por La Gaceta
Anamorfosis es la palabra que utiliza Felice Varini para describir las intervenciones artísticas que desde los años 80 viene realizando en espacios arquitectónicos a cielo abierto o de interiores. La Real Academia Española define a ese término como “pintura o dibujo que ofrece a la vista una imagen deforme y confusa, o regular y acabada, según desde donde se la mire”.
Juegos visuales, ilusiones ópticas, paradojas espaciales, cambios de perspectivas y de proporciones; todos estos recursos están presentes en las obras de este artista suizo nacido en 1952 en Locarno, en el cantón de Ticino, una región cercana a Italia.
La técnica de Varini consiste en pintar distintos tramos de superficies de fachadas de edificios, paredes interiores, calles, paseos públicos, o monumentos históricos, de modo tal que, al ubicarnos en un punto determinado, éstos se unifiquen ante nuestros ojos para componer una figura geométrica.
La vista funciona como un punto de lectura, como un punto de partida, una aproximación a la pintura y el espacio. La forma pintada es consistente cuando el espectador está allí”.
Varini imprime sus dibujos en una película transparente que luego proyecta con un dispositivo sobre el espacio a trabajar.
Según explica el artista, para realizar sus intervenciones parte de un primer acercamiento que consiste en recorrer el lugar, estudiar su arquitectura, los materiales que la componen, e interiorizarse sobre su historia y el rol que cumple en la sociedad.
Este proceso -dice- le permite elegir lo que será primordial en su obra: el punto de vista. Éste estará ubicado siempre a la altura de los ojos y en un pasaje obligatorio, como pueden ser la abertura entre una habitación y otra, o un rellano.
Así, el punto de vista aparece como el factor que completa la obra. Cuando el observador se ubica en él adquiere una coherencia la figura pintada en el espacio, mientras que al desplazarse y abandonar el punto de vista, lo que aprecia es una variedad de formas impresas en el espacio arquitectónico.
Al referirse al espacio en el que se despliega su trabajo, Varini afirma que sus obras mantienen una independencia en relación con las arquitecturas intervenidas. “Siempre parto de una realidad, de unos espacios con su construcción y su luz específica. Lo que cambia es que los monumentos son algo más abierto e imprevisible, todo el mundo puede acceder a ellos sin las restricciones que se dan en el espacio de una galería privada”, dice.
El artista sostiene que para él, el punto de vista no es el que le permite ver completada su obra, ya que este punto está en todos los puntos de vista que el espectador pueda tener sobre él.
“La vista funcionará como un punto de lectura, como un punto de partida, una aproximación a la pintura y el espacio. La forma pintada es consistente cuando el espectador está allí. Cuando se abandona el punto de vista, el trabajo genera un número infinito de formas. No es a través del primer punto desde el que veo el trabajo realizado: se encuentra en todos y cada uno de los que el espectador puede tener sobre él”, explica el propio Varini.
Ante la complejidad que exhiben sus instalaciones, Felice Varini se define como un pintor que tiene la particularidad de trabajar con formatos no convencionales y que, aunque se apoya en equipo de montadores, su presencia en el lugar durante el proceso para supervisar y ajustar detalles es fundamental.
“Esto es algo que seguiré haciéndolo mientras viva, porque cada realización en un sitio distinto resulta muy satisfactoria. Sin embargo, creo que una obra no se acaba en sí misma, sino que es comparable a la música, cuyas partituras pueden reinterpretarse; a veces se hace mejor y a veces peor, pero siempre están vivas”, expresa Varini.
Para conocer más de la obra de Felice Varini, visitar su página web haciendo click aquí.
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