Los humedales en el CAU D2: primer acto para una mirada artística del territorio

Este jueves se inauguró en el Espacio Mínimo Emergente del CAU D2 la muestra Cartografía sensible de los humedales, del diseñador gráfico, fotógrafo e ilustrador rosarino David Santarelli. La Gaceta dialogó con el autor y con Sofía Desuque, la curadora de este ciclo que lleva por título Prácticas artísticas en torno al territorio.

por La Gaceta

Con la muestra Cartografía sensible de los humedales, obra del diseñador gráfico, fotógrafo e ilustrador rosarino David Santarelli, este jueves se puso en marcha el nuevo ciclo de exposiciones en el Espacio Mínimo Emergente del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de Rosario (CAU D2).

Organizado por el área de Cultura y bajo la curaduría de la artista visual y licenciada en Bellas Artes Sofía Desuque, el ciclo lleva por título Prácticas artísticas en torno al territorio, y se presenta en sintonía con el interés por abordar las problemáticas medioambientales de nuestra región como uno de los ejes principales de la actual gestión del Colegio.

La exposición consta de dos fotografías de Santarelli que ofrecen una mirada plástica y extrañada de la escena atípica que presentó el Paraná -y sus islas- entre los años 2020 y 2021, cuando el efecto de la quema de los humedales y la bajante histórica del río pusieron en agenda la necesidad de cuidar a estos recursos naturales y de poner en valor el vínculo que podemos establecer con ellos.

El texto elegido por la curaduría para convocar al público a la muestra, impreso en cuidadas postales, da cuenta de la búsqueda del autor y el contexto en el que llevó a cabo su trabajo:

«‘Extraño verte bien’, le dice al Paraná mientras rema de día y de noche por sus brazos, escuchando y observando sereno y estremecido. El hallazgo como dialéctica de esta exposición pone de manifiesto el desastre ecológico. David captura la intimidad del río, descontextualiza aquello que estaba oculto dejando a la vista descubrimientos y misterios naturales que emergen de un ecocidio».

Previo a la inauguración de la muestra, que este jueves reunió a un público diverso, David Santarelli dialogó con La Gaceta y brindó algunos detalles de su propuesta.

—¿Cómo surge el proyecto que da lugar a esta muestra?

—Este trabajo que presento en el Colegio forma parte de la Beca del Fondo Nacional de las Artes que recibí en dos oportunidades. A este proyecto lo inicié en 2020, con fondos propios, y en contexto de pandemia. Concretamente, surgió con la problemática de los incendios en las islas. 

Una amiga me convocó a sumarme como voluntario para apagar focos de incendios en la isla, cerca de la Boca de la Milonga, frente a Granadero Baigorria. Allí me enfrenté a escenas muy fuertes de la isla destruyéndose en muy poco tiempo y me quedaron muchas sensaciones, sentimientos e imágenes que, en los meses siguientes, fui procesando para ver qué podía hacer con todo eso desde lo artístico. 

Cuando fui a hacer ese trabajo voluntario tomé algunas fotografías, pero fueron muy pocas, muy espontáneas y tomadas con el celular. Parecen postales de una guerra, con árboles que se vienen abajo, con humo y fuego; un combo terrible. La bajante del río nos mostró cosas de las que no teníamos registro. Hubo una bajante similar a la de 2021 en 1944.

El proyecto arranca en marzo de 2021, en contexto de pandemia, con los primeros viajes que hago. Hice una especie de guión de como hacer esos registros en las islas, una hoja de ruta. Me propuse ir cada 15 días o por lo menos una vez al mes a hacer los registros. Fue un proceso de ir descubriendo con el drone, que no había muchas imágenes captadas por drones en las islas en ese momento. Y aparecieron imágenes muy potentes.

—Las fotografías que componen esta obra son postales de la bajante del Paraná, y no de los incendios. ¿Cuál fue el criterio para tomar esa decisión?

—Es que no tuve una intención documental, de mostrar la tragedia como lo hace un fotoperiodista al mostrar la isla negra, quemada. Lo mío va más por una construcción plástica de esas imágenes. El fondo del río muestra formas, texturas, patrones visuales. 

—Participaste con Sofía Desuque en la curaduría de la muestra. ¿Qué desafíos te planteó el espacio físico al momento de montarla?

—Es un espacio en el que hubo que tomar muchas decisiones, porque es una sala pequeña en la que tenés que brindar un recorrido al espectador. La obra está concentrada en sólo dos imágenes, y tenés que ser contundente con eso solo. Buscamos que haya un diálogo, una armonía entre esas imágenes. 

Y, además, hay sonidos de registros que hice en la isla. Es un sonido ambiental que recrea la experiencia de estar ahí. El color de las paredes con las que se pintó el espacio y la luz que utilizamos genera un clima muy particular..

—¿Cuál es tu vínculo con el río y cómo influyó en el interés por registrar y abordar ese entorno desde lo artístico?

—Yo tengo un vínculo con el río y con sus islas que viene de cuando era chico. Con mi padre íbamos a la zona de islas frente a Puerto Gaboto. Yo comencé trabajando en fotografía de naturaleza haciendo residencia en Tucumán, en San Martín de los Andes, y en Aluminé. 

Es decir, me fui de mi zona. Y estando en esos lugares sentí deseos de trabajar acá, de volver a lo propio. Me preguntaba por qué iba a buscar tan lejos esos paisajes, esos lugares hermosos, y no lo hacía acá. En definitiva, las imágenes que nos ofrece el Paraná y las islas son tan hermosas como las del sur.

—De algún modo, con las fotos que exponés en la obra pasa lo mismo. Más allá de la bajante, la perspectiva de la toma aérea y el recorte que hacés ofrece una vista del Paraná poco habitual. Esa mirada extrañada permite una valoración diferente de algo que para los rosarinos es cotidiano. 

—Sí, creo que es eso. Una cosa que observo es que en Rosario la mayoría de los habitantes ven al río Paraná como si fuera una película, como a través de una vidriera. Digo esto porque es una parte reducida de la población la que tiene la posibilidad de ir con una embarcación a recorrer las islas, de vivir la experiencia completa de estar en ese lugar que vemos desde esta costa.

Una mirada artística del territorio

La curadora del ciclo que se inició este jueves en el Espacio Mínimo Emergente, Sofía Desuque, sumó algunas precisiones sobre el concepto que rige a las muestras que se exhibirán en esta sala tan particular del CAU D2 en el transcurso del año.

«La idea del ciclo es que las muestras tengan una correlación, que dialoguen entre sí. En esta oportunidad decidimos trabajar el concepto de arte y territorio. Y la propuesta es hacerlo no pensando en obras terminadas, cerradas, sino en prácticas artísticas que se hayan realizado y que se estén desarrollando en el territorio, en Rosario y la zona», explica.

—¿Y bajo esa premisa, con qué nos vamos a encontrar tanto en esta muestra como en las que componen este ciclo?

—Lo que el público va a encontrar en este espacio son recortes de proyectos más amplios, de investigaciones, o de manifestaciones que pueden tener un desarrollo, que pueden tener una continuidad. Con la muestra de David vamos a ver eso.

Cartografía sensible de los Humedales es un proyecto muy grande, porque tiene unas 2.000 fotografías. Y acá, en el Espacio Mínimo Emergente vamos a ver sólo dos de ellas. Son dos fotografías que presentan un diálogo entre sí, que necesitan de una atención, que presentan cierta fragilidad y a la vez son super potentes.

—¿Cómo planeaste la curaduría de la muestra?

—En principio, aparece un desafío porque es una sala muy pequeña. Pero hay un correlato de pensar estas prácticas que son tan expandidas y llevarlas a una sala tan pequeña. Entonces pensé que, ya que se estaba mostrando el fragmento de una situación, que la muestra sea también algo íntimo.

Y esa intimidad tiene que ver con determinados procesos o prácticas que se inscriben en el territorio. Y cuando hablamos de territorio, hablamos de algo muy amplio.

La sala es un recorte, es un espacio que está entre dos cosas, y queremos que es ámbito se enmarque, que al entrar a ese espacio te pase otra cosa.

Entonces al espacio lo pintamos todo de marrón, lo que le de aporta ese clima de intimidad, donde te encontrás con una luz muy ténue, con un espacio que al anochecer se va oscureciendo cada vez más y solamente quedan iluminadas las piezas. Entonces tenés que acercarte y prestar mucha atención y así la vista se va acostumbrando. La idea era generar esa experiencia en la sala: un lugar íntimo y de reflexión.