«La calle no me define»: trazos y contrastes de la verdadera intemperie

La Fundación Castagnino y el Grupo Madre Teresa de la Iglesia de Lourdes avanzan en un proyecto que prevé la intervención en edificios de Rosario con dibujos abstractos y consignas realizadas por personas en situación de calle y con problemas de adicción. En diálogo con La Gaceta, el presidente de la fundación e impulsor del proyecto, explica cómo se realizará esta acción y la enmarca en el nuevo vínculo con lo social que busca el museo.

por La Gaceta

En los últimos años, el Museo Municipal Juan B. Castagnino viene intentando imprimir a sus actividades una impronta que acople a este tradicional espacio de la ciudad de Rosario con las nuevas formas y lenguajes que imponen los tiempos actuales. Y, aunque es lógico intuir que este objetivo implica profundizar la experimentación con el mundo digital y las tecnologías que dominan el mundo de la comunicación, para sus gestores, la clave está en un vínculo más estrecho con la realidad social de la ciudad, con lo que pasa en la calle.

“Hoy la forma moderna de entender el museo es haciéndolo como un lugar de encuentro con el otro; donde uno allí vea la diversidad, lo distinto, y no a la gente que habla siempre de lo mismo”, nos dice el presidente de la Fundación Juan B. Castagnino, José Castagnino, sobre esta búsqueda y a propósito de un proyecto específico que viene trabajando junto al Grupo Madre Teresa de la Iglesia Nuestra Señora de Lourdes.

Se trata de La calle no me define, una iniciativa que tiene como protagonistas a unas 30 personas de entre 20 y 60 años en situación de calle que pertenecen al hogar de la parroquia -en su mayoría con problemas de adicción- y cuyos dibujos y pinturas acompañadas de consignas se exhibirán en las fachadas de edificios de la ciudad para visibilizar esa problemática y promover una reflexión.

Mariana Mena, trabajadora de Desarrollo Social de la Municipalidad de Rosario y coordinadora del Grupo Madre Teresa de la Iglesia de Lourdes, cuenta a La Gaceta que desde hace años el hogar viene trabajando con personas que se encuentran en situación de calle. Según afirma, en ese ámbito no sólo encuentran un refugio, una contención, sino también la oportunidad de aprender oficios como el de panadero y participar de talleres de psicología, de arte y literatura, entre otros.

“Todos los años llevamos a estas personas a realizar una recorrida por los museos y sitios históricos de Rosario. El vínculo con la Fundación del Museo Castagnino se originó en ese contexto. Una actividad importante que hicieron allí fue cuando pintaron unas xilografías, con las que luego se generaron canvas de cartón para reproducirlas en serie”, explica.

De algún modo, la génesis del proyecto La calle no me define, fue la visita que realizaron a principios de años a la muestra Crónicas abstractas que se llevaba a cabo en el Museo Castagnino. “Eso fue algo muy inspirador. Ellos re-interpretaron algunas obras abstractas y, en el taller que vienen haciendo con alfabetizadoras de la UNR, le agregaron un contenido escrito”, dice.

Y agrega: “Cuando vimos el producto terminado, que es la lámina con la frase, nos dimos cuenta de que, más allá de tener techo o no, hay sentimientos que son más o menos comunes a todos: la soledad, el bienestar, la incertidumbre o la discriminación, son cosas que pueden aquejarnos a quienes tenemos techo o un buen pasar”.

Qué pasa si mañana todos estamos en situación de calle, Que mi aspecto no te intimide, o Me preparo para la tristeza del fin de semana, fueron algunas de las frases que sirvieron como disparador de un proyecto más ambicioso que José Castagnino nos explica en detalle:

«La idea es, básicamente, hacer una pegatina para volcar en la ciudad, por primera vez, una acción organizada por un museo en la que personas en situación de calle no van a pedir, sino que van a dar. Van a dar un mensaje de esperanza, y nos van a advertir que, de alguna manera, hoy todos podemos estar en situación de calle por los cambios de paradigmas tecnológicos, laborales y sociales que se están dando». 

«El nombre del proyecto –La calle no me define– surge de algo que ellos repetían mucho y que tiene que ver con la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran estas personas. Es un llamado a no ser juzgados por la ropa que llevan, y una advertencia de que la calle te puede matar. Ellos se van a dormir todas las noches sin saber si al otro día van a despertar porque están expuestos a situaciones complicadas», sostiene.

—¿Cómo piensan materializar este proyecto y en qué etapa se encuentra?

—Nos pareció interesante buscar doce locaciones que representen el espíritu del proyecto. En esas locaciones vamos a hacer una acción urbana con pegatinas que vamos a fotografiar para subir a redes sociales y luego vamos a retirar para no dañar las fachadas.

En este momento nos interesa mucho trabajar con el Colegio de Arquitectura y Urbanismo para identificar estas fachadas, porque tienen que tener una determinada tipología. Queremos que expresen el contraste, la brecha entre la riqueza y la pobreza.

Hoy se calcula que hay 500 personas en situación de calle en una de las provincias más ricas como es Santa Fe.

El proyecto está en la etapa 2. Ellos ya hicieron el taller, realizaron las obras, escribieron las frases, y ahora estamos digitalizando las obras. La tercera etapa será encontrar las locaciones que sean mas eficientes de acuerdo al relato. Y la etapa siguiente es la acción urbana, es decir, mostrar a la sociedad lo que hacen. Luego, tenemos la idea de digitalizar las obras y hacer piezas de arte digital para vender en Market Place, la plataforma de Facebook.

—¿Qué técnicas se utilizaron para estas obras?

—Todo el proceso se realiza en el departamento creativo del Castagnino, que recibe a 5.000 personas por año y que está dirigido por María Florencia Cardú y Juliana Tomatis, empleadas municipales de Bellas Artes que realizan un trabajo impresionante. 

Las láminas originales están hechas con témpera, acrílico y ceritas. Luego se digitalizan y se les agrega una frase. Luego se imprimen láminas en tamaño A3 para las pegatinas y gigantografías que hacen las veces de puertas, en una escala de 2,10 metros por 70 centímetros. No son puertas intervenidas sino una gigantografía; la imagen de una puerta.

—Y a nivel conceptual ¿Qué lugar ocupa la figura de la puerta?

—En esta estructura de pensar la acción urbana, nos pareció interesante tomar la idea de una puerta porque simboliza el contraste entre el que está adentro, calefaccionado en este invierno, y el que está afuera, en la intemperie, en situación de calle. Estas personas que realizan la obra, claramente están del lado de afuera. 

Hoy se calcula que hay 500 personas en situación de calle en una de las provincias más ricas como es Santa Fe, que genera alimentos para casi 600 millones de personas. Y muchas de estas personas duermen a las puertas de los edificios más ricos y emblemáticos de la ciudad. 

—¿Cuáles considerás que son los aspectos que más impacto pueden generar una vez que se realice esta acción?

—Creo que el hecho de que, por primera vez, como museo nos ponemos del lado de personas que están sufriendo situaciones complejas. Tanto la Fundación Castagnino como el Grupo Madre Teresa de la Iglesia de Lourdes somos organizaciones del tercer sector que estamos aportando soluciones que los Estados muchas veces no encuentran. 

Nuestro objetivo es poder replicar estas acciones todos los años desde el Museo y llegar a los principales museos del país con este proyecto para que los repliquen. Apuntamos a que haya una llegada a la Nación, porque los fondos importantes que se necesitan para esta problemática están en la órbita de Desarrollo Social. 

En concreto, nuestra expectativa está puesta en la participación en el evento más importante de arte de este año, que va a ser el Congreso Anual CIMAM 2023 (Comité Internacional de Museos de Arte Moderno) que se va a llevar a cabo en noviembre en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. 

Allí participan 140 directores de museos de arte moderno de las principales ciudades del mundo; desde el Pompidou de Paris, hasta el MOMA de Nueva York. La idea es que esos museos van a venir a conocer la realidad del arte moderno de la Argentina, y el Castagnino estará ahí con este proyecto. 

Los principales museos gastan enormes cantidades de recursos en hacer sus muestras. y nuestra jugada es que, con creatividad, valor y entusiasmo, presentaremos un proyecto con un mensaje muy potente realizado con pocos recursos. Como mucho, este proyecto puede costar menos de 300 dólares. 

—¿Y esta búsqueda se enmarca en una nueva forma de asumir el rol del Museo en la sociedad?

—Nosotros estamos haciendo un proyecto que trabaja sobre la usabilidad de los museos. Porque hoy, la forma moderna de entender el museo es haciéndolo como un lugar de encuentro con el otro; donde uno allí encuentre la diversidad, lo distinto, y no a la gente que habla siempre de lo mismo. 

Entendemos al museo como generador de bienestar cultural, de arte terapia, de wellbin. Hay un sin números de patologías que se generan en las grandes urbes, como la ansiedad, la depresión, el burn-out, y los museos las pueden tratar con estructuras de wellbin, arteterapia o bienestar cultural. 

Este proyecto es ciento por ciento emocional, porque trabaja con la gente más complicada que tiene la sociedad.

Entonces, se trata de museos como lugares de encuentro de uno con el otro, para trabajar el bienestar, para abrazar a los nativos digitales. Fuimos el primer museo en hacer una muestra de arte digital y NFT que se llamó “Vibrant”. Y eso es para menores de 26 años.

Si no nos volvemos más creativos, nos perdemos. Hoy por hoy, la construcción de conversación la está haciendo el algoritmo. Muchas veces les hago mas preguntas al algoritmo que a los profesionales. Pero lo que el algoritmo no puede intervenir es la emocionalidad; lo que se llama inteligencia emocional. 

Hoy los museos tienen la posibilidad de generar inteligencia emocional. Aparece el artista, que crea emocionalmente una pieza y la baja a la materialidad, y después una persona, la recibe emocionalmente. Todo ese proceso, el algoritmo no puede hacerlo. 

Este proyecto es ciento por ciento emocional, porque trabaja con la gente más complicada que tiene la sociedad: gente que vive en la pobreza, en situación de calle y con adicciones. Hoy la cooperación es la máxima evolución. Si cooperamos con ecosistemas diferentes y dejamos de hacerlo siempre con los mismos, si nos abrimos y salimos de la caja, vamos a ir por el lado correcto. Si nos reducimos a hablar siempre con los mismos, nunca vamos a crear valor.