Algunos aspectos de la bioconstrucción como enfoque constructivo sostenible

“Es cada vez más importante tener presentes la cultura y las tradiciones constructivas para rescatar técnicas ancestrales y adecuarlas a las prácticas sociales actuales”, dice en esta entrevista Giuseppe Mingolla. El prestigioso técnico geómetra y especialista en bioconstrucción, reflexiona sobre el lugar que ocupa esta técnica constructiva en nuestro país, y anticipa algunos de los conceptos centrales que guiarán la Diplomatura de Estudios Avanzados en Construcción Sustentable” de la FAPyD (UNR) a partir del convenio con el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe (CAUPSF).

por La Gaceta Arquitectura

Atento a la creciente demanda por formas constructivas más eficientes y amigables con el medioambiente, el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe (CAUPSF) firmó un convenio con la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la UNR (FAPyD) para llevar a cabo, a través de la Secretaría de Posgrado de la casa de altos estudios, la «Diplomatura de Estudios Avanzados en Construcción Sustentable”, que se dictará entre el 9 de mayo y el 18 de octubre de este año y para la cual nuestro Colegio pone a disposición de sus matriculados y matriculadas seis becas que cubren los costos de los aranceles de inscripción.

Esta diplomatura -cuyo link de inscripción con plazo al 25 de abril próximo figura al pie de esta nota- está orientada a arquitectos/as matriculados/as, profesionales de la ingeniería civil, y de otros ámbitos de la construcción.

El prestigioso especialista Giuseppe Mingolla estará a cargo de los talleres del módulo “Técnicas constructivas”, supervisando las clases en su carácter de coordinador académico. Mingolla llegó a la Argentina proveniente de su Italia natal con el título de Técnico Geómetra, que en nuestro país equivale -en cuanto a sus incumbencias- al de maestro mayor de obra, técnico en construcción, y perito topógrafo.

Su experiencia en Italia abarca la restauración de palacios, castillos e iglesias. «En Argentina encontré la posibilidad de poner a disposición mi experiencia a través de la utilización de materiales naturales en la construcción, en lo que llamamos bioconstrucción», nos cuenta. Y destaca la colaboración que brindó como asesor del Ministerio de Obras Públicas de la Nación durante la gestión de Gabriel Katopodis, desde donde se trabajó para promover, desde el Estado, ideas y soluciones constructivas a través de la bioconstrucción.

En diálogo con La Gaceta Arquitectura, Mingolla define el concepto de bioconstrucción, sus virtudes y posibilidades, y detalla algunas experiencias concretas en nuestro país. Para graficar el valor de esta diplomatura de la FAPyD-CAUPSF, ofrece una reflexión que opera como punto de partida e introducción a cuestiones ideológicas y conceptuales que se apoyan en «un contexto crítico y urgente de alcance global y al que hay que atender desde lo local».

«La crisis civilizatoria que estamos enfrentando no es un fenómeno aislado, sino que señala un punto de inflexión donde las decisiones que tomemos definirán el futuro de las próximas generaciones. Esta crisis civilizatoria está caracterizada por modelos de desarrollo insostenibles, y una visión del progreso dominada por la lógica dogmática y homogeneizadora, desvalorizando los saberes locales tradicionales. Por eso se hace urgente adoptar nuevas formas sostenibles de construir”, advierte.

—¿Cómo definís, en pocas palabras, el concepto de bioconstrucción y las técnicas que pueden emplearse? 

—La bioconstrucción, como concepto, es un enfoque constructivo sostenible que emplea materiales naturales y, en lo posible, no tóxicos. Algunos de estos materiales pueden ser la tierra, el bambú, la paja, o la madera. Cuando se combina esta técnica reducimos fuertemente el impacto ambiental, sobre todo para crear vivienda y espacios saludables y energéticamente eficientes.

Se trata de fomentar sistemas constructivos que se relacionen en forma armónica los aspectos funcionales, estéticos, económicos, sociales y culturales con el objetivo de lograr hábitat que respondan a la necesidad humana en condiciones saludables e integradoras. Y esto es tanto en un entorno urbano, como en uno rural.

—¿Por qué es necesario, o recomendable,  fomentar la incorporación de este concepto y sus procedimientos? ¿Desde qué ámbitos se viene trabajando para impulsar su puesta en práctica?

—Hoy nos encontramos ante un punto de inflexión, ya que las decisiones que tomemos determinarán el futuro de las próximas generaciones. Actualmente nos enfrentamos a dos crisis: una crisis ambiental, que se manifiesta en múltiples formas. 

Esta crisis no sólo afecta a la naturaleza, sino que tiene profundas repercusiones sociales y económicas, exacerbando las desigualdades y poniendo en peligro la seguridad y la salud de millones de personas. Lo ocurrido en Bahía Blanca puede funcionar como un ejemplo cercano de este fenómeno.

Y, simultáneamente, vivimos una crisis civilizatoria caracterizada por un modelo de desarrollo insostenible y de una visión de progreso que ha sido dominada por una lógica dogmática y homogeneizadora. 

La bioconstrucción, o la construcción sustentable, no se limita a técnicas y métodos sostenibles. La bioconstrucción es una filosofía que cuestiona los fundamentos mismos de nuestro sistema socioeconómico y promueve un cambio profundo en la relación con nuestro entorno. En ese sentido, implica un giro epistemológico. 

Tenemos que rediseñar la estructura del conocimiento. Y tendremos que empezar a poner en comunicación muchas de estas cosas que hasta ahora permanecían estancadas, dispersas, y con cada uno yendo por su lado. Hay que cortar con esa lógica y avanzar decididamente con el intercambio de conocimiento.

La diplomatura de estudios avanzados en construcciones sustentables promovida por la FAPyD y el CAUPSF junto al Centro de Estudios de Ambiente Humano, se basa también sobre estudios académicos y trabajos científicos que abordan el paradigma ambiental desde esta dimensión más ideológica, que también es paradigmática y ética. Con este tipo de iniciativas, estamos tratando de promover la eficacia ambiental de los asentamientos humanos en su contexto territorial.

En esta diplomatura estamos presentando varias charlas a través de la antropología, la arqueología, y la filosofía, que nos va a ayudar a hacer preguntas, y buscar las múltiples respuestas posibles. 

Cito textualmente la resolución de los fundamentos de la diplomatura: “Resulta ineludible la profundización formativa en torno a los saberes relacionados a esta temática, que aporten marcos de referencias sobre problemáticas como el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y del patrimonio cultural, las transformaciones tecnológicas y los nuevos sistemas productivos, entre otras. 

Y concluye: “En este marco se construye un enfoque comprometido con la sostenibilidad promoviendo una mirada colaborativa e interdisciplinar ante los desafíos contemporáneos”.

—¿Qué otros actores -además de la academia- están involucrados en esa promoción de la eficacia ambiental?

—Hoy nos encontramos con muchos actores que se están ocupando en encontrar soluciones en relación a los cambios climáticos y las situaciones socioeconómicas. Hay disciplinas que promueven el equilibrio entre necesidades humanas, la eficiencia energética, el respeto por el medioambiente y que, sobre todo, priorizan soluciones locales sobre las estandarizaciones globales. 

Las universidades han empezado a investigar y a relevar situaciones, al igual que muchos colegios de profesionales y, también, sectores de la sociedad civil que se encuentran con problemas enormes de diversas naturalezas. Es un contexto amplio pero, pensando globalmente, se puede actuar localmente. 

Hay disciplinas, como la arquitectura bioclimática, que se enfoca en el diseño que integra estrategias pasivas y activas para optimizar el confort humano reduciendo el consumo energético. Como dice un colega docente; «la mejor energía es la que no se gasta». 

¿Cómo se atienden las particularidades de los contextos territoriales al momento de proyectar una construcción sustentable?

—La arquitectura bioclimática aprovecha las condiciones climáticas locales basándose en principios como la orientación, la forma, para maximizar ganancia solar en invierno, minimizar en verano, aislamiento térmico, controlar esa transferencia de calor mediante materiales de técnicas constructivas; reducir la migración de temperatura de humedad de exterior a interior, se optimizan a través de la ventilación natural (corrientes de aire y renovación del aire), y el uso de energías renovables. 

Se está considerando la cuestión geotérmica y, en lo específico de cada territorio, el entorno geográfico, cultural y ecológico son insoslayables que determinan la utilización de recursos locales, de materiales autóctonos.

Es un capricho plantear que para una construcción se deban traigan materiales de otros lados. Más allá de los costos directos e indirectos que esto implica, no son eficientes, porque la naturaleza produce por sí misma materiales al propio territorio. Por eso es fundamental tener en cuenta la geografía, la topografía, los relieves. Y sobre todo, ver la gestión de los riesgos, de inundaciones, de los vientos, preservar la biodiversidad con la integración de la vegetación nativa, y conocer los sistemas de drenaje sostenibles. 

Yo estoy cursando una tecnicatura en gestión cultural. Es importante tener presentes la cultura y las tradiciones constructivas para rescatar técnicas ancestrales y adecuarlas a las prácticas sociales actuales. Es muy importante considerar la franja climatológica donde se está construyendo, donde se piensa urbanizar, donde se piensa poner la huella del ser humano.

—¿Qué posibilidades tienen los y las profesionales de la arquitectura para incorporar estos conceptos a sus proyectos?

—Cualquier profesional responde según el conocimiento que tiene. Un arquitecto sale de una facultad con una serie de informaciones y conocimientos. Si este profesional no se preocupa en investigar y poner en cuestionamiento su realidad, no hay forma de que la propuesta del uso de materiales naturales o de interiorizarse sobre la construcción sustentable como una solución, no lo verá.

Por eso es muy importante el rol que cumplen las diplomaturas que se están haciendo en todo el país, que están teniendo mucha demanda, lo que pone en evidencia que son conocimientos que el mundo académico no venía abordando. En Rosario, universidades como la UTN y la UNR, están tratando de dialogar y acercar este tipo de herramientas a los profesionales.

—¿Cómo analizas el rol actual del Estado y el comportamiento del mercado en torno a esta temática?

—El rol del Estado actual sobre este tema debería entenderse desde una cuestión casi freudiana, porque lo que predomina es la negación de los problemas, desde lo subjetivo a lo comunitario. En pocas palabras, el primer enemigo que tenemos es esa negación de nuestras patologías que baja desde el Estado.

Entonces, en este momento particular de la Argentina, el Estado está negando los problemas. Y con esa actitud no hace otra cosa que aumentarlo. Sin embargo, esto no impide que, a su ritmo y escala, la sociedad civil pueda avanzar, porque no hay impedimentos para hacerlo.

En las provincias y los municipios seguimos teniendo una cierta autonomía respecto del gobierno nacional en materia legislativa. Por eso es importante informar y capacitar para allanar el camino a estas formas de construcción sustentables.

Con respecto al mercado, cuando las empresas o las familias vean los beneficios y las soluciones que esto representa, lo van a considerar como una opción más que válida. Y más aún en momentos de crisis y de las urgencias que hay por tener un techo, por el gran déficit habitacional que existe.

No nos confundamos: la construcción sustentable no resuelve la ecuación en términos de resultar mucho más económica que una construcción tradicional. Pero la utilización de materiales eficientes garantiza la amortización del gasto de la construcción, ya sea en el mediano o el largo plazo, con el mantenimiento, con la factura de la luz y el gas, etc.

Tenemos que aprender a ver la vida en un plazo un poco más largo, que está un poco más allá de nuestras narices y de nuestros intereses inmediatos. Es una cuestión cultural que domina nuestro presente esa idea de pensar que el mundo se nos termina hoy mismo.

El Estado Nacional ya se había involucrado en esa experiencia de la bioconstrucción. Fue en una etapa del gobierno pasado de la que yo participé colaborando con el Ministerio de Obras Públicas de la Nación durante la gestión de Gabriel Katopodis. En esos años se promovieron ideas y prácticas para incorporar soluciones constructivas a través de la bioconstrucción. Habíamos empezado a dar cursos de capacitación y sensibilización sobre estas alternativas constructivas, poniendo el foco sobre cómo utilizarlas según los contextos.

Es muy valioso el rol de la Red Protierra Argentina, que reúne a profesionales, docentes, investigadores y bioconstructores que desde hace tiempo vienen trabajando para armar reglamentaciones en torno a la bioconstrucción. Y lo hacen tomando como referencia las experiencias de otros países, porque aquí no tenemos este tipo de reglamentación.

—En cuanto a experiencias concretas de bioconstrucción ¿Son más propias de zonas periféricas o rurales que de áreas densamente pobladas, o es un prejuicio pensar que esto sea así?

—Hay muchas experiencias, y muy diversas. Actualmente estoy haciendo una obra urbana con estructura de hormigón, y los cerramientos son con una técnica que se llama tierra aligerada, que se trata de paja de trigo con alta densidad mezclada con una barbotina de arcilla que funciona como aglutinante y también modulando las cuestiones higrométricas.

Y también estoy construyendo mi casa en Necochea, frente al mar, utilizando la arena de un médano con una técnica particular de origen iraní que no tiene nada de hormigón; es pura arena asentada sobre arena, y el diseño es orgánico.

Tenemos muchas experiencias en lo que se denominan terrazas verdes y bosques verticales. Y en cuanto a los lugares donde se construyen, ya nos existe mas esta separación entre lo rural y lo urbano. Donde las condiciones prevén que se utilice el hormigón armado, se pueden utilizar estas técnicas. La eficiencia se va compensando con los cerramientos, con la cubierta o con la terminación interior.

En este sentido, la mitad de nuestro trabajo es romper el prejuicio y demostrar que la viabilidad es evidente. No hay razones para pensar que una casa con materiales naturales sea un ranchito en el campo o en un barrio marginal de un contexto urbano.

Personalmente, no veo límites para que la bioconstrucción se desarrolle en cualquier contexto, siempre y cuando el trabajo esté bien hecho y a partir del respeto de la legislación existente.

Es muy importante que hayan normas claras que permitan, desde la Municipalidad y desde los Colegios, poder visar y avalar estas técnicas constructivas. Es por eso que, paralelamente a la formación de profesionales, se está avanzando con la capacitación, formación, y especialización de maestranzas.