por Sebastián Stampella / La Gaceta Arquitectura
Manuel Cucurell y Florencia Meucci no están acostumbrados a hablar ante una cámara. Como profesionales de la arquitectura, no les resulta ajeno trabajar bajo presión, y mucho menos barajar y dar de nuevo ante cualquier circunstancia que, en plena faena, altere el proyecto original.
En este caso, la decisión de grabar un descargo público para difundir en redes surgió de ellos mismos cuarenta y cinco días después de la controversial segunda jornada de Paint is not Dead, la novedosa intervención artística sobre los silos del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO) elegida en 2023 mediante un concurso nacional del que participaron cerca de 300 postulantes.
Cucurell y Meucci rompieron el silencio que guardaron desde entonces para responder a las declaraciones mediáticas de la Municipalidad que anunciaban la cancelación definitiva de ese proyecto y su reemplazo por otra obra, de un “muralista de proyección internacional” y financiada por un grupo de empresas.
En su descargo público, Cucurell y Meucci revelaron detalles desconocidos sobre las circunstancias que llevaron a que la segunda intervención no tuviera los resultados esperados, provocando que el viento desviara la pintura vertida desde lo alto del silo y manchara de rosa a transeúntes, automóviles y hasta un árbol.
Según expresaron, ellos habían advertido a personal de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad que las condiciones climáticas no estaban dadas para arrojar la pintura en el silo cercano a la calle y que fueron presionados a realizar la intervención en circunstancias adversas (con un fuerte viento tangencial y alterando la agenda de trabajo) para cumplir con una cobertura en vivo con Canal 3 y con el corte de calle que ya habían pautado.
También, revelaron que desde el municipio no cortaron las dos manos de circulación de la Avenida de la Costa, sino sólo una, ni restringieron el paso de los peatones, tal como habían solicitado. Tampoco dispusieron de vallados ni de medidas de seguridad en el entorno de los silos, tratándose de un espacio público en el que se iba a desarrollar una obra.
Romper el silencio permitió a los autores de este proyecto contar su verdad y confrontarla con la versión oficial, que los expuso desde los medios de comunicación como responsables del fallido y omitió las alternativas propuestas para continuar con la obra.
El municipio se mantuvo firme en la decisión y salió a informar por la prensa la cancelación definitiva del proyecto Paint is not dead y su reemplazo por otra obra, de un “muralista de proyección internacional” y financiada y sugerida por un grupo de empresas.
Mientras avanza la destrucción de la obra, se multiplican las voces que desde distintos ámbitos respaldan a los autores del proyecto original y reclaman por el respeto a la obra y a la decisión del jurado que consagró a esa obra como ganadora del concurso público nacional.
Desde el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de Rosario (CAUD2), su presidente, el arquitecto Ariel Giménez manifestó la solidaridad con sus colegas Cucurell y Meucci e invocó a la “honestidad intelectual y el respeto por los concursos, sus ganadores y la forma de llevar adelante la obra”. “Debemos apoyar a nuestros jóvenes profesionales, quienes necesitan abrirse camino y ser respetados en su lugar de origen”, agregó.
En el mismo sentido se expresó el presidente del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe (CAUPSF), el arquitecto Rubén Palumbo, quien, además de pedir por el respeto al proyecto original elegido por concurso nacional, recordó que no es la primera vez que esta gestión municipal procede de esta forma.
“De la misma manera, se desconoció el concurso nacional en el que participaron más de 96 trabajos para la ampliación y reforma del Museo Castagnino realizado en la gestión municipal anterior. Ese proyecto ya tenía el financiamiento del gobierno provincial, se había hecho el proyecto ejecutivo y se había licitado la obra. Y aún en estas condiciones, se anuló la obra, poniendo en riesgo un patrimonio de más de 300 millones de euros que queda expuesto a las inclemencias del tiempo”, expresó en un video difundido en redes sociales.
“Pedimos al municipio que reflexione y reconozca el resultado de este concurso y que deje trabajar a quienes ganaron con el aporte y la apuesta que sus autores hicieron”, concluyó Palumbo.
Un año atrás, La Gaceta Arquitectura publicaba una entrevista realizada a Manuel Cucurell y Florencia Meucci en la que explicaban los ejes conceptuales del proyecto, detalles del novedoso dispositivo desarrollado, y cómo se preparaban para su ejecución.
En esa nota -que puede leerse aquí– dejaban en claro que Paint is not dead era una obra “performática” que el jurado había consagrado como ganadora por su originalidad respecto a propuestas anteriores, y que los desafíos que presentaba la técnica que se implementaría para volcar la pintura rosa desde lo alto de los silos era un riesgo asumido como parte del hecho artístico.
Previo a la nueva convocatoria que lanzaron recientemente en redes para defender el proyecto, La Gaceta Arquitectura volvió a dialogar con ellos. Desde su estudio, repasaron los acontecimientos que desataron la polémica, defendieron el proyecto, y revelaron más detalles sobre lo que definen como una “falta de acompañamiento” por parte del Estado local.
—¿Qué cambió entre el domingo 28 de julio, cuando hicieron la performance inaugural, y el martes 30, cuando realizaron la última intervención? ¿Qué pasó entre esos días y cómo siguió la relación con la secretaría de Cultura?
—M.C: El domingo, cuando terminamos la performance, nos quedamos arriba limpiando el dispositivo. Cuando bajamos, dos horas después, la respuesta fue buenísima. Los mensajes eran alentadores. La recepción de las personas que estaban allí, de la gente del museo, fue muy positiva. Nos emocionamos mucho. Fue muy lindo lo que vivimos.
Al otro día, el lunes, desde la secretaría de Cultura querían saber cuándo seguía la acción, porque querían terminar la obra cuanto antes. Entonces, ese mismo lunes armamos una reunión donde se elaboró un cronograma.
Nos informaron que para el miércoles habían programado una acción para convocar a autoridades y a la prensa. Ante esa propuesta, nosotros decidimos tomarnos todo el martes para trabajar tranquilos en la intervención de dos silos, dejando para el miércoles el último y completar toda la fachada ese día, con la presencia de las autoridades.
Ese mismo lunes nos avisan que para el martes estaba pautada una cobertura en vivo con Canal 3 y que teníamos que tirar pintura a la una de la tarde. En el momento, teniendo en cuenta que ya había un horario pautado por un corte de calle y se sumaba un nuevo horario marcado por el vivo, dijimos que no era prudente apurar los tiempos -con las acciones que implican el montaje del dispositivo- y hacer todo bajo presión para poder lanzar la pintura a un horario fijo.
Propusimos hacer toda la acción el día miércoles, aprovechando la presencia de las autoridades y el resto de los medios, pero nos dijeron que era un compromiso decidido por Cultura y que no se podía suspender.
Ese martes cuando llegamos a la mañana, viendo las condiciones, planteamos que no se podía hacer la acción, que había un gran riesgo. Y en el intercambio, planteamos que en vez de pintar dos silos, pintemos uno solo.
Desde temprano habíamos empezado a montar el dispositivo sobre el silo que da a la avenida, y decidimos desarmar todo para trasladarlo al silo contiguo a la torre del Museo, porque el viento no afectaría tanto, y la pintura quedaría contenida en los silos colindantes.
Cuando estábamos trasladando el dispositivo, nos piden que no nos movamos de ese silo que da a la avenida porque ya estaba pautado el corte de calle y había que respetar eso. Así que volvimos a mover todo y tuvimos que correr para llegar a horario, porque había que salir en el vivo de Canal 3.
Ahí se da toda esa situación caótica, con los autos que pasaban y sin nadie que detenga a los peatones. Mientras nos apuraban para que tiremos la pintura, desde abajo, el contratista nos pedía a gritos que no lo hiciéramos, pero lo hicieron callar por el vivo. De eso nos enteramos después.
—¿Cómo continuó la relación entre ustedes y el municipio?
—F.M: La acción inaugural fue exitosa. Eso se puede ver. Y la devolución que tuvimos por parte de la gente fue muy buena. Llamativamente, después de la performance fallida del martes 30, desde la secretaría de Cultura nos plantean que el domingo mismo había fallado la acción. Eso es algo inentendible porque, de ser así, no hubieran organizado la agenda para continuar con el proyecto, y mucho menos convocar a los medios para que hagan un registro en vivo.
A partir de ese momento ellos deciden establecer una responsabilidad unilateral. Argumentan que el domingo se pintaron un poco los silos contiguos y que se manchó el piso. En todo caso, deberían explicar por qué no se tomaron las precauciones necesarias para resguardar el espacio público, que es potestad del Estado, y no nuestra.
Así como nosotros no nos desligamos de la responsabilidad de no habernos puesto firmes el martes para negarnos a tirar pintura cuando nos presionaron a hacerlo en condiciones que advertimos que no eran las indicadas, ellos deberían asumir su parte. Y no lo hacen.
En esta performance por la que fuimos seleccionados, nosotros oficiamos de artistas y asumimos la responsabilidad de garantizar que el dispositivo que diseñamos funcione. A la Municipalidad le cabía el rol de productora del evento, que se realizaba en un espacio público. No pueden trasladarnos competencias que nos exceden.
—M.C: Nunca se delimitaron responsabilidades ni se firmó ningún contrato en instancias previas. Debería haber existido un expediente previo, y no uno posterior, como el que nos presentaron después de lo que pasó el martes 30.
En ese expediente, ellos establecen que no es viable realizar la obra de acuerdo a lo que se presentó en el concurso y que, en todo caso, tenemos que sacar un seguro de caución y hacernos cargo de todo.
Cuando nos asesoramos con abogados, nos explicaron que eso no es viable porque, como privado, como individuo, no podemos asumir potestades que sólo tiene el Estado. Es decir, no podemos cortar la calle, no podemos accionar sobre el espacio público, sobre el arbolado.
—¿Qué dispositivos para resguardar el entorno montó el municipio el domingo de la performance inaugural? ¿Cuánto personal afectó a ese evento para garantizar que no haya inconvenientes?
—F.M: Ninguno. No hubo nada de eso. Y el martes, por tratarse del silo del extremo contiguo a la calle, que era el que habíamos decidido intervenir, nosotros aconsejamos que se cortaran las dos manos de la avenida y la circulación de peatones. Sin embargo, se cortó sólo una mano y dejó libre el paso de la gente.
Es importante destacar que en la acción que nosotros planteamos demanda muchas horas previas para el montaje del dispositivo y muchas horas posteriores para su limpieza. Pero el acto de arrojar la pintura desde lo alto sólo lleva entre cinco y diez minutos. Por lo tanto, el corte de tránsito no hubiera sido mayor que eso. Para cualquier tipo de obra que se realiza en la ciudad se interrumpe el tránsito por muchísimo más tiempo.
Y también es necesario tener en cuenta que la pintura que utilizamos demora una hora en secarse. Con una hidro lavadora podrían haber tenido tiempo para limpiar todo lo que se manchó, incluido el árbol.
—M.C: Ahora, con el diario del lunes podemos ver algunas cosas con más claridad. Por ejemplo, cuando ese martes llegamos al museo alrededor de las siete y media de la mañana observamos que no habían vallado el estacionamiento. Había autos estacionados al pie de los silos.
La municipalidad no estuvo previendo esos detalles. Incluso el contratista pidió a los pintores que bajen para atajar a los autos, porque seguían pasando. Y nadie detenía a los peatones. El operativo fue muy ineficiente.
—¿Cómo reaccionaron ustedes al ver lo que había ocurrido con la performance del martes?
—M.C: Cuando terminamos de realizar la acción, nos quedamos sobre los silos hasta las cinco de la tarde limpiando el dispositivo. Recién cuando bajamos pudimos ver todo el panorama. Cuando subimos a la oficina del museo ya no había nadie.
De todos modos, queremos dejar en claro que el trabajo del equipo del Macro fue correcto. Trabajamos con dos coordinadores con los que mantuvimos una muy buena relación. De hecho, la acción del domingo, que fue exitosa, se llevó a cabo con la colaboración de ellos.
—Ustedes admiten que fue un error no haberse puesto más firmes y negarse a realizar la acción aquel martes. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿En qué condiciones trabajaron esa jornada?
—M.C: Para entender qué pasó, es importante hablar del contexto. Desde las 8 de la mañana nosotros ya estábamos arriba de los silos. Trabajamos con mucho frío y soportando un viento muy fuerte. Estábamos atados, con lo cual teníamos que realizar maniobras de precisión y de mucha fuerza, moviendo piezas y operando el dispositivo en condiciones muy limitantes. Así estuvimos hasta la una de la tarde, que fue cuando terminamos.
Trabajamos estresados. No podíamos tener la claridad y el pensamiento frío que se requiere para esa tarea porque estábamos bajo presión. Nos presionaron a hacerlo. Los pintores estaban abajo atajando autos y había que llevar dieciséis tachos de pintura que estaban al pie de la escalera que te permite salir de la torre a la terraza.
En ese contexto, desde la oficina del piso ocho de la torre del MACRO, la encargada de comunicación de Secretaría de Cultura nos apuraba para que tiremos la pintura porque estaban las cámaras de Canal 3 en vivo. Nos gritaba “Tiren, tiren, tiren dos”, mientras teníamos un drone sobrevolando nuestras cabezas, y desde abajo nos enfocaban con las cámaras de televisión. Desde abajo también pedían con un megáfono que nos apuremos a tirar la pintura.
En esa situación, después de estar cinco horas a la intemperie y con mucho viento, el cuerpo se va cargando y crece el estrés. Es como si te pusieran a jugar un partido de ajedrez después de estar manejando cinco horas en la ruta.
En este caso fue estar a treinta y cuatro metros de altura, al borde del vacío, al lado del río, con un viento muy fuerte, en momentos en los que necesitás claridad de pensamiento y mucha precisión para cada acción que realizás.
Nosotros somos profesionales que trabajamos en un estudio y que, no obstante, no le huimos a poner el cuerpo en la obra o a trabajar en altura. Lo que pasó en este caso es que no se respetaron los tiempos y las condiciones de trabajo. ¿Por qué no dijimos que no? Porque en medio de ese estrés no tuvimos la claridad para hacerlo.
En un momento, antes de tirar la pintura paramos un segundo para entrar a la torre del museo a recuperar un poco de temperatura. Antes de salir nuevamente a la terraza, le dijimos al personal del museo que deberíamos tener una reunión, porque entendíamos que no podíamos trabajar en esas condiciones, bajo esa presión.
—F.M: Nosotros planteamos que el proyecto requería evaluar las jornadas de trabajo, para hacer las cosas con cuidado y contemplar, entre otras cosas, la variante del viento. A diferencia de la acción inicial del domingo, donde trabajamos en forma coordinada, el martes desde que llegamos al lugar no sentimos el acompañamiento de aquel primer día.
—¿Cómo evalúan el comportamiento del dispositivo y del método de trabajo a las condiciones que se presentaron el martes 30?
—F.M: El dispositivo que diseñamos hace que la pintura empape la pared y escurra por el muro. Lo que pasó ese día fue que, como el viento era tangencial y muy fuerte, desprendió la pintura del muro y la llevó en otra dirección.
Para nosotros era algo positivo la estampa del viento en el muro. Si eso hubiera quedado en el silo del lado de la torre hubiera sido perfecto. Nosotros hablamos de eso en la propuesta que presentamos en el concurso: decíamos que el viento es protagonista y el resultado es inesperado. Pero siempre teniendo control.
Nuestro control ese día estaba en poder decir: “Hoy trabajamos sobre el silo contiguo a la torre, porque el viento viene de ahí y, en todo caso, por efecto del viento, evitamos manchar la torre del museo y la pintura que no quede en el silo intervenido caerá en los silos colindantes.
—M.C: Nuestro segundo punto de control es el dispositivo. Trabajamos mucho en todos los detalles. Hicimos varios prototipos. El inicial era una boquilla que terminaba en un corte recto. Cuando lo fuimos a probar, observamos que goteaba antes de tocar la pared.
Para un segundo prototipo, mejoramos la pieza, y su funcionamiento. Conseguimos que insuma menos horas de impresión y demande menos material. Y también le agregamos un corte a 45 grados que permite un mejor contacto con el muro.
También relevamos la mínima curvatura que tiene el silo en los 25 cm de ancho que tiene la boquilla. Esa mínima curvatura está presente en la boquilla. Al calzarla, la boquilla queda separada a dos milímetros del muro, asegurando el contacto necesario para que la pintura baje empapando la pared.
En las reuniones posteriores que tuvimos con Cultura, nosotros planteamos que, de ser necesario, podemos calibrar mejor el dispositivo. Podemos ubicarlo un milímetro más pegado al muro y diluir un poco más la pintura.
Nuestro proyecto contemplaba un margen liberado a una serie de variables que tienen que ver con la temperatura, la humedad de la pared, el viento, y lo que pudiera presentarse al momento de realizar la performance.
Pero nuestro punto de control era estar seguros de que, al momento de tirar la pintura, ésta se distribuya de forma equitativa, homogénea, en todo el perímetro del silo, y que a cada uno de los ramales de la boquilla llegue la misma cantidad de fluido. En ese caso, el dispositivo funcionó perfecto.
—Es decir, por parte de ustedes hubo predisposición para continuar con el proyecto…
—M.C: Siempre la hubo. Y después, hubo una primera instancia de presión formal a la que nosotros respondimos. Cuando ellos salieron por los medios a decir “esperamos una respuesta de los arquitectos”, nosotros ya les habíamos dado la respuesta, pero no era la que ellos esperaban.
Ellos querían que nosotros cedamos, y no lo hicimos. Tenían treinta días para responder a la propuesta que hicimos para continuar con el proyecto.
En una segunda instancia, tuvimos una reunión informal en la que se nos ofreció usar paredes en otros puntos de la ciudad para terminar la obra allí y hacer la apertura del año que viene con una muestra.
Proponer que esta obra, que es una acción pensada para un entorno determinado, con un dispositivo diseñado específicamente para ese lugar, se realice en otro ámbito es no entender nada, o que no te importe.
—F.M: Ya en otra oportunidad nos habían propuesto corregir la narrativa de nuestro proyecto, cambiarla. Cuando asume la nueva gestión de Cultura nos dijeron que les haríamos un favor muy grande si saliéramos a decir que el color rosa era por el cáncer de mama. Pretendían que el día de la inauguración se hiciera con la presencia de colectivos y organizaciones vinculadas a ese tema y colocar una placa.
En nuestra narrativa, nosotros decimos que el color rosa que elegimos no tiene un significado específico, sino que es una cuestión de vibración cromática que tiene sentido en ese lugar. Es una decisión pragmática la del color.
Proponer ajustar la narrativa a otras cuestiones, por más nobles que sean, es un acto demagógico. Tanto como lo es lo que están haciendo ahora, que es anular arbitrariamente el concurso, tapar lo que hicimos, y ceder los silos del Museo de Arte Contemporáneo a un mural de un artista de renombre internacional elegido por empresas privadas, con el fin de generar un “nuevo punto de interés turístico para la ciudad”.
Una expresión artística exige una mirada sensible, una predisposición a ver más allá de lo obvio».
—¿Qué lectura hacen de las críticas que generó el proyecto y de los comentarios negativos sobre el resultado de la performance del martes 30?
—M.C: La valoración sobre el resultado de esa jornada también abre posibilidades. Sacando el inconveniente del árbol, esa forma de telón abierto que dejó la pintura en uno de los silos tiene un grado de belleza que, si nos abstraemos de todo lo que pasó, no deja de ser incluso más bello que el primer silo intervenido.
Artistas y colegas arquitectos con los que hablamos hicieron observaciones de ese tipo. Gerardo Caballero nos dijo que logramos imprimir el viento. Es que, de alguna manera, una expresión artística exige una mirada sensible, una predisposición a ver más allá de lo obvio. Y no debemos dejar de lado que, en este caso, el ámbito es el Museo de Arte Contemporáneo.
Nosotros entendemos que uno de los problemas iniciales que tuvo nuestro proyecto es que no se trataba de una propuesta popular. De arranque, molestaba el nombre en inglés, que era una expresión que conectaba a un movimiento contracultural como el punk, que es inglés.
—F.M: Siempre fue un proyecto que generó incomodidad. Tiene esa impronta. Era una forma de resistencia plantear que la pintura no está muerta. Ahora lo podemos ver como algo premonitorio.
Rosario no debe resignar su apuesta por las expresiones culturales por la cual es reconocida».
—Al margen de las interpretaciones, hubo un jurado que avaló esa propuesta entre cerca de trescientas y que entendió que era viable. ¿Cómo entienden la cancelación del proyecto?
—M.C: El mismo secretario de Cultura, Federico Valentini, formaba parte de ese jurado. Él estaba al tanto de todo el proyecto y lo avaló, y es quien hoy sale en todos los medios a decir que esto no va.
Un concurso es un proceso democrático en el que se presenta la posibilidad de hacer algo, aparecen propuestas, se debaten y evalúan los trabajos y, finalmente, se decide cuál es el que debe realizarse.
—F.M: Ahora todo termina definiéndose de manera arbitraria y unilateral, cuando hay un convenio bilateral entre las partes.
—M.C: Entendemos que una obra abstracta, una performance, genera menos empatía en la gente que una propuesta figurativa. Pero al tratarse de un museo de arte contemporáneo, debería sostenerse esa lógica del arte como provocación, como generador de preguntas, su efecto movilizador.
El MACRO nació como un referente de eso, y no debería dejar de serlo. Rosario no debe resignar su apuesta por las expresiones culturales por la cual es reconocida. El rock en nuestro idioma nació acá y luego se expandió por toda Latinoamérica; Lucio Fontana es uno de los artistas más importantes del siglo XX, y es de acá, como lo es también Adrián Villar Rojas.
No deberíamos permitir que se baje más la vara culturalmente. Hoy estamos ante una gestión que habla del MACRO como un “punto de interés turístico para Rosario” y no como el gran museo de arte contemporáneo que es. Creo que eso ya dice mucho de dónde estamos parados.
Voces de respaldo
En medio del debate que la cancelación del proyecto Paint is not dead generó en las redes sociales, el arquitecto Diego Arraigada aportó unas palabras que resumen con claridad el espíritu y los alcances de la elección de una obra por concurso público. Un aspecto que, por obvio que parezca, en este contexto, no se puede soslayar:
“En un concurso público, quien decide los premios es el jurado, que analiza todo y luego llega a un fallo final. Un participante tiene la libertad de interpretar las bases y proponer la obra que considere mejor. Si lo eligen como ganador, la responsabilidad sobre esa elección es del jurado.
El sistema de concursos públicos y sus reglas sigue siendo el modo más transparente y democrático de elegir este tipo de obras, y debemos defenderlo como sociedad, más allá de los gustos.
Las empresas privadas y el Estado pueden apoyar económicamente estas iniciativas culturales. Es muy valioso que lo hagan. Pero lo que no se puede es desconocer un concurso público, el trabajo realizado, sus cientos de participantes, su jurado, el fallo, todo el trabajo previo, y desestimar a tantas personas – y a la misma institución del concurso- para elegir a dedo”.
Por último, compartimos la reflexión que realizó en el aire de Radio 2 la artista visual, editora y agitadora cultural Lila Siegrist el pasado sábado 28 de septiembre. Sobre el final de una entrevista que le realizaba el periodista Roberto Caferra, Siegrist pidió manifestarse públicamente sobre la polémica en torno a la intervención de los silos del MACRO.
“Tenemos que dar una discusión sobre este tema. Y, en mi caso, tengo una opinión formada”, dijo. Y expresó: “Estamos ante una anulación que es autoritaria y arbitraria, porque la obra está dotada de legitimidad pública, fruto de un concurso que tiene veinte años de vigencia y llamados consecutivos”.
“El mismo Estado no puede contradecirse sobre el concurso público que él mismo organizó. Y no puede ser que salga a buscar financiamiento entre empresarios para que hagan un mural. No podemos dejar que el mundo privado disponga de los contenidos y los repertorios culturales públicos de la ciudad”, concluyó.
En imágenes: del proyecto a la acción
Estos tres videos que compartimos a continuación en los que se exhiben detalles de la construcción del dispositivo, el montaje, y la performance inaugural, dan cuenta del trabajo realizado en las distintas etapas del proyecto desarrollado por Cucurell y Meucci y el modo en que lo llevaron a cabo en la primera jornada.
Para conocer más del proyecto e informarte sobre las novedades del mismo, podés ingresar a la cuenta de Instagram @paintisnotdead_.