por La Gaceta
En 1996, dos miembros del Colegio de Arquitectos de Rosario -Edgardo “Edy” Bagnasco y Adriana Attia- viajaron a Buenos Aires para visitar al arquitecto Rodolfo Livingston en su casa de San Telmo. Allí, no sólo pudieron dialogar en profundidad sobre diversos temas, sino que presenciaron y hasta participaron de una de sus entrevistas con clientes, esas que daban sustento al famoso “método Livingston”.
Ese encuentro en Buenos Aires no quedó en la anécdota o el recuerdo personal de sus protagonistas, ya que fue una experiencia inspiradora para dos iniciativas concretas que luego pudieron llevarse a cabo desde el Colegio de Arquitectos de Rosario: el proyecto de Ley de Asistencia Técnica (sancionada por ambas cámaras provinciales y pendiente de reglamentación), y la creación de la Comisión de Arquitectos para la Comunidad del CA D2.
A propósito del fallecimiento de Rodolfo Livingston el pasado 6 de enero, La Gaceta dialogó con los dos protagonistas de aquel encuentro en Buenos Aires y sumó a la charla a la arquitecta Alicia Negro, quien contó algunos detalles de la entrevista que por esos años le realizó a Livingston para el micro radial que el Colegio tenía en LT8.
—¿Cómo se originó esa visita a la casa de Livingston en Buenos Aires y qué recuerdos tienen de ese encuentro?
—Edy Bagnasco: En el Colegio había un grupo de arquitectos y arquitectas que teníamos cierta afinidad con lo que planteaba Livingston. Entre otras cosas, veníamos haciendo un micro de radio con el que buscábamos acercar la arquitectura a la gente y teníamos consultorios abiertos a las demandas de sectores postergados.
En el marco de tomar algunas ideas suyas y llevarlas a un nivel institucional para implementarlas de manera masiva en relación a la utilidad del arquitecto en la comunidad, en un momento surgió esa idea de ir a Buenos Aires para visitarlo y poder dialogar.
Fue en 1996. Viajamos con Adriana (Attia) y Livingston nos recibió en su casa-estudio de San Telmo. Era un departamento de edificio, creo que un cuarto piso, de estilo racionalista de los años cincuenta o sesenta, muy moderno.
Él estaba acompañado de Zelma, que había sido funcionaria del Ministerio de Salud de Cuba y con quien había trabajado en su experiencia en ese país. Livingston fue muy abierto con nosotros e, incluso, nos pidió que nos quedáramos a presenciar una entrevista que iba a hacer con unos clientes.
—Adriana Attia: A mí me pareció muy generoso de su parte que nos haga partícipes de esa entrevista. Recuerdo que era un matrimonio que iban a ver dos posibles alternativas para una casa. Y Livingston les comentó lo que había propuesto y quiso que nosotros nos sumemos para cotejar. Mi apreciación es que le salió esa vena docente que tenía al abrir el juego a nosotros para hacernos parte.
—Edy Bagnasco: Livingston ponía el foco en un aspecto de la arquitectura. Porque el contexto es mucho más que la reunión con el cliente; es el lugar, el sitio, la materialidad, es mucho más amplio. Y él, que tenía una gran formación, ponía casi todo el énfasis en la relación con el cliente. Se centraba en eso. Esa es mi percepción, y es lo que nosotros vivimos en esa oportunidad en que lo visitamos.
—Adriana Attia: Sí, Livingston le da mucho peso a la pregunta. Qué vas a preguntar y cómo, para él era muy importante, porque planteaba que a esas preguntas las elaboramos los arquitectos para obtener del cliente lo que quieren hacer con ese lugar para vivir; sus deseos, sus aspiraciones. Y muchas veces, los clientes tienen prejuicios para proponer cosas.
—¿Ese encuentro les resultó inspirador para realizar un abordaje similar desde el Colegio de Arquitectos de Rosario?
—Edy Bagnasco: Sí, de algún modo, podemos decir que la figura de Livingston, y esa charla que tuvimos en Buenos Aires, confirmaron una concepción que teníamos de que los arquitectos estábamos alejados de las grandes mayorías, de esas personas que no tienen acceso a un profesional de la arquitectura. Como él en Cuba había tenido una experiencia interesante, nosotros, como arquitectos del Colegio pensamos en la posibilidad de hacer algo similar desde ese ámbito.
—Alicia Negro: Desde el Colegio, con los Consultorios -que eran arquitectos que iban a un club de barrio o a vecinales y recogían las inquietudes para ver qué se podía hacer- y con el micro radial -que abrían la arquitectura al público en general- se planteaba un debate sobre esa mirada de la profesión.
—Edy Bagnasco: La Ley de Asistencia Técnica que impulsó el Colegio y que todavía no se reglamentó, fue al encuentro de eso. Livingston trabajaba mucho con las capas medias. Y nosotros creemos que hay sectores más amplios, en las villas, en los sectores populares, que no tienen acceso a la arquitectura.
Muy poca obra de arquitectura está hecha por arquitectos en esos lugares. Lo que buscábamos era cómo incorporar a esa masa de gente para que tenga acceso a un arquitecto. En función de eso nosotros impulsamos el proyecto de Ley de Asistencia Técnica.
Esa normativa permite que, en un barrio organizado institucionalmente en torno a una agrupación o una vecinal, ese conjunto arme un proyecto arquitectónico y se le ponga un valor. Todo el trabajo de proyectar está contemplado en esa Ley, porque el Estado está obligado a pagarlo.
Eso da un marco de acción de trabajo para los arquitectos impresionante, porque si el 80 por ciento de la comunidad no tiene acceso a los arquitectos y tenes una ley que pagaría honorarios a los sectores de baja renta para hacer sus casas, sus viviendas, sus barrios, tenés un campo de acción impresionante.
—Adriana Attia: Al mejorar el hábitat, mejorás la calidad de vida de las personas. Porque es hablar del proyecto, de los materiales, como mejorar el medioambiente, cómo quieren vivir esa personas. Y a su vez, ayuda al ordenamiento de la ciudad, desarrollada con un criterio.
Edy Bagnasco: La creación de la Comisión de Arquitectos para la Comunidad del Colegio -que en la actualidad sigue en pleno funcionamiento- también viene de ahí, de esa inspiración, por llamarla de algún modo, porque nace con la idea de acercar al arquitecto a la gente, que es un impedimento más cultural que económico. 150 viviendas construidas en el barrio Toba surgieron de esa inquietud nuestra, de meternos en una comunidad y de buscar recursos para hacerlo.
—¿Y cómo fue esa entrevista para el micro del Colegio en LT8?
—Alicia Negro: Yo le hice la entrevista en el Hotel Presidente, donde estaba parando en una visita que hizo a Rosario, porque por algún motivo no pudo ir a la radio. Fue muy cordial, me explicó el Método y, lamentablemente no puedo recordar con exactitud cuáles fueron las preguntas y sus respuestas. Pero se mostró muy predispuesto.
Yo le trasladaba las inquietudes que planteaban los oyentes en la radio. Porque nuestra intención para ese micro era captar la atención con temas de arquitectura que sean cercanos a la realidad de la gente. Y a Livingston le pareció muy bien que hubiera un espacio así en la radio, se mostró interesado en eso.
—Edy Bagnasco: Ese espacio en la radio era un micro semanal en el que hacíamos eje en consultas cotidianas como la aparición de humedad en una pared, o ese tipo de cuestiones. Al igual que le pasó a Livingston, había quienes consideraban que hacer eso rebajaba a los arquitectos.
Nosotros buscábamos poner en valor a la profesión, porque es lógico que la arquitectura no se hace por radio, y por eso dábamos respuestas muy genéricas a cada consulta, pero siempre dejando en claro que el abordaje debía estar en manos de un arquitecto.
—El documental “Método Livingston” muestra la exposición mediática que tenía. Y lo hacía exponiendo su ideología: se lo ve hablando para Crónica TV, movilizado por la muerte de Fidel Castro, y en la mesa de Tiempo Nuevo cuestionando al modelo neoliberal y acusando al programa de ser responsable. Ocupaba un lugar muy poco común para un arquitecto…
—Edy Bagnasco: Sí. Él tenía mucha exposición. Y la ideología era fundamental. La etapa en Cuba creo que lo marcó, y significó su mejor momento. Él implementa su método en Cuba, donde la relación entre el arquitecto y la comunidad es muy diferente a la de acá porque allá no existe el arquitecto privado. Él trabajaba con el Estado, y desde ahí se relacionaba con los barrios, con los grupos de viviendas.
El Método es esa experiencia: hablar con la gente y proyectar. Eso lo lleva a plantear una teoría en un país capitalista a partir de la experiencia en un país socialista. Básicamente, es democratizar la relación arquitecto-cliente.
Y otra cosa valorable -y que también aparece en ese documental- es que trabajaba mucho con gente como Alfredo Moffatt, personajes de la psicología, de la literatura, de la cultura; es decir, una persona muy vinculada a distintos ámbitos, con una mirada muy integral.
—Si tuvieran que destacar algún mérito de Livingston que consideren como un legado para la profesión ¿Con cuál se quedarían?
—Adriana Attia: Creo que a partir de su propuesta se abrió el juego, porque puso al rol del arquitecto, y de la propia arquitectura, en debate. Haber generado eso, es un logro más que importante.
Él aparece en Argentina con un proyecto, que puede catalogado como «personal», pero que abre la mirada hacia lo que pasa con la construcción en la clase media, con el profesional independiente, no con el de una empresa constructora, sino con el que tiene un cliente con una casa que quiere ampliar, o que consiguió un crédito y quiere hacer una casa chica.
Donde doy clases, en una materia de tercer año donde hacemos diseño de interiores, les hago leer a Livingston a los alumnos. Lo que rescato, y quiero compartir con ellos, es la importancia de hacer preguntas y participar a los clientes para conseguir la respuesta que necesitás para intervenir y proyectar.
—Edy Bagnasco: Su modo de abordar la profesión impactó en un sector social y difundió una forma de acceder a la arquitectura. Esa visión ideológica que él tuvo, es lo que más rescato; una impronta de acercar la arquitectura a la gente que en Argentina no la tenía nadie, o al menos no existía con ese nivel de visibilización. Hay miles de reformas, de obras pequeñas, que están invisibilizadas cuando se habla de arquitectura. Nosotros tratamos de tomar eso de él, y de impulsarlo desde el lugar que nos toca.