Desde la vidriera: Nicolás Campodonico y la lógica íntima de sus muros

Junto a autoridades del Colegio, La Gaceta participó el martes pasado en Buenos Aires de la pre-inauguración de la muestra Muros, del arquitecto rosarino Nicolás Campodonico, que se llevó a cabo en la Galería y Residencia de Artistas que Bisman Ediciones tiene en pleno centro porteño. En esta crónica, los detalles de la muestra y las palabras del autor y los organizadores.

por Sebastián Stampella

Nicolás Campodonico es de esos arquitectos que siempre se muestran dispuestos a compartir detalles de sus obras, a hablar con entusiasmo de su profesión, a cultivar la reflexión y la conversación como extensiones de la disciplina. Y a Hernán Bisman se le da muy bien el rol de maestro de ceremonias, de organizador de eventos que trascienden las fronteras de su editorial y se vuelven usinas de nuevos proyectos.

La convergencia de estas cualidades en un espacio tan particular como lo es la vanguardista “Casa de Estudios para Artistas”, creada en 1938 por Bonet, Vera Barros y López en pleno centro porteño, prometía una experiencia fuera de lo común.

Y eso fue lo que sucedió en la tarde-noche del martes pasado con la pre-inauguración de la muestra «Muros», del arquitecto rosarino Nicolás Campodonico en la Galería y Residencia de Arquitectura que Bisman Ediciones tiene en ese emblemático edificio de Suipacha y Paraguay, que desde su particular vidriera invitaba a asomarse a la intimidad de 25 años de recorrido arquitectónico plasmados en nueve modelos de hormigón colado y de acero.

La muestra Muros, que tras esta presentación a la prensa especializada y colegas permanece abierta al público desde el 7 de julio, cuenta con el apoyo del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe (CAUPSF) y del Distrito 2, Rosario (CAU D2) y de Depaoli & Trosce Constructora; el aval de la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos (FPAA), la Red de Museos de Arquitectura Panamericana (MAPA), el auspicio de Saint-Gobain y el acompañamiento de Desalvo.

En el texto que Hernán Bisman y su socio, Pablo Engelman, escribieron para el catálogo que obsequiaron a quienes visitan la muestra, destacan que en las nueve obras seleccionadas, Campodonico “utiliza el muro como dispositivo compositivo-constructivo”, y que con la representación de estas maquetas, el arquitecto busca “resaltar la expresividad de la construcción, la tactilidad del material utilizado y la forma en que responden a la luz”. 

En su discurso de bienvenida y presentación de la muestra del martes pasado, Bisman volvió a ponderar ese aspecto “táctil” de las piezas de Campodonico para invitar al público a que, además de observar, participen de una experiencia sensorial. “Estas maquetas son hermosas para ser tocadas. Les recomiendo pasar la mano por estos muros que Nicolás ha trabajado para apreciar el valor tectónico, constructivo y compositivo de estas obras”, dijo. 

Ocho maquetas de las obras seleccionadas y construidas especialmente para la muestra, se encuentran ubicadas a lo largo de la galería (en la planta baja del edificio), dispuestas de a cuatro en forma paralela a las paredes laterales. Cada una de ellas, acompañadas por paneles que muestran las respectivas plantas y cortes.

Las obras exhibidas son: Casa en el campo (1997, Zona Rural de La Playosa, Córdoba); Estudio Oroño (2005, Rosario); Marabajo (2004-2006, La Pedrera, Uruguay); Casa T&G (2012-2014, Rosario); Casa M&P (2016-2019, Funes); Club Costas (2019-2022, Puertos, Escobar); Casa D (2020-2023, Funes); y Capilla San Bernardo (2010-2015, Zona Rural de La Playosa, Córdoba).

Y fuera de esa lógica, con otra materialidad y disposición, una novena maqueta se exhibe en la vidriera. Se trata de una reproducción a escala menor de la obra Giros, la instalación realizada por Campodonico junto al arquitecto Mariano Clusellas, que consta de la disposición de piezas de acero que subvierten la forma natural de la bobina de chapa y que hasta la semana pasada permaneció en la vereda de la Fundación Proa, en el barrio porteño de La Boca, como una expresión de arte público. Según anticipó Campodonico a La Gaceta Arquitectura, en los próximos días esta obra vendrá a Rosario, para ser exhibida en la explanada frente al Museo de la Ciudad.

Complicidad

Al momento de tomar la palabra para dejar formalmente inaugurada la muestra, Hernán Bisman hizo una breve reseña de las exhibiciones que vienen realizando en la Casa Galería de Artistas, acompañadas con ejemplares especiales de la editorial, con el objetivo de mostrar arquitectura y poner en valor el trabajo de jóvenes arquitectos iberoamericanos.

En ese sentido, mencionó la muestra dedicada al edificio de Bonet y “La trama infinita”, del artista español Josep Ferrando, que fue la que inauguró el ciclo que en esta segunda edición, tiene como protagonista la figura y la obra del arquitecto rosarino Nicolás Campodonico.

«Desde hace muchos años nosotros admiramos su obra, por su valoración internacional y por su estudio de la luz y del espacio. Estas son cualidades que, entiendo, comparte con la obra de Bonet que nos aloja. Nos parece que es un marco apropiado hacer esta exposición», dijo Bisman en referencia al emblemático edificio.

«Como verán, en esta galería no hay fotografías», dijo luego. Y explicó: «Si quieren fotografías, las van a encontrar en el catálogo que les entregaremos. Aquí hay planos, porque queremos que la gente vuelva a la lectura de planos, que se valore ese enfoque».

Continuando con el prólogo a la muestra, Bisman hizo una especie de declaración de principios antes de mencionar las piezas gráficas que acompañan la muestra: «Somos editores y no podemos evitarlo. Hemos editado un catálogo acerca de esta muestra. Se trata de 540 ejemplares exclusivos y numerados, que llevan impresa en su portada la marca de un sello -cada uno con un patrón distinto- que el propio Campodonico realizó con paciencia y dedicación».

Tras agregar que los y las presentes recibirían como obsequio una fotografía de alguna maqueta autografiada por Campodonico, Bisman explicó que estas acciones obedecen a un criterio de la galería, que tiene que ver con «generar una complicidad entre el autor y el editor».

Entre los muros

Sin demasiado protocolo, con la soltura de sentirse en un ámbito amable, entre colegas y gente conocida, Nicolás Campodonico dijo sentirse «contento y emocionado» con el hecho de concretar esta muestra y la resumió como «una mirada particular y muy puntual sobre un conjunto de obras mías realizadas a lo largo de 25 años».

«Es impactante poder mirar todas estas obras y ver que son todas muy distintas; con programas distintos, escalas distintas y tiempos distintos. Me pareció emocionante y estimulante establecer un vinculo entre la primera y la última. Pero me interesa que cada uno haga su propia lectura», dijo.

En relación a esa experiencia del público que asiste a la muestra, Campodonico expresó que la misma habilita a una doble lectura: «Porque, por un lado contiene los proyectos en vertical, pero también hay una instancia que permite mirar los dibujos en horizontal. Entonces se pueden recorrer las plantas y todo aquello que uno quiera descubrir», precisó.

Campodonico se refirió a dos historias o momentos de su vida personal para fundamentar la génesis de esta muestra. En el breve relato que hizo de cada una de ellas, buscó dejar en claro por qué los muros tienen un sentido especial en el abordaje conceptual y material de su obra arquitectónica.

La primera historia se remonta a mis ocho años, cuando todas las tardes volvía caminando con mis hermanos desde el colegio a la casa de mi abuela en un barrio residencial de Rosario. Para nosotros, eso era una aventura. Y recuerdo que, sin tener contacto con la arquitectura, en ese trayecto observaba con especial atención las casas en las que, detrás de sus muros, aparecían árboles. Eso me daba mucha curiosidad», comenzó explicando.

De esa etapa, Campodonico también señaló la fascinación que sentía por los juegos de laberintos que se publicaban en los diarios, y que podían recorrerse con una birome. Esos fueron, según precisó, sus primeros vínculos con la arquitectura.

«Y la segunda historia se remonta a cuando tengo 17 años y, habiendo terminado el secundario y trabajando de tractorista en el campo, mi madre me incentiva a que estudie una carrera. Me propuso arquitectura porque veía que yo dibujaba bien. Su propuesta era que probara, y que si no me gustaba, volviera a trabajar en el campo. Cuando entré a la facultad, pasó algo particular: en el pasillo me encuentro con paneles repleto de plantas que me remitieron inmediatamente a aquellos laberintos del diario. Como conclusión, mi madre consiguió su objetivo» narró.

Para reforzar esta especial fascinación por los muros, Campodonico mencionó que más adelante, en el transcurso de su formación profesional, fue clave el descubrimiento de «artistas fundamentales», en su mayoría pertenecientes a la corriente del land art.

En particular, mencionó la obra y el pensamiento de Richard Nonas, «quien explora de forma profunda la idea de la existencia en relación con el espacio en el marco de una cosmovisión”, y destacó que la primera obra de arquitectura fue la pirca; el muro de mampuesto sin argamasa.

«Las pircas protegen, limitan el espacio, lo demarcan. Esos muros son la primera arquitectura. Para mí, fue muy importante descubrir eso. Y, de alguna manera, es lo que hemos tratado de hacer en el estudio junto a Mariano (Sorti) y Sofía (Nallino) en el desarrollo de las obras de estos veinticinco años con estas nueve maquetas», finalizó. 

Casa tomada

Las palabras de Bisman y Campodonico no sirvieron para romper el hielo, porque la formalidad no estaba en los planes de nadie. Fueron, en todo caso, una suerte de entrada de un menú que proponía una experiencia arquitectónica y vivencial que se degustaría en varios pasos.

El recorrido de la muestra, las charlas con el autor, la observación de las maquetas y el ejercicio -al que nadie se resistió- de pasar la mano por los muros de las maquetas, fueron el plato principal. Y tras esa instancia, una vez que los y las asistentes tuvieron en sus manos el catálogo y la foto autografiada, llegó el momento del postre: la invitación a dejar la galería y subir a conocer y disfrutar de la planta alta del edificio, donde se encuentra la residencia.

La posibilidad de recorrer esa joya arquitectónica de finales de la década del ’30 del siglo pasado que aún hoy resulta vanguardista y moderna, habitarla, conocer sus particularidades constructivas y admirar la utilización de la luz y los espacios, completó la experiencia de los y las visitantes.

En una clara reivindicación al uso original de la Casa Residencia de Artistas que proyectó Bonet, la propuesta de este ciclo incluye la oportunidad de que el autor de la obra -en este caso Nicolás Campodonico- se aloje unos días en ese lugar.

«Es una experiencia muy potente haber habitado ese edificio. En primer lugar, porque todos nosotros lo estudiamos en la facultad, en los libros de historia. Ese era un edificio disruptivo en su momento, y te das cuenta de que lo sigue siendo hoy. Siempre me pareció algo fuera de este mundo», dijo Campodonico a La Gaceta. «Por otra parte, fue muy emocionante tener la oportunidad de montar una muestra en ese mismo edificio. Fue algo impensado», agregó.

Consultado sobre los detalles que le llamaron la atención en su estadía, destacó: «Al habitarlo, te das cuenta de que tiene funciones y cuestiones pensadas en relación al espacio y la luz, a la construcción, que hoy mismo son vanguardistas. La forma en la que está armado el baño, por ejemplo. Son cosas que te llevan a plantearte por qué repetimos recetas cuando ya hace noventa años había arquitectos que hacían espacios para habitar de otra manera».

«La experiencia de montar una muestra es, de por sí, muy productiva y enriquecedora porque sirve para reflexionar sobre el propio trabajo. Pero hacerla como en este caso, editada por Hernán Bisman y colocada en el edificio Bonet, donde además hago la experiencia de vivir unos días en ese atelier, es algo inolvidable», afirmó.

A Hernán Bisman se lo vio atento a todos los detalles. Aunque la noche avanzaba y la cantidad de botellas de vino vacías se acumulaban con rapidez, su ir y venir entre el público, el tiempo que dedicaba a aportar información al paso, y su atención a que nada se aparte de una hoja de ruta que sólo él conocía, dejaron bien claro que su oficio de editor riguroso trasciende el mundo de los libros.

«La trova rosarina!», se escuchó bromear a un reconocido arquitecto porteño que observaba a un grupo bastante numeroso posando para una foto. Es que, ciertamente en esta pre-inauguración de la muestra de Campodonico, no pasó desapercibido el desembarco de rosarinos y rosarinas en ese espacio.

Entre otros, estuvieron el presidente del CAUPSF, Rubén Palumbo; el tesorero, Carlos Brarda; el presidente del CAU D2, Ariel Giménez Rita; del área de Cultura del Colegio, Mariano Baima; la secretaria de Planeamiento municipal, Agustina González Cid; los arquitectos Gerardo Caballero y Andrés Haugh; y miembros del staff de La Gaceta Arquitectura. Las autoridades del Colegio anticiparon que desde mediados de septiembre, la muestra Muros comenzará a exhibirse en distintas localidades de sus distritos.

Por fuera de la troupe rosarina, la presidenta de la Sociedad Central de Arquitectos (SCA), Rita Comando, profesionales de distintos puntos del país, y periodistas de medios especializados completaban la escena.