Bisman: el oficio de editar libros, otra forma de hacer arquitectura

En esta entrevista con La Gaceta, el editor Hernán Bisman repasa sus comienzos en el mundo editorial dedicado a la arquitectura, nos habla de algunos de sus proyectos. Su vínculo con los y las profesionales de Rosario, y una reflexión sobre el rol que cumplen los libros y la divulgación en el ejercicio de la disciplina.

por Sebastián Stampella

Abrir el juego para poner a circular palabras de arquitectura, fotografías, dibujos, bocetos de edificios, de ciudades soñadas, y contagiar la pasión por esa disciplina. Esa es, de algún modo, la vocación que fue guiando a Hernán Bisman en estos 25 años de divulgación y puesta en valor de la arquitectura argentina e iberoamericana por medio de Bisman Ediciones

Esta verdadera “epopeya” editorial trascendió la mera edición de libros y revistas para ampliar sus horizontes con la Galería y Residencia de Arquitectura montada en el icónico edificio de 1939 del arquitecto Antonio Bonet, en la porteñísima intersección de las calles Paraguay y Suipacha. 

Mientras en ese espacio se desarrolla «Usted está aquí», la primera exposición del ciclo de Arquitectura Moderna Argentina, que inauguró con la obra de Bonet. En forma paralela, Bisman trabaja junto a su socio, Pablo Engelman, y el staff de la editorial en diversos proyectos que pronto pasarán a engrosar su cuidado y basto catálogo de libros y revistas.

«Qué sería de nosotros sin los libros!», exclama Bisman desde Buenos Aires cuando desde La Gaceta lo ponemos a reflexionar sobre los alcances de su oficio de editor y su aporte al legado arquitectónico. «Siempre quisimos editar libros para poder difundir el valor transformador de la arquitectura», nos dice en esta entrevista.

—¿Cómo fueron tus primeros pasos en ese universo que une tus pasiones por los libros y por la arquitectura? 

—Haciendo un poco de historia, hace 25 años que empecé a trabajar con responsabilidad de editor. En rigor, empecé a hacerlo un poco más atrás, hace 28 años, cuando empecé a trabajar en la revista de la Sociedad Central de Arquitectos (SCA) como aprendiz. Yo había ganado un pequeño concurso de arquitectura con un amigo que ya se había recibido. Era un concurso de la Bienal de Buenos Aires que organizaba la SCA para proyectar tres torres en Puerto Madero y tuvimos la suerte de ganarlo.

En ese momento se usaba llevar el material que vos habías dibujado a la SCA para que te lo publiquen. Ahí me ofrecí como asistente ad honorem y me aceptaron. Trabajé allí dos o tres años aprendiendo muchísimo de Miriam Chandler, que era la directora de la revista y del comité editorial, que eran miembros de la SCA, gente muy interesante. Ahí empecé a entender en forma profesional este oficio de editar. 

En el 97 Julio Keselman, presidente de la Sociedad, ante la salida de Miriam de la revista, me ofreció hacer el trabajo que hacía ella y yo acepté. Así que puedo decir que en ese año nació mi trabajo de editor rentado, algo que no paró nunca hasta el día de hoy.

Luego, mi trabajo se amplió a universidades, arquitectos, colectivos de arquitectos e instituciones que querían que interpretemos su arquitectura para convertirla en libros, en exhibiciones o en revistas. Y después se dio la expansión que tuvimos hacia muchas ciudades de Latinoamérica y -justo antes de la pandemia- a España, fundamentalmente a Pamplona y Barcelona, donde hasta el día de hoy seguimos trabajando mucho.

¿La exhibición “Usted está aquí”, en la galería del edificio de Bonet, corona el itinerario que iniciaste con tu labor como editor de libros? ¿La asumís como un punto de llegada?

—Sí, la galería en sí misma es un punto de llegada, porque involucra todo ese aprendizaje de la editorial, de haber editado cientos y cientos de libros y de números de revistas, junto con la otra pasión, que es la de exponer. 

Yo tuve el privilegio de ser co-curador de varios envíos oficiales de la Argentina a las bienales de Venecia, de San Pablo, y de participar de envíos de arquitectura argentina a bienales del mundo como las de Tokio o La Habana. Y eso fue muy importante en nuestro trabajo, el tema expositivo.

El punto más fuerte en lo expositivo fue cuando fui director del Museo de Arquitectura de la SCA durante tres años. Nos divertimos muchísimo con Julio Keselman, que era quien lo había fundado, y con Daniel Silberfaden, gran presidente de la SCA, gran arquitecto y gran amigo que me ofreció esa responsabilidad cuando Julio decidió retirarse del museo. 

Ahí aprendí mucho sobre hacer exposiciones pequeñas, porque cada una de las salas tenía 80 metros cuadrados como mucho, por lo cual había que hacer varias a la vez para poblar el edificio de arquitectura y diseño. 

Terminado eso, tuve un largo paréntesis en cuanto a la curaduría de exhibiciones en la idea de qué querés exhibir al público, qué querés contar y cómo. Y eso lleva a esta galería en el edificio de Bonet, que es también una residencia de arquitectura. Por eso tenemos esos dos espacios: uno funciona como lugar de exposición y el otro como lugar de residencia de quienes vienen a exhibir o curar con nosotros. 

En ese sentido, hay dos líneas de exhibiciones planteadas desde la apertura de la galería, en agosto del año pasado. Una es la que inició Josep Ferrando con la muestra “La trama infinita”, que son muestras monográficas de jóvenes arquitectos iberoamericanos de alrededor de 50 años. 

Hacemos estas muestras con la intención de mostrar en Buenos Aires arquitectura que no sea solo de la ciudad. La inició Josep y ahora la va a continuar Nicolás Campodónico, un arquitecto rosarino al que admiramos muchísimo, un gran exponente de la arquitectura de esa ciudad. Y siempre con la idea de que el que viene a exhibir muestre su obra pero también haga algún tipo de homenaje al edificio y a Bonet. 

La otra línea de exhibiciones es la de arquitectura moderna argentina. Tanto a mi socio, el arquitecto Pablo Engelman, como a mí, nos interesa mucho estudiar, exponer y difundir la arquitectura moderna argentina, de la década del 30 hasta el 70.

Hemos hecho muy importantes libros de esa temática. Quizás, el más conocido sea el número premiado de «Los documentos Arquis de la Universidad de Palermo», que curaron Gustavo Robinsohn y Martín Torrado, que es un catálogo maravilloso de ejemplos modernos de Buenos Aires.

Y esta muestra que estamos exhibiendo ahora, acerca del propio edificio en el que habitamos, la «Casa de Estudios para Artistas» de Suipacha y Paraguay, fue una maravilla porque aprovechamos ahí el material que habíamos tenido que compilar acerca de Bonet y del edificio para poner en valor las dos unidades, material al que pudimos acceder gracias al Colegio de Arquitectos de Cataluña y a Victoria Bonet.

También aprovechamos el material que pudimos conseguir del archivo Ferrari Hardoy en Harvard, las maquetas del Museo de Maquetas de la FADU, que dirige Jaime Grinberg y Roberto Busnelli, que gentilmente aportaron su acervo para esta muestra, el programa Moderna Buenos Aires del CPAU, que también nos apoyó en esta exhibición, y el expertise de la Fundación Tejido Urbano, que también se especializa en temas de hábitat de la Ciudad de Buenos Aires. 

Con todo eso hicimos la muestra, pero también hicimos un pequeño catálogo que es un libro de libros, porque reúne todo lo que se había publicado acerca de este edificio, incluyendo la maravillosa edición de la revista Nuestra Arquitectura de 1939 en la que se publicó la separata en la que se da cuenta del edificio del Grupo Austral. 

Entonces, creo que, en cierta forma, esta exhibición podría llegar a resumir la tarea del editor. Porque resume investigar, exhibir, publicar,recortar, publicar lo ya publicado pero con otro enfoque. Implica revisar lo que uno creía que sabía pero que, frente a nuevos documentos, tiene que volver a pensar. En ese sentido, es acertado tomar a “Usted está aquí” como un punto de llegada. 

—Bisman Ediciones amplió su horizonte con formatos y propuestas que trascienden la edición de libros y revistas de arquitectura. ¿La apuesta es comunicar arquitectura por distintos medios?

—La editorial nació y creció en estos 25 años con el objetivo de trascender la mera edición de libros, que es algo que no es poca cosa y que amamos hacer y nos parece valioso que alguien haga. Qué sería de nosotros sin libros! Siempre quisimos editar libros para poder difundir el valor transformador de la arquitectura. 

En nuestro sitio web hay un pequeño texto en donde expresamos que nuestro objetivo siempre fue traducir arquitectura para arquitectos; escuchar lo que un arquitecto, un colectivo, una institución, o una universidad, quiera expresar, para convertirlo en un objeto editorial que pueda dialogar con un lector y servir como un vehículo para que el autor pueda expresar sus ideas. 

Y además, el objetivo es tratar de que esos libros, esas muestras, las exposiciones, perforen la burbuja endogámica del mundo de los arquitectos y puedan salir a un público más diverso, amante de la belleza innata de la arquitectura, curioso de las formas de habitar, de la evolución de la ciudad. 

—Para el lanzamiento de La Gaceta como portal web, Alejandro Csome (conocido en redes como Bauhasaurus) visitó el Colegio de Arquitectos de Rosario y participó de una entrevista en vivo en la que destacó la necesidad de abandonar la endogamia para comunicar arquitectura con nuevos lenguajes que amplíe su llegada a la sociedad. Lo que vos planteás coincide con esa mirada.

—Sí, Alejandro es un gran comunicador de arquitectura. Él ha encontrado un formato para hablarle de arquitectura a gente que no quiere hablar en términos pacatos o crípticos y prefiere escuchar a hablar de arquitectura en forma directa como lo hace él.

Hay muchos otros muchos comunicadores de la arquitectura que hacen el esfuerzo de hablarle al público general: hay fotógrafos que reflejan con belleza lo que está haciendo la matrícula en el país, directores de museos de arquitectura, gestores culturales de pequeños espacios como el nuestro (que hay muchos en el mundo) y que tratan desde sus espacios difundir arquitecturas que les parecen valiosas.

Hay profesores de arquitectura en todas las universidades que desde la academia y desde la investigación, también transforman la realidad. Creo que el colectivo de la arquitectura es muy grande e incluye también a los usuarios, a los que poco se los escucha y tienen mucho para decir.

—Así como en la arquitectura hay un devenir, con obras que constituyen un legado materializado en obra construida, la edición de libros y la divulgación de la disciplina también puede ser entendida como una forma de hacer arquitectura…

—Yo creo que sí. De hecho, uno de los piropos y cariños más grandes que nos han hecho fue en el Colegio de Arquitectos de Cataluña durante la presentación de una colección de libros que editamos acerca de jovenes arquitectos catalanes, «El material de lo construido», impulsada por la empresa Saint-Gobain. Allí Josep Ferrando presentó la mesa y dijo: “La arquitectura se hace poniendo un ladrillo arriba del otro, pero también poniendo un libro al lado del otro”. Yo me sentí muy halagado. Y, aunque él lo decía en relación a nuestros libros, pero yo los podría extrapolar a cualquier libro.

Publicar es una forma de hacer arquitectura, como lo es también dibujar aunque no construyas lo que proyectaste. Por eso es tan maravillosa la disciplina de la arquitectura y permite tantas salidas laborales. Nosotros creemos que hacemos arquitectura. Por lo menos transformamos la realidad a través de los libros como los arquitectos lo hacen a través de sus proyectos u obras. 

La tarea cultural es una tarea de formación, pero también de transformación. En ese sentido, publicar arquitectura, siempre y cuando lo hagas con respeto y con pasión, es parte de esa épica. 

—¿Cómo surgió tu vínculo con Rosario? ¿Qué particularidades encontrás en la comunidad de arquitectos de esta ciudad y en la forma de comunicar sus trabajos?

—Mi relación con Rosario empieza de la mano de varios arquitectos rosarinos. Fundamentalmente del Chelo Molina, que nos dio una gran mano post crisis. En el año 2002 nos pusimos a hacer un libro que se llamó “Rosario, arquitectura con identidad”, que fue un libro muy interesante. 

Como casi todo el mundo, nosotros desde Buenos Aires habíamos detectado que Rosario era líder en el país en términos de calidad arquitectónica, que había una corriente muy coherente entre la obra privada, la obra pública, y los ejercicios y resultados de la facultad de la UNR. 

Muy atentos a eso, con Claudio Robles -socio de esa época- decidimos encarar ese libro, que luego fue premiado por la SCA como mejor libro de 2006. Ese libro compiló una serie de obras privadas y públicas que tenían que ver con lo que estaba haciendo la ciudad en ese momento, de abrirse al río y de generar los edificios magníficos que son los centros de gestión y participación, más la obra sanitaria, las obras privadas muy interesantes para su época, más el trabajo de la facultad. 

Hacer ese libro nos llevó a viajar a Rosario muy seguido por dos años, y nos enamoramos de la ciudad. Fue un flash. Para nosotros Rosario fue una segunda casa, fuimos muy bien recibidos y el libro muy bien aceptado. A todo el mundo le pareció que era un libro que era necesario editar para reflejar este fenómeno. 

Gracias a ese libro tuvimos la oportunidad de conocer y de publicar la obra de Nicolás Campodonico y de otros arquitectos rosarinos que nos parecieron deslumbrantes y que hasta el día de hoy seguimos editando y publicando. Luego vendría toda una serie de publicaciones acerca de Rosario hasta esta última que es “Ambientes de Arquitectura, Fotografías de estudios de Rosario y sus protagonistas”, que es parte de una colección que se inició con el tomo de Buenos Aires, siguió con el tomo de Rosario y en la que ahora estamos editando un tercer tomo de Barcelona y pronto un cuarto de Madrid, y que tiene que ver con mostrarle al público en general cómo son los espacios de trabajo de los arquitectos, esos universos maravillosos.

Nuestro fotógrafo de cabecera, que es Albano García, siempre con un editor o crítico de arquitectura -el libro de Buenos Aires lo escribió Edgardo Freysselinard y al de Rosario lo escribió Aníbal Fucaraccio- reflejan esos espacios de arquitectura que nosotros seleccionamos. Es muy lindo el diálogo entre las fotos en blanco y negro de Albano y los textos de quien escribe cada uno de los tomos, que tratan de dar al lector una mirada acerca de las sensaciones que ese espacio de arquitectura transmite. 

Y en el caso de Rosario, la experiencia fue mejor porque el Colegio de Arquitectos cuando le propusimos que nos ayude a hacer este libro decidió hacer un llamado público para que se presenten arquitectos espontáneamente enviando las fotos de su estudio.

El libro publicó 35 maravillosos estudios de arquitectura de Rosario por dentro, y eso para mí fue como una vuelta de tuerca interesante entre ese primer libro y este último; uno que reflejaba la arquitectura y otro que reflejaba el espacio de trabajo de los arquitectos que la pensaron. Regalos que nos depara este oficio de editar.