. En ese sentido, tenemos una relación con el Colegio de Arquitectura y Urbanismo y con diversas asociaciones civiles y entes públicos que necesitan pensar el territorio.
—¿Y cómo explicarías, en pocas palabras, el abordaje que hacen desde la academia y la ciencia de las problemáticas del territorio?
—Las problemáticas del territorio son bastante amplias, y también lo son sus potencialidades. Nosotros, desde el ámbito académico y el trabajo científico, generamos estudios que dan previsiones para que, de alguna manera, se entienda el funcionamiento de los fenómenos territoriales.
Es plantear qué pasa con las ciudades, cómo funcionan, por qué se dan determinados déficits. Y su abordaje científico requiere de mucha investigación, mucho estudio, y mucho debate.
Por eso desde el CURDIUR ponemos a disposición esos estudios, para que la sociedad -por medio de sus órganos representativos- tengan un elemento para tomar decisiones de la manera más argumentada posible.
Y también aportamos nuevas visiones: cómo puede ser distinto ese territorio que habitamos, con las capacidades que hemos desarrollado en nuestro campo disciplinar. El territorio es colectivo, y toda decisión debe ser fruto de un debate colectivo.
Los territorios a lo largo del tiempo van creciendo. Sus actividades se van intensificando y ocupando mayores extensiones. Esto es algo que supone una mayor complejidad y nos expone a una responsabilidad; a nosotros desde el punto de vista científico, y a la sociedad en cuanto a generar los instrumentos y las herramientas de actuación, regulación y planificación.
Observamos que actualmente pareciera que los debates todavía están un poco desordenados. Nos debemos un debate. Parece que los gobiernos trabajan con el no-plan, que es un fenómeno global que se viene dando. En este sentido, se hace indispensable discutir el tipo de plan. Por eso, en principio, nos parece muy necesario alertar sobre los peligros del no-plan.
—¿Ese no-plan se expresa en la falta de miradas estratégicas? ¿Podés desarrollar ese concepto?
—Sí, tiene que ver con determinadas formas políticas y es un fenómeno que está siendo analizado por los cientistas políticos. Pareciera que hay un amparo bajo la emergencia. Es decir, en nombre de esa «emergencia» y esa necesidad imperativa de actuar, procedemos sin pensar.
En ese sentido, es importante destacar que Rosario ha sido una ciudad muy pensada. Tiene una larga tradición en el urbanismo, con la primera cátedra de Urbanismo a nivel universitario del país, con los primeros planes urbanos. A partir de la restauración democrática de 1983 se generaron instancias técnicas muy avanzadas, como la Secretaría de Planeamiento o los mecanismos de los planes estratégicos.
Ahora en muchos lugares y con distinto grado, la tendencia es que la emergencia tome el rol de la planificación. Este fenómeno no es sólo de los Estados locales; es un fenómeno político globalizado. De alguna manera, la pandemia terminó de consolidar el imperativo de la acción inmediata por la emergencia; una mala práctica que se venía perfilando como forma política de gobierno.
Estas son dinámicas sociales, situaciones y circunstancias que se vienen dando. No podemos negar que la pandemia generó una gran crisis que había que atender en forma inmediata y sin saber mucho cómo por las características del fenómeno.
El problema es que esta forma de actuar se haga una costumbre. Porque así como en su momento fue la pandemia, hoy es la crisis económica y el “no hay plata”. Y de esa forma se puede consolidar esta no planificación, este no-plan. Este fenómeno está restando capacidades a las sociedades para intervenir en los territorios.
—¿Y por dónde vislumbrás algún tipo de resistencia a este fenómeno?
—Yo veo que, aún con todas las crisis económicas, la necesidad de un debate actual sobre las ciudades es algo que está presente en la facultad y que también observo en otros ámbitos. Por ejemplo, la reciente conferencia que organizamos conjuntamente con el Colegio con el arquitecto Adrian Gorelik sobre su libro tuvo una convocatoria muy importante, y eso es un síntoma alentador de que hay necesidad de un debate sobre las ciudades, de que la emergencia no lo cubre todo.
Veo que la visión de futuro y la articulación entre sectores están siendo demandada socialmente. La emergencia permanente nos pone en shock y nos impide pensar. La excepción como forma permanente de gobierno es algo preocupante. Hay que tener cuidado con esto porque los cientistas políticos están alertando sobre sus posibles derivas en formas de autoritarismos, ya sean más duros o más blandos.
A las emergencias las vamos a resolver si le damos un marco de mediano y largo plazo. De lo contrario, vamos a vivir siempre en la emergencia. Lo que hay que poner en discusión son los paradigmas de la planificación, los tipos de planes.
Sobre esto se ha avanzado muchísimo; ya nadie está pensando en un plan como un modelo acabado y lejano. Hoy son instancias participativas, de debate. Y eso es lo que intentamos promover con el aporte de información.
Nosotros trabajamos para abrir espacios de debate y volver a que las sociedades debatan qué territorios quieren, cómo los quieren, cómo los piensan administrar. Y eso se hace con la participación de todos los actores, desplegando sus visiones y construyendo una visión de conjunto.
—La revitalización del centro de Rosario, el déficit habitacional o del crecimiento del área metropolitana son temas que en forma recurrente copan la agenda mediática y apuran definiciones dominadas por la inmediatez, la oportunidad y la falta de rigor. ¿Cómo se posiciona el CURDIUR ante esto?
—Es que no hay salidas unívocas, y nunca se parte de cero como para dar una solución ideal, que se pueda implementar. El científico siempre descree del sistema simplista y facilista. Está perfecto que nos interroguemos sobre eso porque el timing mediático lo requiere, y así se impone la agenda.
En un primer diagnóstico, sometemos a debate y a estudio estos temas. Hemos realizado algunos que nos permiten vislumbrar y, de alguna manera, reformular algunas políticas sobre el área central para potencializar en dónde seguramente pueda haber lugares que requieran densificaciones y lugares que no.
Se trata de una adecuada dosificación de morfologías plurales, y no necesariamente de una sola. Hay áreas muy interesantes dentro de la trama urbana con una infraestructura construida donde también sería muy importante que se renueven.
Hay trazas de avenidas que tienen un gran capital urbano en cuanto al nivel de actividades sociales y económicas ganadas y con un grado de infraestructura importante. Hay áreas de desarrollo entre el crecimiento metropolitano y el centro que sería interesante explorar, promover, y dar respuesta a esa necesidad de nuevos desarrollos habitacionales.
Al mismo tiempo, el área metropolitana requiere en forma urgente un ordenamiento, porque si bien se había avanzado bastante en algunos estudios, no lograron instalarse administrativamente con fuerza prescriptiva como para que puedan regularse los procesos de crecimiento sin afectar al resto.
Hay un problema con las acciones individuales; y es que si tienen un corto plazo, se agotan en sí mismo. Entonces la potenciación de las acciones particulares dentro de un esquema y una visión de conjunto las potencia mucho más y genera un beneficio incluso para la acción individual porque las inserta en un marco de conjunto.
Esto es lo que está faltando y que en el área metropolitana es elocuente: lo que se hace en un sector repercute y tiene un efecto en otro. La cuestión hídrica es lo más emblemático, como también la falta de servicios, la generación de infraestructura de movilidad.
Todos estos aspectos requieren de una visión de futuro y una articulación de las intervenciones dentro del territorio. Es decir, todo ese marco debe estudiarse y debatirse y formalizarse en un escenario de futuro para poder tomar las decisiones de obras e intervenciones particulares.
Por eso hablamos de gestión planificada. La planificación no es no intervenir y no gestionar. Es una gestión que está dentro de un marco de planificación.
Esta ciudad ha crecido. Se han hecho bien muchas cosas, pero ese crecimiento implica una mayor complejidad y una mayor responsabilidad. Las mismas unidades edilicias también son de otra escala: son mayores y requieren otro abordaje.
Creo que nos debemos actualizar y dar un debate que debe ser colectivo, para asumir las nuevas complejidades y los desafíos. La planificación es una tarea permanente; una norma que se hace hoy no va a ser buena para siempre, porque cambian las circunstancias, los paradigmas, y por eso requiere una evaluación permanente para acompañar el crecimiento de la ciudad.
En definitiva, todo abordaje debe ser respetuoso con las cuestiones ambientales y con el reparto de costos y beneficios de todos los actores intervinientes y, principalmente, de quienes los van a habitar.
—¿Cuáles son los principales ejes con los que están trabajando desde el CURDIUR?
—Nosotros tenemos cuatro líneas definidas que condensan los temas que se vienen trabajando. Una tiene que ver con las transformaciones urbanas; monitoreos sobre cómo se van transformando en el tiempo. Después hay una línea de trabajo vinculada a la historia, la historia de la arquitectura, de la ciudad, trabajos con cartografías.
También trabajamos con líneas más particulares pero que son muy potentes, como es el caso de los espacios de equipamientos educativos; el edificio educativo como infraestructura y como equipamiento para cumplir una función determinada pero que también cumple un rol social y territorial importante.
Otra línea tiene que ver con el desarrollo de instrumentos de intervenciones concretas en el territorio. Es decir, la planificación y el desarrollo de herramientas como la generación de normativas urbanas.
Esto está relacionado a lo que se denomina vinculación tecnológica, porque de alguna manera hay un vínculo de lo que se hace en el laboratorio con casos específicos, y ahí están los convenios, las colaboraciones con municipalidades, con gobiernos locales.
De alguna manera, el CURDIUR tiene una tradición en esto. Todas las normativas urbanas de Rosario han pasado por el estudio, el debate, instancias de convenios.
Hay una potencialidad de Rosario que tal vez nosotros no vemos, pero que desde afuera se valora mucho. Me refiero a esta circulación que hay entre la profesión, la academia y el gobierno local. Esa es una tradición valiosa que no debemos perder y que tenemos que seguir potenciando.
Esas instancias son las que han fortalecido a las sociedades y las que han dado fuerza a las políticas públicas que se sostienen en el tiempo.