Arquitecto Joaquín Fernando Pérez, presente en el recuerdo

A un año del brutal crimen del arquitecto Joaquín Fernando Pérez, su hermano Leandro y su amigo y socio, Facundo Verzi, comparten con La Gaceta algunos recuerdos que reflejan la pasión que sentía por la profesión, y el respeto y cariño con el que se lo recuerda en los ámbitos que frecuentó.

por La Gaceta

El miércoles pasado se cumplió un año del crimen de Joaquín Fernando Pérez, el arquitecto de 34 años asesinado a balazos cuando guardaba su auto en una cochera del barrio de Arroyito, a metros de la casa que compartía con su mujer y su pequeña hija de dos años.

Tal vez, la sociología pueda explicar por qué este asesinato -uno más de tantos que se suceden día a día en esta ciudad- caló tan hondo en la comunidad, despertando movilizaciones masivas y erigiendo a Joaquín en un emblema del reclamo por justicia y mayor seguridad.

Los detalles del hecho, las implicancias judiciales, y el dolor que vivió y sigue viviendo su familia mientras persiste la impunidad, pueden encontrarse por cantidad en las coberturas periodísticas que desde entonces realizaron los medios de comunicación locales y nacionales.

En La Gaceta, nos sumamos al pedido de justicia y acompañamos a sus familiares y amigos en este triste aniversario. Desde el lugar que asumimos como publicación del Colegio de Arquitectos de Rosario, elegimos celebrar la vida de Joaquín desde un costado luminoso: rescatando su pasión por la arquitectura y difundiendo su obra, sus proyectos y sus anhelos en torno a la profesión.

En este itinerario por la vida y la obra de Joaquín, tendremos a dos guías que hablarán con voz propia. Uno de ellos es su hermano, el ingeniero civil Leandro Pérez, quien explicará el protagonismo que tenía el mundo de la construcción en su familia y repasará el despertar de la vocación de Joaquín y sus primeros pasos en la arquitectura.

La otra voz propia será la del arquitecto Facundo Verzi, quien forjó con Joaquín una estrecha relación de amistad y trabajo que se inició en la escuela secundaria, continúo en la facultad de arquitectura y perduró en la sociedad que ambos crearon para proyectar y concretar algunas obras.

Leandro Pérez (hermano de Joaquín):

“Joaquín era el más chico de la familia. Éramos papá, mamá y yo, que le llevaba seis años. Mi padre era maestro mayor de obra recibido en la Técnica 5. Y también había estudiado arquitectura, pero dejó para ponerse a trabajar, y porque mi mamá quedó embarazada. Ella también había empezado a estudiar arquitectura junto con mi viejo. Y mi bisabuelo era técnico constructor egresado en Italia. Solíamos decir que el tema de la construcción era algo muy fuerte en la familia.

Mi hermano hizo la primaria en una escuela privada, donde hizo muchos amigos que siguió viendo hasta su fallecimiento. Después estudió en la Técnica 5, al igual que mi papá y yo. Para nosotros fue maravillosa esa escuela porque significaba un despertar. En mi familia siempre la recordamos con cariño porque nos permitía hacer las cosas que nos gustaban, desarrollar nuestra vocación.

Joaquín se recibió con muy buenas notas y fue elegido por sus compañeros como el mejor amigo de la clase. Antes de terminar la secundaria, ya se había inclinado por la arquitectura porque le gustaba mucho.

Después empezó la facultad y ya estaba a las claras que tenía que ser arquitecto. Terminando la carrera hizo proyectos fabulosos. Los profesores lo elogiaban como buen proyectista, con una visión de simpleza. Terminó la carrera bastante rápido. Se recibió estando de novio con la que es su esposa y madre de su hija.

Fue un logro para él haber terminado la facultad siendo que en el camino perdimos a nuestros padres. Se fueron en poco tiempo, sin vernos recibidos de lo que nos gustaba. Pero logramos, con mucho esfuerzo por parte de mis padres y de mis abuelos, el cometido de que por primera vez en la familia hubiera dos egresados de la universidad.

En su trayectoria profesional, Joaquín empezó haciendo algunos trabajos como dibujante en algunas empresas de Rosario que se dedicaban al montaje metalúrgico. Una de ellas fue Mecall, donde trabajó dos años como dibujante. Después fue a trabajar a otro estudio junto con un agrimensor que también realizaba trabajos de arquitectura, haciendo también algunas tareas de obra. Esos fueron sus dos trabajos en relación de dependencia.

Después se largó solo, que es lo que él buscaba: ser su propio jefe. Quería ser independiente, tener su propia empresa. Hizo unos proyectos hermosos. Entre otros proyectos, tiene una casa inconclusa en la unión de Mendoza y San juan; es una casa grande para un cliente al que hizo refacción y la renovación completa. Casi que la demolió a cero y la volvió a hacer. Después hizo unas cuantas casas desde cero en Funes y Roldán, algunas para amigos de él que no eran del palo de la construcción, con proyectos muy buenos.

Y lo último que estaba haciendo, que creo que era con lo que podía llegar a despegar en su profesión, era un hotel en la zona del macrocentro de Rosario. Eso le iba a permitir empezar a proyectar en grande. Lamentablemente, quedó inconcluso.

Con Joaquín logramos hacer unos cuantos trabajos juntos; él haciendo sus tareas de arquitectura con sus clientes y contratándome a mí como calculista o asesor externo en cuanto a estructuras. Y también de metodología de trabajo, porque cuando él se largó a hacer sus trabajos, yo ya tenía casi diez años de trayectoria en el rubro, entonces se apuntaló un poco conmigo. Pero no necesitó mucho empuje para despegar por su cuenta y salir adelante.

Siempre rescaté la buena persona que era. Joaquín era muy querido por todos. No tenía enemigos. Todo el que lo conoció sabía que era una persona excelente, sin vueltas y sin dos caras. Como profesional trataba de ayudar a sus clientes, a veces cobrando de menos para satisfacer las necesidades de quien lo contrataba.

Joaquín fue un excelente marido, un excelente padre con su hija en el poco tiempo que la pudo disfrutar. Y también un excelente hijo y hermano.

Quiero rescatar que era muy querido por las personas que trabajaban con él, por los obreros de la construcción a los cuales guiaba para concretar sus proyectos. Hasta el día de hoy me escriben chicos que trabajaban con él, capataces, albañiles, o ayudantes que aún sienten el dolor por su pérdida.

No me voy a olvidar nunca lo que me dijo uno de ellos en su funeral: Me abrazó con los ojos llenos de lágrimas y me dijo ‘tu hermano fue la primera persona que me puso en blanco y me ayudó con cuestiones personales mías y no me pidió nada a cambio’. Que una persona que sólo lo conoció en el ámbito laboral me diga eso, me llena de orgullo”.

Facundo Verzi (amigo y socio de Joaquín)

“Con Joaquín nos conocimos en la escuela secundaria, la Técnica 5 de Corrientes y Santa Fe. Después yo dejé la escuela y terminé en otro colegio, y nos reencontramos en la UNR, en la carrera de Arquitectura. Un día me llega un trabajo para armar una casa a un cliente en Roldán, y como yo aún no tenía matrícula y él se había recibido de maestro mayor de obras, le propuse trabajar conmigo y se sumó. Ahí comenzamos un camino juntos desde lo laboral y una profunda relación de amistad. 

Apenas nos asociamos, formamos una pequeña pyme que se llamaba PZ+VZ (por Pérez y Verzi). Comenzamos trabajando en el anteproyecto de una casa que nunca se llegó a ejecutar porque el cliente terminó vendiendo el lote. Después de esa experiencia a Joaquín le llega el trabajo de un compañero nuestro de la secundaria y ahí sí pudimos proyectar y ejecutar la vivienda. 

Nuestro segundo trabajo fue una ampliación de una casita en calle Pascual Rosas 955, en la zona oeste de Rosario. Y después hicimos algunos trabajos más de reparaciones y remodelaciones.

Nuestra primera obra grande fue una casa de unos 325 m2 cubiertos en el barrio Las Tardes, en Roldán, cuya ejecución del proyecto duró dos años y medio y que hoy se encuentra construida y habitada. 

En el año 2020 realizamos un trabajo de remodelación en un centro de análisis e investigación de células madres que fue bastante complejo. Eran dos habitaciones que se iban a destinar a este tipo de investigación. Joaquín se ocupaba de tener todo sumamente controlado ya que iba a ser una habitación totalmente inerte y se requerían cuidados excesivos en los detalles.  

Cuando llegó la pandemia no teníamos mucho trabajo, entonces yo me dediqué a la comercialización con otro amigo y Joaquín, para poder ayudar a su familia, trabajaba en el mantenimiento de una residencia. A su vez, trabajaba en una obra de Mendoza y Liniers, en zona oeste, que quedó inconclusa. 

Joaquín era un arquitecto bastante tradicionalista. Siempre mencionaba a Mies van der Rohe. Le gustaban mucho las líneas rectas y austeras. Yo era todo lo contrario, mucho más rebuscado. Joaquín siempre fue muy centrado, y yo más alborotado. Quizás eso fue lo bueno de trabajar juntos, porque ambos llegábamos a una especie de centro de equilibrio. 

A veces me viene el recuerdo de una vez que, trabajando en el proyecto de una casa, hicimos hacer unos ladrillitos de madera para poder practicar unas trabas, y estuvimos horas metidos en eso, obsesionados.

Joaquín me dio una mano muy grande para poder recibirme. En las últimas materias mías él ya llevaba tres años recibido y me ayudaba con las materias de cálculo, que a él se le daba muy bien, tenía mucha facilidad. 

Lo que puedo destacar de Joaquín, aparte de su amistad, es que era un enamorado de todo lo que hacía. Disfrutaba de diseñar y le encantaba estar en obra. Amaba su profesión y trabajaba con muchísimo entusiasmo. Trabajar con Joaquín fue de las mejores cosas que hice en mi vida. Nos cuidábamos mutuamente y veíamos que íbamos creciendo juntos. Lo voy a recordar siempre con mucho cariño”.

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