por La Gaceta Arquitectura
No son muchas las posibilidades que tenemos de acceder a las entrañas de la Usina Sorrento con la potencia del formato cinematográfico, con imágenes y sonidos al servicio de una narrativa inquietante. Tampoco es frecuente que veamos al teatro El Círculo como escenario de una trama metafísica, a los humedales del Paraná siendo devorados por una serpiente de fuego, o a las nubes ingresando a un palacio florentino ubicado en plena yunga tucumana.
Algunas de esas escenas forman parte del singular universo que plantea Metadata, el mediometraje de Federico Leites que el próximo 28 de noviembre a las 19:30 horas se proyectará en forma gratuita en el auditorio del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de Rosario (Av. Belgrano 646).
“Una mañana singular de un año bisagra, una explosión en una central geotérmica desata el nacimiento de una frecuencia sin igual. Un equipo de investigadores del sonido deben viajar del litoral a las yungas para retener en la tierra esta frecuencia capaz de cambiarlo todo a su paso”, reza la sinopsis de la película.
Sin embargo, la trama de Metadata aparece como una excusa del autor para desplegar un verdadero banquete visual y sonoro por paisajes tan reconocibles como extraños, con escenas que difuminan y fuerzan los límites entre la realidad y la ensoñación.
En pocas palabras, Metadata es una original propuesta para un viaje de cuarenta minutos entre paisajes sonoros, contemplación, realidades paralelas, arte escénico, poesía, y cine.
Federico Leites, el artífice de esta realización, es un inquieto compositor y artista visual de la ciudad de Rosario que se define como un artista “nacido del cruce entre arte y sonido”. Como músico y cantante cuenta con tres discos editados y ha participado en diversas muestras de arte contemporáneo a nivel local y nacional. Metadata es su ópera prima, y la proyección en el auditorio del Colegio el jueves 28 de noviembre será la segunda exhibición luego de su estreno en julio pasado en el cine El Cairo.
“Es una simbiosis natural que esta película se proyecte en el Colegio de Arquitectura y Urbanismo porque hay aspectos que son muy de ese universo”, reflexiona Federico Leites en esta entrevista con La Gaceta Arquitectura.
—Como músico, estuviste involucrado en la realización de tus videoclips. Por lo tanto, la producción audiovisual no te es ajena. Sin embargo, Metadata es presentada como tu ópera prima, como tu debut en el cine. ¿Cómo definís a Metadata y qué te llevó a realizarla?
—Metadata es un mediometraje de ciencia ficción que trabaja con cierta realidad y con cierta metafísica. Hay una especie de narrativa muy laxa, pero muy concreta, sobre el nacimiento de un sonido, y unos investigadores de frecuencia que deben perseguir ese sonido hasta cazarlo.
El germen de la película es una residencia que hicimos en 2017 con Juan Follonier -director de Fango Films-, Alejandro Beresi -músico electrónico- y Federico Baronio -productor musical- en un palacio florentino ubicado en la yunga tucumana que se llamó Yungas House.
Ese proyecto estuvo liderado por el actual curador jefe del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), Piero Sogno, y me invitaron a participar. Llevé a un grupo de amigos para trabajar allí con la idea de generar campos sonoros para armar un disco de música ambient y, en el medio, filmar y registrar para ver qué se podía hacer con eso.
Había un antecedente de algo similar, porque yo acababa de hacer el disco Montaraz, y Juan, Federico y Alejandro habían hecho un documental sobre esa experiencia, que consistió en que yo me internara en el monte cordobés, componiendo con una guitarra en un rancho de adobe en San Marcos Sierra.
A partir de esa experiencia residencial de más de un mes en la yunga tucumana, yo estuve dos años sin saber qué iba a hacer con toda esa data y ese material que trajimos de allí. No sabía si iba a usarlo para un disco, para un audiovisual, o para un documental.
Cuando empiezo a ver, había tanto material y tan disparatado, que pensé que se podía inventar una narrativa que sea superadora de esa experiencia. A partir de eso empecé a armar escaletas con capturas de pantallas y armando PDF de 660 planos sobre cómo se podría armar una narrativa.
Y empezaron a aparecer núcleos de ideas que, en la película, aparecen desarrollados: qué pasa cuando nace un sonido; qué pasa cuando ese sonido ingresa a los oídos de alguien generando y decodificando un mensaje; qué pasa cuando la información de ese mensaje se brinda a los investigadores; y luego, la travesía, la llegada del sonido, y el final.
Había cosas que faltaban filmar para completar esa narrativa, y las hicimos entre 2020 y 2021, en plena pandemia y como pudimos. En el Teatro el Círculo, la Usina Sorrento, los estudios de Fango Films, y el Centro Cultural La Toma. En este último lugar armamos sets para la parte de ficción más oscura, planteando interiores y decorados.
—Un momento impactante de Metadata es el registro de las quemas en los humedales en plena pandemia. Hoy, eso aparece como un registro de época. La potencia de esas imágenes son conmovedoras.
—Sí. En 2020 empecé a recolectar material de gente que iba a filmar las quemas en los humedales. Entre ellas, estaba la gente de Aero-pro, que cruzaban con drones de mucha calidad y filmaban lo que estaba pasando.
Son imágenes muy impactantes que dan cuenta de la verdadera dimensión que tuvo eso. Porque una cosa es recibir el humo desde acá, desde la ciudad, y otra muy distinta es ver la extensión y el daño que estaba generando en el lugar.
Llegamos a contar 340 focos de incendios. Ver esas llamas en el horizonte llano es algo escalofriante. En una de las idas, el viento se arremolinó y generó una forma parecida a la de un hongo nuclear.
Hicimos unas tomas muy buenas de ese fenómeno y las incluímos en la película. Lo mismo hicimos con la imagen del fuego con forma de serpiente, que va avanzando y barriendo con todo a su paso.
—¿Podemos decir que Metadata, aún con las escenas urbanas y los paisajes metafísicos, surgió a partir de la recolección de experiencias vividas en un territorio específico?
—Sí, es totalmente válido eso. El paisaje es algo que me atraviesa. Siempre me pasa. Yo tengo la oportunidad de ir todos los meses a un lugar muy particular, en un refugio de montaña en Córdoba, donde el paisaje me conmueve particularmente. Ese vínculo con el paisaje está muy presente en mi música y, ahora, se profundizó con lo audiovisual.
En mi disco Montaraz vestimos la obra acorde a esa cosa telúrica, que era algo que se imponía de una forma genuina. Jamás en mi vida pensé en hacer folclore. De hecho, yo venía de hacer Ataud, ataud, que era muy tecno.
Yo acompaño lo que nace, tal como nace, para dar lo mejor. Las vestiduras telúricas de Montaraz era lo que mejor acompañaban a esas canciones, porque tenían el olorcito de esas tierras.
Nació algo a lo que después le puse un ropaje. Creo que a las cosas hay que darle el contexto que tienen. Con Montaraz nos entregamos a la energía que tenía el material, y lo hicimos con mucho respeto.
El día que vi por primera vez a Ramón Ayala en vivo.entendí lo que significa ser un artista telúrico. Y entendí que mi obra tenía algo de eso porque es una energía que tengo.
Es decir; lo telúrico no me es ajeno; nací en Concordia, viví en Federación, en San Salvador, y toda mi familia es de Gualeguay. Es muy natural en mí todo eso, aunque reconozco que no pertenezco intrínsecamente al mundo del folclore.
Yo voy arribando a resultados, y esos resultados van coqueteando con estéticas. Y eso mismo pasó ahora con la película. Yo no conozco a nadie del cine; voy conociendo gente de distintas disciplinas a través de la obra.
Cada planeta me va aportando algo. Siento que la única manera que tengo de arribar a un resultado profundo es con ingenuidad, con dedicación, con curiosidad.
—En ese planteo de lo metafísico, Metadata recuerda un poco a las películas de Alejandro Jodorowsky. ¿Fue una influencia?
—Yo me descargue más de cincuenta libros de Jacobo Grinberg (neuro fisiólogo y psicólogo mexicano), y noto que hay muchas teorías espectaculares suyas que, desde el campo del arte, que es el mío, las puedo percibir. Creo que esta percepción pudo ser volcada en una obra como Metadata.
Bueno, Ginberg y Jodorowsky tenían en común las visitas a Pachita, una chamana mexicana que hacía operaciones psíquicas sanadoras. Entonces, la investigación de ese planeta medio telúrico, con los límites de la conciencia, de la mente, están presentes. Y, de alguna manera, mi célula de interés anda por ahí. Después veo si lo vuelco en un disco, en una película, o en una pintura.
Creo que lo que influyó es la fascinación por el misterio de la vida, por el poder que tenemos, y por el no-poder que también. En la película hay mucho de esa fascinación mía por el misterio.
Pensemos que son más de cuarenta minutos sin diálogos, con imágenes y sonidos que dan una atmósfera inquietante. La característica de “inmersiva” que tiene la película fue una de las cuestiones planteadas desde el inicio. Plantear, por ejemplo, qué pasa si el audio es agua.
En muchas ocasiones, el arte se define en la imperfección, y no tanto en lo pulido. Y Metadata es muy prolija, por las obsesiones que tengo al hacer las cosas, pero transitó por muchos momentos de indefinición, de faltas de certezas acerca de hacia a dónde estaba yendo.
No hay guión en Metadata. Había núcleos que fueron leudando y que se fueron tocando, y muchas veces los forzamos para que eso ocurra. Fueron dos años de montaje en los que me preguntaba si eso era cine o un experimento visual.
Hoy no lo tengo resuelto, pero el día que vi proyectada la película en el cine El Cairo entendí la importancia del espacio, de la obra en su contexto. Y en el auditorio del Colegio de Arquitectura y Urbanismo no tengo dudas de que pasará algo similar.
—¿Cómo pensás que será recibida la película por un público compuesto, en su gran mayoría, por profesionales o estudiantes de arquitectura? ¿Intuís que puede haber una apreciación especial de algunos detalles?
—Yo creo que sí. Creo que es el público indicado. Es una simbiosis natural que se proyecte en el Colegio. Hay aspectos de la película que son muy de ese universo. Yo tengo un estudio de diseño de interiores. El planteo de cómo se ven las cosas, o los puntos de fuga, me importan mucho. En la película eso está muy presente.
Metadata es una obra poco convencional por su narrativa, pero en la que se exhibe mucho patrimonio. Están los humedales del Paraná, la Usina Sorrento, el Teatro El Círculo, el puente Rosario-Victoria, y la selva de la precordillera en Tucumán.
Es todo un recorrido entre interiores y exteriores -cómo planteaba (Aldous) Huxley: mundo interior/mundo exterior- en donde la película entra al ser, sale, y se encuentra con arquitecturas muy extrañas. Y hay un límite que quise difuminar para recordarnos que no todo es tanta carne ni todo es tanto espíritu, sino que hay algo más.
También aparece un palacio florentino construido por un arquitecto italiano en la yunga tucumana para una de las primeras familias que se asentaron allí y que luego abandonaron. Queda una propietaria de ese palacio viviendo en Tucumán.
El dueño de la residencia de arte se la pidió prestada para ponerla en valor a cambio de que dejen entrar a artistas a trabajar allí. Al primero que convocaron fue a mí. Ahí hicimos Yungas Haus.
Es un palacio construido en plena precordillera, en medio de la selva, en un entorno increíble. Hay escenas de nubes entrando a la casa que utilizamos en la película.