Atípica editora: arte y cultura visual para hojear y descargar

Desde hace dos años, cuando irrumpía la pandemia, desde Echesortu, Hover Madrid lanzó una novedosa página web: una plataforma para visualizar y descargar en formato PDF libros cuidadosamente editados que rescatan y ponen en valor la obra plástica de artistas rosarinos. El acceso gratuito y la calidad de los trabajos posicionan a esta iniciativa como una apuesta generosa y una alternativa al mercado editorial. La Gaceta dialogó con su creador y con Guillermo Forchino, artista plástico radicado en París, cuya obra puede visitarse en esta plataforma.

por La Gaceta

Atípica Editora es una página web que funciona como una plataforma online y que pone en valor las obras de pintores, escultores, dibujantes, fotógrafos y diseñadores gráficos de Rosario en el formato de libros digitales que se pueden “hojear” (con el chasquido de las páginas, emulando la experiencia analógica) y descargar en forma gratuita en formato PDF con solo ingresar a www.atipicaeditora.com.ar.

El artífice de este sello es Hover Madrid, un reconocido artista plástico y diseñador gráfico de la ciudad que, poco antes de que irrumpiera la pandemia del 2020, desde su estudio en el barrio de Echesortu lanzó ese emprendimiento con la intención de difundir el trabajo de artistas locales de distintas generaciones y facilitar la llegada al público general.

«En Rosario, el gran esfuerzo de las editoriales y las instituciones oficiales y privadas para difundir obras de artistas visuales locales nunca es suficiente. Nosotros detectamos décadas de obras de artistas visuales que no se encontraban sistematizadas en un libro. Un ejemplo de esto es la producción de los años 80 y 90. Y este fenómeno también sigue pasando con generaciones posteriores de artistas», nos dice Madrid sobre una de las motivaciones impulsaron esta iniciativa.

Los libros seleccionados por esta editorial están dirigidos tanto al público general como al especializado (investigación, docentes, estudiantes, coleccionistas, etc.). En cada uno de ellos, quien visite la plataforma accederá con mucha facilidad a los conceptos y las soluciones formales del artista visual presentes en las obras, pero también, a textos propios o de terceros que reflejan su pensamiento.

En tiempos donde el universo editorial no escapa a los imperativos del mercado, la aparición y el crecimiento de Atípica Editora como una plataforma de acceso gratuito a un catálogo de calidad, es una apuesta generosa tanto para el público como para los artistas.

«En Rosario hubo y hay una valiosa comunidad artística. Nos interesa dar a conocer la mirada de la producción desde el artista. Lo que intentamos con Atípica Editora es visibilizar la producción de sus obras y que se generen encuentros para lograr nuevos espacios alternativos y para que, también, ocupen un lugar en los ya existentes», comenta Hover.

«Encontramos que el formato de libro digital de reproducciones resulta una comunicación blindada y rotunda que es más adecuada para describir el desarrollo de la actividad del artista visual. Y además, se puede aprovechar la capacidad de difusión de las redes. Es decir, mayor cantidad de lectores pueden disfrutar de la profundidad conceptual y del fluir tan propio de los libros», agrega.

—La editorial surgió en plena pandemia. ¿Qué tanto influyó ese contexto en tu búsqueda por reunir estas obras en una plataforma online y en la necesidad de difundirlas?

—Los museos y las fundaciones internacionales y nacionales ya venían difundiendo publicaciones en formato digital. Lo hacían con ediciones en papel que se encontraban agotadas, fuera de catálogo, o con nuevas, destinadas a ampliar las posibilidades de difusión. 

La pandemia aceleró la masificación del uso de las herramientas necesarias para poder interactuar en el mundo virtual, proceso que ya quedó instalado y ahora acompaña nuestra vida presencial. Las redes eran y son un vehículo utilizado por artistas visuales para difundir sus obras, pero su estructura y su uso se inserta en un entorno contaminado con otras informaciones. 

Una vez constituida la editora, a comienzos del 2020, definimos que los libros sean de acceso libre. Es decir. se pueden ver online desde la plataforma o bajar gratuitamente en formato PDF. Y como segunda instancia, decidimos que los libros estén preparados para ser impresos en papel y en una calidad óptima si las circunstancias lo permiten. Este material es bien recibido en bibliotecas especializadas a nivel nacional y de países limítrofes con las cuales hemos podido contactarnos.

El catálogo

En cuanto al criterio de selección de los y las artistas y de las obras que difunde esta editorial, Hover Madrid explica que, en principio, la editorial puso el foco en artistas de las décadas del 70, 80 y 90 que basaban su producción en la creación de obras pero que la idea es ir incorporando las propuestas de generaciones posteriores. «En todas las generaciones hay material escondido que forman parte de nuestro patrimonio cultural», comenta.

Con esta premisa de poner en valor la gran diversidad de manifestaciones dentro de las artes visuales, Atípica Editora organiza y ofrece su material en tres colecciones. Una de ellas es la colección Antológicas, que difunde la obra de artistas de larga trayectoria y que reúne obras de distintos períodos. Bajo esta colección se encuentran disponibles los siguientes libros:

«Echague»: Objetos, collage, pinturas  y dibujos de Rubén Echague (2020); «Ciccione»: Dibujos y Pinturas de Aldo Ciccione-Chacal (2021); «Mario Alberto Laus»: 13 historias fotográficas de Mario Alberto Laus, con prólogo de Reynaldo Sietecase (2021); «Moretti»: Pinturas de Norberto Moretti (2022). Y en proceso de edición se encuentran «Sinópoli»: Pinturas de Pedro Sinópoli; y «Ceconi»: Dibujos, grabados y pinturas de Graciela Ceconi.

La otra colección disponible es Galería, que hace lo propio con artistas reconocidos o emergentes que muestran obras que representan una determinada etapa conceptual o formal. A la fecha, los libros publicados en esta colección son:

«Forchino»: esculturas de Guillermo Forchino, con prólogo de Beatriz Vignoli y editado en español y en francés (2020); «Diana Randazzo»: Fototintas de Diana Randazzo, con prólogo de Elena Oliveras (2021). Este libro cuenta, además, con una cuidada edición en papel; «Laura Rippa-Sabina Florio-Cynthia Blaconá-Jimena Rodríguez»: Tramos y experiencias compartidas pertenecientes a estas cuatro artistas (2022).

Y por último, la colección Legado, que está reservada a artistas que dejaron su impronta en los circuitos culturales de su tiempo a través de obras que conformaron un legado para generaciones que los sucedieron. Esta colección se inaugurará con la publicación del libro «Clelia Barroso»: Pinturas y dibujos de Clelia Barroso, que se encuentra en proceso de edición.

Una característica de los libros de Atípica es que los artistas seleccionan las obras y los textos a publicar. Luego se realiza una tabla de contenidos y a partir del primer boceto interactuamos con la o el artista en un intercambio enriquecedor para el cuidado  de la edición.

El resultado de esta búsqueda es fácilmente reconocible con sólo bucear unos segundos por la plataforma de Atípica Editora. Los libros cuentan con breves textos que se encuentran subordinados al material gráfico, en un segundo plano, de modo tal de no quitar protagonismo a la pieza visual con la que el artista decidió expresarse.

Otra característica destacada de las publicaciones de Atípica Editora -y esto es, claramente, producto del oficio y el cuidado de Hover Madrid- es la identidad que prevalece más allá de la diversidad de estilos artísticos que presentan los libros.

También podemos sumar a esta impronta la decisión de que los libros lleven como título el nombre propio del artista. En este aspecto se hace evidente esa intención manifiesta por poner en valor la singularidad de los artistas de nuestra ciudad, ayudando -en muchos casos- a hacer algo de justicia con aquellos cuya labor no fue acompañada con la difusión que merecían.

Un rosarino en París

La singular obra escultórica del artista plástico Guillermo Forchino no pasa desapercibida en el catálogo de Atípica Editora. La gestualidad de los personajes caricaturescos o hiperrealistas que crea y la expresividad del entorno en el que los pone a actuar adquieren un marcado protagonismo visual.

Compañero de ruta de Hover Madrid en los años 70, cuando conformaban un colectivo de jóvenes artistas plásticos nucleados entorno a la facultad de Bellas Artes de la UNR, Forchino emigró a Paris a principio de los 80 luego de haber conseguido una beca para cursar Restauración y Conservación de Obras de Arte en la Sorbona.

Desde entonces (salvo un fugaz intento de regreso a Rosario en 1984), se radicó en la capital francesa, donde inició un recorrido artístico basado en la exploración de materiales y técnicas para lograr las singulares esculturas que le valieron el reconocimiento del circuito cultural parisino. Y también, la convocatoria de su amigo Hover para que sus personajes formen parte de Atípica Editora.

Desde su casa-taller de la Rue Ramus, a escasos metros del Cementerio de Père Lachaise, Forchino cuenta a La Gaceta cómo se produjo su llegada a Francia, cómo fue desarrollando su trabajo como artista plástico en París, y evoca el espíritu de la movida de artistas rosarinos que, de alguna manera, Atípica Editora busca rescatar.

—¿Qué recordás de tus primeros pasos en el ámbito artístico de Rosario y de tu partida a Francia?

—En 1978, con unos compañeros de la facultad de Bellas Artes pusimos, en San Lorenzo y Entre Ríos (donde ahora hay una farmacia), una galería que se llama Buonarotti. Teníamos 25 años y no teníamos un peso, y en ese lugar hacíamos marcos de cuadros. Mi novia (que ahora es mi mujer) estudiaba francés y me gestionó una beca para estudiar Restauración en París. Más allá de la poca esperanza que yo tenía, me dieron la beca y en 1981 nos vinimos a Francia, a estudiar; yo restauración y ella francés.

Y tres años después, vuelve la democracia y quisimos volver a Argentina. Me llamaron desde el Museo Castagnino para hacer restauración, por lo tanto, las perspectivas eran buenas. Se vivía un clima muy alentador en el 84, con mucha movida en música, en arte en general. Pero en muy poco tiempo la economía se complicó y cambiaron las perspectivas. En el museo Castagnino yo tenía el mejor trabajo del mundo haciendo restauración, pero la plata no nos alcanzaba. En 1985 nos volvimos a Francia, donde teníamos amigos que nos iban a ayudar. Nos vinimos con nuestro hijo mayor, Facundo, que tenía un año. Y desde entonces, estamos acá en París.

—¿Y cómo fuiste encontrando tu camino artístico en París?

—Cuando volví a Francia, contaba con amigos que hacían restauraciones y me daban trabajos para hacer. A veces era pintar una casa. En ese momento Mauro Machado había ganado el premio Braque de grabado y estaba becado para estudiar allá, así que estábamos en contacto.

Pero no era fácil. Con mi mujer y nuestro hijo vivíamos en un departamento muy chiquito, de 18 metros cuadrados. No tenía espacio para trabajar. Entonces empecé a experimentar con el papel maché, haciendo una pasta de papel higiénico con harina y cocinado con algunos productos. Me puse a hacer cabecitas de papel maché chiquitas a las que pintaba y metía en cera.

Me gustaba hacer las expresiones de las caras. Y como nosotros tomábamos yogures en frasquitos de vidrio, usé esos recipientes para poner ahí dentro las cabecitas. Quedaban como personajes del medioevo, como sacadas de El Nombre de la Rosa. Y yo iba al mercado de pulgas y las vendía. También, con otros amigos me iba al Espacio Latinoamericano, que es un lugar que ya no existe más. Julio Le Parc ayudaba mucho a los argentinos y latinoamericanos para que expongan allí.

A esas cabecitas las pegué todas juntas e hice una obra que se llamaba HLM (que traducido sería Habitación de Alquiler Moderado), que son los lugares donde la gente vive toda hacinada. Y con ese trabajo gané, en 1988, el premio Petit Format del Espacio Latinoamericano.

Ese reconocimiento se dio en cuanto a la parte artística, pero para comer, tenía que hacer cosas que se vendieran. En ese período desarrollaba una parte de mi obra que es bastante dramática, basada en clínicas psiquiátricas y enfermos en fase terminal. Pero por más que me gustaba mucho, venderlas es muy difícil.

Como a mí me gustan las expresiones y la historieta, el cómic, empecé a hacer personajes en auto, en aviones, en distintos contextos, pero con una veta más cómica. A principios de los 90 expuse un salón para profesionales que se hace en las afueras de París donde van arquitectos, decoradores, y diseñadores. Es un lugar inmenso, con un espacio chiquito dedicado al taller de arte.

A ese lugar llevé para exponer cuatro coches con personajes adentro. Una familia con personajes muy reconocibles y expresivos en un auto negro y con las valijas arriba, por ejemplo. Y eso tuvo muy buena repercusión.

Como les hacía moldes, yo vendía una que estaba en exposición y luego reponía con otra igual que sacaba del molde. Con eso pude vivir hasta el año 2002, cuando una empresa holandesa vio mis cosas y me propuso trabajar con ellos.

En todas las situaciones de la serie de cómics, incluyo la palabra Rosario. Es un homenaje a mi origen, y es parte de lo que soy yo, es mi identidad. Todos los años -a excepción de los de pandemia- siempre hago un viaje a Rosario.

—En tus trabajos se nota una búsqueda del hiperrealismo, sobre todo en la piel de los personajes. ¿Cómo llegaste a perfeccionar eso?

—A mi me gusta investigar mucho las técnicas. Desde cómo preparar una mezcla hasta cómo lavar los pinceles. Un australiano que hace hiperrealismo, reproduciendo la piel, la carne, los pelos de los humanos en forma perfecta. Me contacté con una persona de La Coruña, en España, que trabajó en efectos especiales en El Laberinto el Fauno y me dio un curso de personajes en silicona simulando la carne. Y aprendí, y utilicé esa técnica, y después fui perfeccionando.

Después hay otra serie de trabajos en los que tomo cuestiones como el cambio climático, y otras cuestiones que tienen que ver con una reflexión, una mirada. Está la de los represores, que está exhibida en la ESMA. También abordo la vejez, los tratamientos terapéuticos.

Yo empiezo trabajando con arcilla, porque me permite manejarla con mucha libertad y posibilidades, y después trabajo con moldes de silicona y luego le aplico otras capas con tintes, y al sacarla trabajo en las terminaciones y detalles. La silicona tiene esa cosa translúcida y de plasticidad que imita muy bien el aspecto de la piel.

—¿Cómo evaluás la posibilidad de exponer y hacer conocer tus obras en Atípica Editora?

—Lo que hace Hover con esa editorial es genial. Me llamó para decirme que tenía esta idea. Y me encantó porque es algo extraordinario. El trabaja con su hijo, que es muy bueno en el diseño gráfico, y hacen una dupla formidable.

Yo descansé mucho en su criterio para recortar las fotos, elegir cómo presentar mi obra, porque lo conozco y sé con la seriedad y compromiso con el que trabaja. Hay un cuidado casi obsesivo que se nota en la calidad con que se presentan los libros. En todo momento nos íbamos consultando. Estuvimos bastante tiempo intercambiando materiales, fotos, para que todo sea perfecto.

.