por Arq. Jeremías Caramuto*
La ciudad de San Lorenzo tiene la singularidad de haber iniciado de modo formal su existencia en un momento histórico posterior al de la construcción del convento San Carlos. La fecha de fundación de la ciudad, de hecho, se fija con la inauguración del convento franciscano en 1796. Toda la ciudad creció satelitalmente bajo la sombra del convento, en lotes que los mismos frailes donaron y vendieron a los primeros pobladores.
Para entender la importancia del Convento San Carlos sólo basta con repasar los hechos históricos que allí sucedieron: fue escenario del bautismo de fuego del General San Martín y sus granaderos; centro logístico de todas las misiones que urbanizaron muchos de los pueblos evangelizados del norte del país; paso obligado de todos los presidentes y próceres argentinos; y residencia provisoria del naturalista inglés Charles Darwin en su exploración por Sudamérica.
Vale destacar, también, la importancia de la biblioteca conventual, con una vasta colección de incunables, únicos en el mundo, y fotografías de todas las misiones realizadas por los franciscanos, siendo uno de los primeros archivos fotográficos de la provincia.
Por todo esto, el poder y la influencia de la Iglesia Católica en aquellos años era enorme, por lo que es de imaginar que la arquitectura privada y estatal (el Estado como tal, aún era incipiente), se haya visto afectada y encorsetada por el convento y su iglesia.
Haciendo un paralelismo entre Rosario y San Lorenzo, dos ciudades separadas por apenas 15 kilómetros, es notable la diferencia entre los resultados arquitectónicos de esa época. Así, en Rosario se observan palacetes, palacios, casonas beaux arts, etc, mientras que en San Lorenzo no prevalecen esos tipos de construcciones. Por el contrario, florecen casonas sin decoraciones típicas, construcciones muy despojadas, inspiradas en la arquitectura conventual española, “un estilo herreriano” podría resumirse.
Asimismo, es pertinente señalar que estas diferencias no sólo fueron producto del influjo arquitectónico religioso del Convento San Carlos; Rosario tuvo, desde sus orígenes, una burguesía pudiente que permitió una expansión de la arquitectura ecléctica en la zona. San Lorenzo, en contrapartida, fue poblada por pescadores y personas que dependían del convento: albañiles, peones, etc.
Esa impronta continuó presente aun cuando la población fue en aumento. La ciudad se desarrolló entre el río Paraná y la ruta 11, siendo éste el eje de crecimiento durante décadas, pero las edificaciones mantuvieron ese espíritu austero y despojado. Resulta significativo que recién en la década del ‘70 se haya superado la altura de la aguja de la iglesia. Ello no tuvo que ver con cuestiones técnicas, ya que pudo haberse realizado mucho antes. El sacro respeto que se le tenía a la historia de la ciudad y a su convento demoraron ese logro.
Con el establecimiento de refinería YPF en el año 1938, se inició un proceso de asentamiento de numerosas industrias y puertos en la ciudad. Esto dio origen a una dinámica diferente, que demandó el diseño y la construcción de barrios enteros para los obreros empleados en las distintas fábricas (barrio SUPE, Cerámica, YPF, etc.).
A la vez, surgieron pequeñas empresas metalmecánicas y emprendimientos que comenzaron a gravitar alrededor de estas industrias (la mecánica de “satélite” se vuelve a repetir como aquellos primeros pobladores alrededor del Convento). Estas empresas incipientes crecieron de manera exponencial. Su desarrollo constituyó el germen de una pequeña burguesía. Esto marcó un nuevo hito en la fisonomía de la ciudad, ya que comenzaron a aparecer los primeros cines, galerías comerciales y otros emprendimientos que fueron complementando la demanda hacia la ciudad.
Otro gran hito que hizo al desarrollo urbano y social de la ciudad fue el dragado del río Paraná en la década del 90’. Esa obra permitió la creación de decenas de puertos de ultramar para embarcaciones tipo “Panamax”. Estos puertos convirtieron a la ciudad de San Lorenzo, por primera vez en la historia, en la mayor aduana del país, por encima de Buenos Aires. En ese contexto, la ciudad pasó a tener el ingreso per cápita más alto de la provincia de Santa Fe y uno de los mayores de Argentina.
Ello resultaba lógico si se tiene en cuenta que más del 70% de los granos producidos comenzaron a salir al exterior desde estos lares. Este proceso tuvo, además, otra consecuencia virtuosa: atrajo la radicación de más industrias y empresas de servicios locales, como así también la de numerosas agencias marítimas y puertos de cabotaje.
Este círculo virtuoso permitió que la ciudad y sus habitantes prosperasen aceleradamente, lo que trajo como resultado la aparición del primer (y hasta ahora único), barrio privado de la localidad. Junto con el nuevo ingreso a la autopista Rosario-Santa Fe (por Bv.Urquiza) sumarán un nuevo eje a la ciudad, en este caso, perpendicular al río Paraná.
Otro de los factores que potenció el florecimiento económico fue la demanda de capacidad laboral extra a la existente en la población. Así, se pudo apreciar una migración temporal de obreros calificados, profesionales y puestos jerárquicos que provocó una mayor demanda habitacional. De este modo surgieron los primeros edificios.
Estos primeros PH se realizaron en su mayoría con capitales locales, en coincidencia con la bonanza reinante, fruto del “boom de la soja”. Vale aclarar que los edificios de vivienda, hasta la fecha, son en su mayoría construidos con el único fin de la rentabilidad.
Por una cuestión de cultura e idiosincrasia, los habitantes de San Lorenzo siguen prefiriendo la casa tradicional, y los departamentos solamente tienen como finalidad destinarse para alquiler a los migrantes laborales, matrimonios jóvenes o solteros.
Para ilustrar este punto, traigo a colación mi propia experiencia como proyectista y constructor de edificios: nunca, en 15 años de trayectoria, ejecutamos departamentos de dos dormitorios. Todos fueron monoambientes y dos ambientes. Esta característica, que señala a esas construcciones como meramente especulativas, hace muy difícil generar una arquitectura de calidad para ellas.
De todos modos, es cierto que en los últimos años (sobre todo pos pandemia), comenzaron a tener lugar algunos emprendimientos inmobiliarios de calidad arquitectónica superior. Quizás ello se deba a la evolución lógica que deba darse una vez satisfecha la demanda de edificios de bajo coste.
También puede atribuirse a mejoras infraestructurales en la costanera de la ciudad, lo que permite sumar nuevas visuales y accesibilidad al rio, factores que antes se encontraban vedados.
Asimismo, cabe señalar que la migración temporal del personal afectado a diferentes trabajos, sumada al hecho de que San Lorenzo es cabecera de departamento, provocan un proceso de urbanización y desurbanización constante.
Durante el día, se estima una población de entre 150.000 y 200.000 personas, lo que hace que la ciudad sea dinámica y, en ocasiones, caótica. En cambio, durante la noche permanecen solamente los habitantes que residen (alrededor de 50.000), hecho que la transforma en una ciudad completamente diferente a la diurna, apacible y despoblada.
En resumen, se puede entender a la ciudad y su evolución a partir de los tres hitos fundacionales nombrados en este texto: el emplazamiento del Convento San Carlos, la llegada de refinería YPF y el dragado del rio Paraná.
En referencia a lo analizado, presento tres obras que sintetizan la situación arquitectónica y constructiva actual de San Lorenzo: un edificio de viviendas destinado a rentas, una reforma y ampliación de una casa dentro del casco urbano y una vivienda en el barrio privado.
Torre Araucana
El edificio de viviendas Torre Araucana se encuentra en el centro neurálgico de la ciudad, frente a la Municipalidad de San Lorenzo y a escasos metros de la denominada “esquina de los bancos” (intersección de Ruta 11 y Bv. Urquiza), conformado en su totalidad de departamentos de dos ambientes y un ambiente.
El concepto de diseño fue la de deconstrucción de la torre tradicional, partiendo al edificio en dos bloques desfasados y en voladizo. La idea surgió para generar una continuidad de la fachada urbana existente, ya que la misma no presenta una altura superior a diez metros.
Como consecuencia de su emplazamiento, orientado hacia el oeste, frente a la plaza cívica del palacio municipal y la escasez de edificaciones en altura; se resolvió proyectar una fachada con parasoles de tensores de acero inoxidable, esto permitiría el rechazo del sol en verano, sin perder las visuales de la ciudad.
Ampliación de vivienda San Carlos
La obra se encuentra en el sur de la ciudad, en barrio San Martín sobre calle San Carlos, en la zona conocida como barrio “Cerámica”. Las casas de ese lugar eran los hogares de los obreros que trabajaban en la extinta “Cerámica San Lorenzo”.
Estas viviendas tenían la singularidad de no contar con cocheras (en esa época un auto era un bien de lujo) y en su mayoría, en un mismo terreno se emplazaban varias casas en condominio, una detrás de otra desde la calle hacia el fondo, dejando un paso de acceso en condominio. De este modo, el valor del terreno se amortizaba entre varias familias.
La obra intervenida contaba con esas características: tres casas en condominio, muy diferentes unas de otras, sin cochera, sobre planta baja. El concepto de diseño de la ampliación fue distinguir cada planta, individualizando cada piso, replicando el concepto primigenio de condominio: lo que sucede hacia atrás en horizontal y sobre planta baja, se replica hacia arriba en corte, en dos plantas.
La planta baja se mantuvo original. Solamente se restauró su fachada, para mantener de esa manera la tradición y la historia del barrio.
Las dos plantas adicionadas, se diseñaron enfatizando los elementos verticales y horizontales, generando una tensión en todo el conjunto, “apilando” fachadas diferentes entre sí, al igual que sucede hacia atrás en el condominio primigenio. El techo del paso en condominio existente se aprovechó como terraza y patio de todo el conjunto, permitiendo un lugar de ocio y encuentro.
Casa “Satélite”
La vivienda se encuentra emplazada dentro del barrio privado Portal del Sol, proyectada para una familia de tres integrantes. La casa cuenta con cocheras, comedor, cocina, dormitorios y quincho.
Buscando una premisa de anclaje histórico e identitario con la localidad, se diseñó y compuso en base al análisis de la planta del Convento San Carlos, retomando la idea de “satélite” del convento. La planta del sector más antiguo es un claustro conventual típico, con muros de altura constante y monomaterial (en caso del convento ladrillo visto).
Explorando entre esos lineamientos, se planteó plegar los muros de manera diferente, manteniendo constante la altura de los mismos, formando diagonales ascendentes, para obtener un claustro en espiral, quebrando los muros y superponiéndolos, obteniendo una variada espacialidad.
Para conseguir esa flexibilidad espacial se optó por hormigón armado, lo que permitió exacerbar las posibilidades arquitectónicas/estructurales, de esta manera, reconfigurando la antigua planta conventual.
Siguiendo ese juego de espejo con el convento, se decidió que la estructura sea el ornamento, siendo las fachadas completamente austeras y desprovistas de todo artilugio. Estas decisiones permitieron que la obra emerja del terreno como un organismo, o el fósil de un organismo.
Se designó en un sector un pequeño claustro, que permite el ingreso de una luz cenital y ventilación y, además, funciona como un jardín interior. Los pliegues de los muros conforman el resto de la espacialidad, el comedor en doble altura, y en planta alta los dormitorios, que a su vez cumplen la función de cochera sobre planta baja.
La obra, en general, busca, a través de sus espacios, transmitir al usuario el disfrute fenomenológico, envuelto en un aura de austeridad y monumentalidad que subyace en la arquitectura conventual.
Hacia el norte de la casa, se ubica el quincho, que en su interior cuenta con parrillero y toilette. El mismo, se proyectó con la misma lógica de las diagonales ascendentes, reinterpretando el concepto moderno de “ventana corrida”.
La obra toca apenas en 4 puntos el terreno, permitiendo una visual hacia todas las orientaciones. El control térmico se diseñó de acuerdo a la vegetación circundante.
Desde la planta alta de la casa, se observa el quincho como una gran escultura que reposa sobre el patio. Y desde el quincho, la casa se observa como una continuidad del mismo, fusionando el interior con el exterior.
El quincho es sinécdoque de la casa y viceversa. A su vez, la intención es que la propia casa fuera sinécdoque del Convento, como el Convento lo es de la ciudad. Desde la unidad mínima, la búsqueda arquitectónica es la representación de lo vernáculo, a fin de que tenga una carga cultural autóctona en cada parte proyectada y construida. El resultado formal es, entonces, consecuencia de la realidad histórica y cultural del lugar.
Para concluir, creo valioso resaltar que la metodología de trabajo adoptada para la producción arquitectónica de mi estudio, es pensar las obras a realizar como ruinas futuras (bases eternas de las formas, la geometría, formas puras y la base de ordenación de los elementos) de un presente incierto y cambiante, inscriptas en el acervo cultural antes descripto.
Bajo esas premisas, las obras a realizar deberían trascender las vicisitudes contemporáneas: modas, automatismos o las inteligencias artificiales, tan en boga actualmente. Proyectar a través de ese cristal atemporal, pero nunca anacrónico.
*Jeremías Caramuto es arquitecto y Magister en Teorías Arquitectónicas Contemporáneas
Instagram: @jerecaramuto