La Universidad Abierta Interamericana (UAI) viene transitando un cambio significativo en su modelo educativo, con el pasaje de la estrategia tradicional basada en contenidos y objetivos, a una matriz centrada en competencias y resultados de aprendizajes.
“Esto que parece una diferencia semántica, no lo es, ya que implica modificaciones radicales en muchos sentidos”, dice a La Gaceta el arquitecto Juan Germán Guardatti, quien desde 2021 se desempeña como director de la carrera de Arquitectura y de la Licenciatura en Diseño de Interiores.
En esta entrevista, nos cuenta en qué consisten esos cambios, cómo se fueron implementando y cómo impactan en la relación entre el cuerpo docente y los estudiantes.
—¿En qué se traduce, concretamente, este cambio de paradigma que viene implementando la UAI?
—Se traduce en que toda la práctica tiene que estar apuntada al aprendizaje, y no a la enseñanza. Entonces, el foco está en lo que el estudiante va a aprender, en cuál es la experiencia educativa que va a tener, en cuáles son las competencias que ese estudiante va a adquirir al final del trayecto educativo.
Una competencia es un saber hacer contextualizado. En ese saber contextualizado hay que poder identificar problemas, evaluar alternativas para llegar a ese problema habiendo evaluado las distintas alternativas posibles. Entonces, hay una práctica educativa que uno hace con el alumno, en donde no importa que el alumno sepa determinada cuestión sino que con ese saber que adquiere o que trabaja sepa discriminar en qué momento lo tiene que aplicar.
Es un modelo educativo que tiene una estrategia pedagógica y tiene estrategias didácticas para llevar adelante eso. Está más puesto el foco en lo que el estudiante adquiere para poder interferir en el medio que todo ese conjunto de saberes que una persona tiene que tener. Esa diferencia que parece sutil, es mucho más profunda. Y es un desafío bajarlo al claustro porque todos fuimos formados en el otro modelo.
—¿Y aparecen resistencias o dificultades en los docentes, que fueron formados en otra lógica, para incorporar estos cambios y ponerlos en práctica?
—Estamos todos aprendiendo. Se está rompiendo esa cosa jerárquica de que el que aprende es el alumno, cuando en realidad todos lo estamos haciendo al mismo tiempo porque transitamos un trayecto diferente. Como la UAI tiene una fuerte presencia de las carreras de educación, y la vicerrectora académica es doctora en educación, tenemos mucha incidencia de ese aspecto en la práctica docente.
Tenemos mucha capacitación pedagógica, hay una fuerte veta que atraviesa la facultad en ese sentido. Eso hace que estemos muy cerca de los estudiantes, y a su vez la escala de la facultad lo permite, y este modelo educativo en general que tiene la universidad nosotros lo ponemos en práctica en la facultad en realizar ejercicios que estén integrados entre todas las asignaturas. Nosotros los llamamos “trabajo único” porque es único de cada estudiante.
Entonces, los estudiantes van desarrollando prácticas dentro de cada asignatura, y ejercicios prácticos integrales que desarrollan en todas las materias. Es interdisciplinario. Ese trabajo único, además está desprendido de un proyecto de investigación de algunos de los investigadores que tenemos en el Centro de Altos Estudios de Arquitectura y Urbanismo (CAEAU).
Este investigador presenta una problemática -este año estamos trabajando la nueva centralidad de Puerto Norte- y toda la facultad trabaja en ese problema y se despliega en distintos tipos de ejercicios que hacen quinto, cuarto, tercero, segundo y primer año. Cada uno toma un aspecto de ese problema. Todos, por nivel, trabajan de modo integrado con el resto de las asignaturas. Y todos los profesores trabajan en ese proyecto.
—¿Qué aporte hacen al nuevo modelo educativo las modificaciones edilicias y el diseño del espacio áulico que se han realizado ?
—La universidad está llevando adelante unas transformaciones edilicias pensando en este cambio en el modelo educativo. En esta sede, de avenida Pellegrini y Presidente Roca, en toda la planta baja donde antes funcionaba la AFIP se desarrolló un nuevo ingreso, cuatro aulas, un espacio común y una biblioteca.
Y el espíritu del diseño de estas aulas es romper la centralidad en el profesor, del foco puesto en el pizarrón y la cuestión jerárquica en la diagramación del espacio. Se llaman aulas 360 porque el espacio fluye sin una sola atención. El mobiliario contribuye a romper eso de un alumno detrás del otro, cada uno en su banco y mirando hacia adelante, a distintos tipos de lugares dentro del aula donde los estudiantes pueden sentarse, porque se supone que en un aula no todos los estudiantes están haciendo lo mismo al mismo tiempo.
El profesor puede vincularse de un modo diferencial con cada estudiante. Y el espacio físico favorece ese modelo pedagógico. Esto viene del Plan Estratégico 2020-2025 que tiene la universidad, en donde se trazan algunos lineamientos para trabajar. El modelo educativo es uno, el del espacio físico es otro, y el de la descentralización es el otro. La descentralización significa que, más allá de que haya una organización estipulada para llevar adelante la universidad, todos podemos aportar de forma horizontal.
Lo mismo que hacemos en un aula se replica en todos los ámbitos de la facultad. Es una cosa nueva que vamos llevando adelante y que vamos aprendiendo a medida que se transita este camino. Y otra cosa que estamos haciendo es vincular todo esto entre las dos carreras: Arquitectura y Diseño de Interiores, que no sean compartimentos estancos. De hecho hay profesores que están en las dos carreras. Si bien entendemos que puede haber objetos de estudios diferentes entre ambas carreras, hay un trabajo colaborativo. Se complementan.
—¿Están llevando a cabo alguna estrategia para que Diseño de Interiores deje de ser vista como una carrera menor, limitada a la idea de decorar espacios?
—El plan de estudios de Diseños de Interiores se traza justamente eso; llevar adelante la profesionalización de la carrera, que hoy se entiende como algo menor. Dejar de entender la profesión como un decorador de interiores. Es una carrera que tiene un plan de estudios que en su estructura es equivalente a arquitectura, con una carga horaria similar: son cuatro años más trabajo final de carrera.
Hay un objeto de estudio o centro disciplinar distinto pero que es próximo y complementario. Esa carrera sigue muy estereotipada. Casi todas las que la cursan son mujeres. Es algo que tiene que cambiar. La deconstrucción que estamos llevando adelante como sociedad no está superada, está pasando ahora. En el campo del diseño de interiores, en el ámbito laboral, hay miles de hombres. Y sin embargo, al momento de elegir la carrera la eligen mayoritariamente mujeres. Creo que hay un prejuicio fuerte en eso.
—¿Notás que los alumnos y las alumnas asimilan sin problemas ese cambio porque sintoniza con la lógica con la que ellos interactúan y se relacionan con su entorno?
—Sí. Los estudiantes lo entienden mucho más rápido que los profesores. Creo que es algo generacional. Todos hemos sido formados en otro modelo educativo. No hay una resistencia por parte de los docentes, sino un aprendizaje. Hay una planificación, los programas de todas las materias cambian porque desaparecen los objetivos y aparecen las competencias y subcompetencias, los resultados de aprendizaje.
Hay una planificación diferente que requiere de muchísimo trabajo porque requiere que los profesores tengan que revisar los programas y sus prácticas y se capaciten. En eso, la facultad está siempre muy encima de las direcciones de carreras y de los profesores.
—La incorporación de dispositivos tecnológicos también debe ayudar a empujar algunos cambios…
—Sí. Los estudiantes tienen mucho más incorporado el uso de la tecnología dentro del aula, porque hoy un teléfono es una herramienta educativa. Yo muchas veces me cuestiono la construcción de una clase teórica. ¿Yo como profesor tengo que armar la clase magistral en donde todos los datos están en un Power Point o un PDF, o debería construir un dispositivo donde una parte lo esté presentando yo y otra parte la vayan trabajando los estudiantes?
Mucha de la información la tenés que construir en ese momento, y todos los estudiantes tienen la posibilidad de conectarse a un buscador de información. Nosotros tenemos que colaborar en cómo trabajar con estos dispositivos. El tema es cómo editar y validar esa información. Y ahí nosotros podemos colaborar en esa validación, que los estudiantes tengan una actitud crítica respecto a esa información.
Quiero decir, hasta hace muy poco, un alumno mirando un teléfono era interpretado como distracción. Y hoy en las aulas el teléfono y las computadoras tienen que estar prendidas, incorporadas dentro de las prácticas educativas y las estrategias didácticas.
—¿Cómo impacta este nuevo modelo en las competencias de los egresados y las egresadas para insertarse en el campo laboral?
—La idea es que ellos puedan insertarse en entornos laborales. Eso es muy amplio. Porque depende del perfil de cada alumno. Nosotros le hacemos entender que van a insertarse en un contexto laboral determinado, que van a tener algunas herramientas, y que a otras las van a tener que gestionar. Se busca que sean autónomos y que puedan evaluar lo que tienen y gestionar lo que les falta, porque eso también es parte del aprendizaje.
Claro que trabajamos para que tengan la mayor cantidad de competencias. Las competencias están vinculadas a las incumbencias profesionales, por lo tanto trabajamos con lo que se supone que un estudiante tiene que saber hacer cuando sale, y conocer sus límites. Y que, cuando llega a ese límite, tenga una actitud crítica para entender que tiene que seguir estudiando, que tiene que adquirir un conocimiento que no tiene.
Esto que parece una obviedad, no lo es, porque hay gente que tiene sólo un trayecto educativo y cree que con eso puede resolver el problema de una ciudad. En cuanto a la inserción laboral, la carrera colabora de distintas formas: con una materia que se llama Práctica Profesional Asistida, donde los estudiantes tienen que tener un momento fuera de la universidad para desarrollar parte de su ciclo final bajo el formato de pasantías en estudios, organismos públicos; luego está el Trabajo Final de Carrera, con un trabajo único donde un estudiante desarrolla un proyecto basado en un problema que detecta y que es abordado desde todas las perspectivas que aportan las distintas materias que cursa en la facultad.
Esto es previo al egreso. Pero cuando egresan, a los estudiantes los tomamos como insumo para las prácticas que se desarrollan dentro de la facultad. Por ejemplo, muchos quedan como ayudantes, pero tenemos ciclos de conferencias en donde los egresados vienen a contar y exponer sus trabajos final de carrera, que están vinculados a problemáticas específicas que los estudiantes vienen trabajando como proyecto de investigación.
—¿Cuentan con actividades específicas para mantener un vínculo con los egresados y las egresadas de la carrera?
—Sí. Buscamos que haya una retroalimentación de los egresados al claustro. Los mismos graduados, cuando inician sus estudios profesionales toman a estudiantes que hacen las prácticas profesionales. Por una cuestión de escala tenemos mucho vínculo entre grado y ejercicio profesional. Hay una egresada que fue a estudiar a una universidad en Chicago y se quedó a vivir y trabajar allá. Y ahora es la vicepresidenta de un colectivo de arquitectos latinoamericanos que están radicados en EEUU.
Este colectivo organiza jornadas anuales donde generan contacto con distintas universidades en torno a streaming point, que es un lugar donde vos tenías que reunir a los estudiantes para que juntos se conectaran a las conferencias. Me pareció algo novedoso e interesante porque estábamos todos conectados juntos acá en la UAI (y no cada uno en su casa), y ella vino acá e interactuaba con las conferencias y con nuestros estudiantes.
Eso da una perspectiva de trabajo de internacionalización que queremos alentar desde la misma facultad; que no sea una motivación individual sino que seamos nosotros mismos los que alentemos a entender que el universo de cada estudiante no termina acá sino que hay otros lugares de conexión. Y cuando tenemos vínculos, como es el caso de esta estudiante, los alentamos.
Después hay otras prácticas. Estamos trabajando con lo que son las aulas espejos: un profesor de acá da clases en otra materia de la Universidad San Sebastián de Chile. Y el profesor da clases acá. Es una experiencia que se hace puntual y los estudiantes comparten por una o dos clases esa experiencia de tener profesor y estudiantes de la otra universidad.
—¿Han diseñado algún tipo de estrategia para elevar el número de egresadas y egresados? ¿Vienen observando algún resultado alentador?
—A nosotros eso es algo que nos preocupa porque tenemos una población muy grande de estudiantes que no son de Rosario y que, cuando terminan sus estudios, vuelven a sus lugares y empiezan a ejercer las prácticas en localidades donde a veces no está la presencia de los colegios profesionales o donde no está la perspectiva de profesionalizar y colegiar el trabajo que uno hace. Entonces no tienen su título de grado.
Esa fue una de las cosas que estuvimos revisando para que todos puedan cerrar el ciclo. Una vez que terminan empezamos a generar un seguimiento mucho más estrecho. Y hemos acortado la cantidad de estudiantes que no tenían su título. De hecho, de los chicos que terminaron quinto el año pasado, este año ya se graduó la mitad. Antes esto no era así.
—¿Cómo definirías al perfil de los y las estudiantes de Arquitectura y de Diseño de Interiores de la UAI?
—Es muy variado. Esta universidad tiene la capacidad de generar contención, y nosotros a su vez buscamos colaborar para que dentro de esa contención los estudiantes construyan autonomía. El estudiante que viene a la UAI busca eso, y sabe que va a tener una estabilidad en su trayecto académico, que va a ser acompañado, que va a tener referentes próximos, con vínculos muy estrechos con los profesores. Eso ya define una dinámica interna, más que un perfil de estudiante, que es algo más variado.
Nosotros buscamos la diversidad y la potenciamos. Como es uno de los pilares, que está puesto en la admisión de la universidad, acompañamos eso y evitamos que haya una homogeneización en la práctica que lleve a borrar la cuestión identitaria de los estudiantes. Buscamos un estudiante que pueda estar en contacto con la realidad y el medio donde va a operar. Esa es una perspectiva: entender que esa diversidad de egresados va a intervenir en un contexto cada día más diverso.