Zampieron-Pachué: nuestros profesionales siguen haciendo historia en Venecia

Dos arquitectos de la ciudad de Rosario -Marco Zampieron y Juan Manuel Pachué- consiguieron el Primer Premio en el Concurso para representar al país en el Pabellón Argentino de la XIX Bienal de Arquitectura de Venecia 2025. Es la tercera vez consecutiva que profesionales de la ciudad resultan elegidos para esta prestigiosa muestra internacional. En esta entrevista con La Gaceta Arquitectura, los galardonados brindan detalles de su proyecto “Siestario” y reflexionan sobre la importancia de participar en concursos.

por La Gaceta Arquitectura

No es ninguna novedad que la producción de los arquitectos y las arquitectas locales concentra una especial atención en la escena nacional e internacional. Sobre el final del año pasado, Rosario volvió a dar la nota. Por tercera vez consecutiva, profesionales de la arquitectura de esta ciudad fueron elegidos para representar a la Argentina en la prestigiosa Bienal de Arquitectura de Venecia. 

En esta oportunidad, los arquitectos Marco Zampieron y Juan Manuel Pachué consiguieron el primer premio del Concurso Nacional para materializar su proyecto “Siestario” en el Pabellón que nuestro país tiene asignado en la Bienal. El fenómeno se ratifica con la Primera Mención otorgada por el Jurado al arquitecto Leonardo Rota, otro profesional de la ciudad de Rosario.

Cabe recordar que, en las últimas dos ediciones de la Bienal, el Pabellón Argentino estuvo representado por en 2021, Gerardo Caballero con La Casa Infinita en 2021; y por Diego Arraigada con El Futuro del Agua en 2023. Otro dato de interés es que la edición 2018 estuvo a cargo del estudio Sustantivo Colectivo, de Santa Fe, con su propuesta Vértigo Horizontal.

El lema de esta XIX Bienal de Arquitectura de Venecia 2025 es “intelligens”, un neologismo que, tal como explica el comisario de esta edición de la muestra, el ingeniero y arquitecto italiano Carlo Ratti, “está vinculado al término moderno inteligencia, pero también evoca un conjunto más amplio de significados asociados”. 

Según señala, la sílaba gens “sugiere un futuro de inteligencia inclusiva, múltiple e imaginativa más allá del enfoque limitante actual sobre la Inteligencia Artificial”.

En síntesis, la convocatoria de esta edición de la Bienal está orientada a que los proyectos de cada pabellón expongan “soluciones inteligentes a los problemas más acuciantes, que pueden adoptar muchas formas”.

El proyecto de Pachué y Zampieron que resultó elegido para representar a nuestro país en la Bienal lleva por título “Siestario” y tiene como protagonista a un silobolsa inflado que se extiende a lo largo del pabellón, con una ambientación lumínica y auditiva que invita a la pausa y a la somnolencia.

“La siesta, ruptura momentánea de la rutina, se resignifica como acto de suspensión, no es la quietud del cuerpo; es la quietud toda, una oposición al ritmo acelerado y a las demandas productivas. El pabellón como una experiencia colectiva de ocio: un refugio”, explican sus autores en la memoria descriptiva y conceptual del proyecto.

En cuanto a la materialidad, y en particular a la elección del silobolsa, señalan que “descontextualizado de su función original, conserva su esencia mientras resignifica su propósito”. 

Y agregan: “Su presencia, surreal y extraña, evoca un resto de otra realidad: un vestigio de la economía argentina, un fragmento suspendido en la memoria. El silo se convierte en soporte para el sueño; un colchón de plástico blando, inmóvil, donde los cuerpos se hunden”.

La experiencia que propone este proyecto se completa con dibujos, maquetas, renders y fotografías que se proyectan en forma difusa y aleatoria, como destellos oníricos que no responden a un tiempo lineal sino a la lógica propia de los sueños. 

“Son huellas de ideales y ambiciones de una memoria en construcción, dentro de una base de datos atemporal, fragmentada. Lo individual se desvanece: los arquitectos y artistas han sido absorbidos por el conjunto, diluidos en lo colectivo”, sostienen sus autores. 

Zampieron y Pachué dialogaron con La Gaceta Arquitectura a pocos días de conocer el fallo del jurado. En esta entrevista brindaron detalles del proyecto Siestario, reflexionaron sobre el fenómeno que representa la sucesión de proyectos de profesionales locales representando al país en la Bienal, y sobre la importancia de participar en concursos y generar espacios de encuentros entre colegas.

—¿Cómo llegaron a la propuesta de Siestario en relación al lema propuesto en esta edición de la Bienal?

—M.Z: Nosotros formamos parte de un colectivo en el que, además de hacer arquitectura, establecemos una relación con amigos que son artistas y prevalece una indagación en temas artísticos, del territorio, del paisaje. 

Hemos hecho trabajos en este sentido; recorriendo la provincia, visitando pueblos, proyectando grabados o pinturas de artistas que han trabajado sobre el paisaje. Y ahí ya hay una observación de lo vernáculo, de lo local, de las tecnologías. 

Esa mirada nuestra sobre lo local, sobre el territorio, ya estaba muy incorporada en nosotros y sirvió para responder al lema de la Bienal, que planteaba ejes como el ambiente construido, sobre cómo impacta lo construido en lo global, con una agenda relacionada a lo climático que siempre está presente.

Nos pareció interesante mirar lo construido a nivel local, y tener el registro de lo que sucede en el campo; de lo que significa el campo en cuestiones paisajísticas, pero también económicas, y ver cómo repercute el campo en lo construido en algunas ciudades, entre otras cuestiones. 

Volcar la mirada sobre ese fenómeno nos parecía interesante. Y, dentro de esa mirada, empiezan a aparecer cuestiones asociadas al lema de la Bienal en relación a un lugar, una solución, y a la definición de “inteligencia” que plantean como la capacidad de adaptarse al lugar con los recursos disponibles. En nuestro proyecto interpretamos que, en esa dinámica del trabajo, también aparecen algunas cosas vinculadas al ingenio local y al descanso.

—Y allí aparece la idea de llevar a Venecia un elemento característico del paisaje y la producción de nuestra región como lo es el silobolsa, y plantear una suerte de reivindicación de la siesta…

—Marco Zampieron: El proyecto tiene muchas capas. A partir de conocer experiencias de la Bienal a partir del diálogo con los colegas que expusieron en las ediciones pasadas, nos quedó la idea de que en esa muestra hay una cantidad de información que recibe quien la recorre. 

Entendimos que todo lo que ves allí es mucho, y te puede llegar a abrumar. Y nuestro proyecto para el pabellón argentino busca lo contrario: hacer que te detengas y que descanses un rato, que hagas una experiencia similar a la de una siesta. 

Y ponemos un silobolsa extendido para que las personas que recorran la Bienal se tiendan sobre él a descansar, a dormir, si quieren. 

—Juan Manuel Pachué: En el momento en que empezás a trabajar en el concurso empezás a encadenar conceptos. El silobolsa nace como una respuesta inteligente para almacenar los granos y luego iniciar una cadena de reutilizaciones posibles. Cuando un silobolsa se deja de usar, o se rompe, ese material suele aparece luego como techo, o como pileta, en la casa en un pueblo. Ese silobolsa será, ahora, un lugar para descansar en el pabellón argentino. 

—M.Z: Argentina es el país que más silobolsas produce en el mundo. Para nosotros, quienes vivimos en esta zona del país, es muy común ver a los silobolsas extendidos en los campos. Es parte de nuestro paisaje. Pero verlo de cerca, en un espacio como el pabellón, entre columnas, genera otro impacto. Y ahí está eso de que uno hace a través de lo que conoce. 

Y en cuanto a la siesta, aunque no es algo exclusivo de nuestro país, aquí hay todo un culto en torno a ella. La siesta en sí tiene mucha relación con la geografía, con el clima, y tiene una relación directa con el paisaje y la cultura. En el transcurso del proyecto empezamos a ver cómo aparecía la siesta en pinturas de Antonio Berni, o en ilustraciones de Molina Campos. 

—Entre tantas capas de interpretaciones, una de ellas puede ser la resignificación de un elemento asociado a la productividad y la especulación para utilizarlo (inteligentemente) en favor del descanso. ¿Desde qué aspectos plasmarán el concepto de siesta en el pabellón? 

—M.Z: Sí, eso de parar, de detenerse para descansar, va en contra de lo productivo. Y  es una interpretación posible del proyecto. Siempre a nivel metafórico. Y también está esa cosa federal que buscamos representar en nuestro proyecto: las siestas se duermen en los pueblos, y no tanto en una ciudad como Buenos Aires. 

En Rosario nos podemos dar el lujo de dormir siesta. En ese sentido, lo pensamos mucho en función del territorio. Es muy nuestra la siesta. 

Y luego, ya a nivel curatorial, nuestra propuesta es que la noción de siesta aparezca a partir de un clima que queremos generar en el pabellón con una atmósfera surreal, onírica e inconsciente, propia de los sueños.

Vamos a plasmar lo onírico con proyecciones de imágenes difusas que aparezcan y desaparezcan en el suelo y en la pared sin que las personas puedan distinguir muy bien de qué se trata. 

—J.M.P: Va a haber música y algunas instancias sonoras que contribuyan a esa atmósfera. Nos faltan definir algunas cosas; determinar si será una música alegórica a la siesta, o no, y cómo vincularla para que sume a ese ambiente tan especial. La idea es generar un clima, una atmósfera de un espacio en el que podés relajarte y soñar.

—¿Cómo recibieron la noticia del primer premio, y cómo están viviendo estos días previos a la presentación del proyecto en la Bienal?

—J.M.P: Con Marco nos conocemos desde tercer o cuarto año de la facultad. Desde entonces, participamos en muchos concursos, como estudiantes, primero, y luego como profesionales. Siempre nos interesaron los concursos.

Ahora nos tocó ganar este concurso para representar al país en la Bienal de Venecia. Haber conseguido el primer premio es algo que nos da mucha alegría, una gran satisfacción, y lo tomamos como la confirmación que hemos hecho bien nuestro trabajo. 

A su vez, representar a tu país en una instancia internacional como ésta es una enorme responsabilidad y estamos trabajando para estar a la altura. Pero todo esto nos da una energía que seguramente nos ayudará para hacer bien las cosas. 

Ahora pasó el momento de la euforia y ya estamos trabajando seriamente para que todo salga como lo pensamos y no dejar detalles librados al azar. Nos quedan tres meses de trabajo, de reuniones, de responder a plazos, de contratar a gente, y de avanzar con la publicación del catálogo, entre otras cosas.

—M.Z: Esta es la primera vez que yo me siento tan contento por ganar un concurso. Todos son importantes, pero éste era un sueño, porque se trata de un concurso atípico, muy distinto al resto, y eso hace que lo viva con mucha satisfacción. 

A nivel personal, son muchas sensaciones las que se mezclan. Yo destaco el saludo de mucha gente que nos ha saludado y felicitado, colegas de nuestra generación, y también profesionales a quienes admiramos profundamente. Eso nos da mucho orgullo y aliento para dar lo mejor en esta muestra. 

—Ustedes trabajan juntos en un estudio que, entre sus principales objetivos, está el de desarrollar proyectos para participar en concursos. ¿Qué importancia le dan a esta instancia?

—M.Z: Sí. Nosotros tenemos un estudio que se llama Cooperativa, en el cual nos asociamos para hacer concursos y que compartimos con el arquitecto Matías Salomón. Siempre tratamos de sumar a amigos a estos proyectos de Cooperativa. 

En este proyecto se incorporó Brian Ejsmont, que está terminando la carrera de arquitectura y colabora con nosotros especializándose en renders y ya es un integrante más del estudio. 

—J.M.P: El concurso es una apuesta a futuro, y es algo que se hace por fuera del trabajo cotidiano como profesional de la arquitectura, al margen de tu vida laboral. 

El concurso es una apuesta en el sentido de que, aún en el mejor de los escenarios, que es ganar el concurso, construir ese proyecto es algo complejo por la realidad de nuestro país.

—¿Tienen alguna opinión formada sobre el hecho de que, por tercera vez consecutiva, se elijan a profesionales de Rosario para representar al país en el Pabellón Argentino de la Bienal de Venecia? 

—M.Z: Lo que puedo observar es que han sido elegidos estudios que vienen reflexionando sobre temas vinculados al territorio, al paisaje, y que han expresado cierta preocupación en indagar sobre esas cosas. Y también, que son estudios que participan de concursos. 

Son profesionales que tienen una mirada más amplia, que excede a lo meramente arquitectónico. Al menos, lo que conozco de Gerardo Caballero, de Diego Arraigada, y también de Javier Mendiondo, es que son colegas que están constantemente reflexionando. Creo que esas son algunas características comunes.  

—J.M.P: Los medios de difusión y las redes sociales hoy permiten que los ganadores del concurso para la Bienal y las propuestas para el Pabellón, se difundan mucho más. 

Cuando dos años atrás se hizo en el Colegio la muestra y conversatorio Tres Pabellones Argentinos, se planteó esta cuestión de por qué de esta región salen tantos ganadores. Y no hubo una respuesta muy clara. Lo que sí se  destacó es esa característica común de profesionales que tienen el ejercicio de pensar un tema, conceptualizarlo, y llevarlo a una propuesta.

Creo que acá hay una especie de gimnasia en estos procedimientos. Y estos colegas que vienen representando al país en el pabellón argentino de la Bienal de Venecia -a los que ahora nos sumamos nosotros- tienen a los concursos de arquitectura como una parte importante de su práctica profesional cotidiana. 

Son profesionales que tienen un paso por la investigación, y algunos por la docencia. Entonces creo que eso influye en cierto entrenamiento para poder vincular un tema específico al tema general que plantea la Bienal, por ejemplo. 

—¿Creen que este fenómeno se puede explicar en un recambio generacional que se está dando en Rosario y la región, con profesionales que buscan generar comunidad en torno a la reflexión y al cruce interdisciplinar? 

—M.Z: En Rosario, hace un tiempo que no venía pasando esto de generar comunidad, de mezclar la arquitectura con el arte y otras expresiones, y reflexionar. Quizás está volviendo a pasar y este fenómeno responde a eso. 

La MAAPE fue muy importante para propiciar este tipo de encuentro entre colegas, y nos parece muy importante. Iniciativas de ese tipo, como también los workshop que se hicieron en el Colegio, nos permitieron relacionarnos en forma más estrecha con colegas. 

En esos encuentros comprobás que hay pares que están preocupados por las mismas cosas que vos, o que ven las cosas desde otro punto de vista, y en ese intercambio cada uno aprende del otro.

—J.M.P: Cuando a uno le toca trabajar en proyectos y mostrarlos, empieza a valorar el hecho de haber participado de iniciativas como MAAPE o workshops, porque te dan una experiencia que es invaluable. 

Hoy veo que existe en nuestra generación una necesidad de generar comunidad. En estos días, estudios jóvenes nos han manifestado su alegría por esto que nos pasó con la Bienal, como si se sintieran parte. Eso es maravilloso. 

—M.Z: A mí me parece clave la participación. Yo siempre invito a colegas a que sean parte del Colegio, porque es fundamental conocerse, mostrarse, acercarse. Cuando éramos estudiantes, íbamos a El Túnel a ver las muestras, las charlas, a ver a nuestros referentes, incluso a participar de las fiestas que se hacían. A nosotros nos nutrió mucho todo eso, y nos sigue nutriendo porque seguimos participando de las actividades del Colegio. 

Perfiles

Juan Manuel Pachué es docente en las carreras de Arquitectura y Diseño Gráfico de la FAPyD-UNR y desarrolla su actividad en Rosario; y su colega Marco Zampieron es miembro del colectivo Fuga, con el que recibió la Beca Plan Fomento en el año 2021 y 2022 y editor del libro Cien Edificios, en 2022, con el apoyo de Ventanilla Continua.

Los dos arquitectos rosarinos que nos representarán en la Bienal de Venecia 2025 son egresados de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño (FAPyD) de la Universidad Nacional de Rosario y co-fundadores de «Cooperativa» (2015), espacio que comparten con los arquitectos Matías Salomón y Brian Ejsmont destinado a la realización de concursos de arquitectura con el cual han obtenido numerosos premios.

Ambos cuentan con una activa participación en las diversas actividades del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe, y del Distrito 2, Rosario.

Entre las más salientes se pueden mencionar la destacada labor en la Muestra Argentina de Arquitectura y Paisajismo Emergente (MAAPE) 2023; el workshop dirigido por el arquitecto y paisajista francés Mathieu Lucas realizado en agosto de 2024 (en el que participaron en nombre de “Cooperativa” junto al arq. Matías Salomón); y la charla de Zampieron sobre su libro Cien Edificios para el ciclo “En los Márgenes”, del CAUD2, con la moderación del arquitecto Gerardo Caballero en 2022. 

*Los renders que ilustran esta nota son autoría de Brian Ejsmont.