Un cambio de chip para promover la cultura del compostaje en Rosario

Reutilizar residuos verdes, compostar, poner en práctica artes y oficios sustentables para reducir el impacto ambiental en las ciudades resulta cada vez más necesario. Desde el barrio Stella Maris de Fisherton, a la vera del Ludueña, la Escuela de Artes y Oficios Ambientales y el emprendimiento Greem Compost tienen a los propios vecinos involucrados en el conocimiento y la puesta en práctica de estos nuevos hábitos. Mario Parodi, conocido como “El Chipieador”, explica los objetivos de esta iniciativa y funcionamiento.

por La Gaceta Arquitectura

Desde hace seis meses, en el barrio Stella Maris de Fisherton, en Rosario, a la vera del arroyo Ludueña, funcionan la Escuela de Artes y Oficios Ambientales y la unidad productiva Greem Compost, destinadas a promover entre sus habitantes la gestión de residuos y transformar aquellos de origen orgánico en nutrientes para el suelo y para diversos usos. 

La iniciativa surgió de un pequeño grupo de personas del lugar y comenzó a materializarse con el apoyo de la Fundación Rosario y del Programa de Intervención Focalizada (IBF) del Plan Nueva Oportunidad de la Provincia de Santa Fe.  Desde su creación, y a partir del trabajo sostenido de la comunidad en torno a estas prácticas de impacto positivo para el medioambiente, el objetivo de máxima es que la experiencia de esa escuela de oficios se convierta en un modelo que pueda replicarse en toda la ciudad.

En el marco del creciente interés del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de Rosario (CAUD2) por la preservación de nuestro hábitat y la promoción de procedimientos que incorporen la sustentabilidad en el ejercicio profesional, su presidente, el arquitecto Ariel Giménez, visitó este emprendimiento y se interiorizó del trabajo que allí se realiza. 

“Es muy positivo presenciar cómo se hace compostaje en un predio de espacio público ubicado junto al Arroyo Ludueña en una iniciativa que tiene a la gente del mismo barrio participando y comprometiéndose con el cuidado medioambiental, con la temática del material orgánico y de los nutrientes que se consiguen a través de los restos verdes”, destacó Giménez.

Y agregó: “Es un proyecto al que tememos que acompañar desde todos los ámbitos porque, además del valor medioambiental, tiene varios aspectos humanos y sociales que son muy importantes, ya que fortalecen las relaciones entre una parte de la población bastante vulnerable que está rodeada de barrios que habita gente con otro nivel de posibilidades”.

El Chipeador

Mario Parodi es uno de los impulsores de este proyecto y en forma cotidiana participa activamente de las diversas tareas que realiza la comunidad del Stella Maris, tanto desde la docencia como desde la práctica.  Parodi es “El Chipeador”. Así se presenta en las redes sociales y así lo conocen en el barrio y en los diversos lugares del país que visita para promover y poner en práctica procedimientos para la gestión de residuos orgánicos, el compostaje, y la técnica del chipeado. 

En pocas palabras, el chipeado consiste en triturar residuos vegetales para convertirlos en chips, unidades pequeñas que, además de reducir el volumen y facilitar el traslado de los mismos con notables costos logísticos, tienen múltiples usos. 

Entre los destinos más destacados de los chips de residuos vegetales se pueden mencionar el compostaje, el uso ornamental para paisajismo, las cazuelas de arbolados, el tratamiento de aguas residuales para su reutilización, y su implementación en la construcción de techos verdes y en la bioconstrucción, entre tantos otros.

En diálogo con La Gaceta Arquitectura, Parodi explicó el trabajo que realizan en el barrio Stella Maris de Fisherton y dimensionó el impacto positivo que pueden tener las prácticas de compostaje que allí se realizan a partir de un diagnóstico contundente: «Lo concreto es que tenemos la oportunidad de generar ahí un ámbito para reducir a la mitad los residuos que enviamos a basurales. Ese es un objetivo muy concreto, y la mitad es muchísimo. Sólo la ciudad de Rosario entierra 800 toneladas diarias de residuos. No sólo podemos bajar esa cantidad sino, además, generar nutrientes para nuestros alimentos».

—¿Cuál es tu aporte, desde la promoción y la puesta en práctica de procedimientos, para avanzar hacia ese objetivo que describís?

—Yo soy rosarino y viajo por todo el país con el desarrollo de las artes y oficios de maestro compostero y de maestro chipeador vinculado con acontecimientos enmarcados en el calendario ambiental con un objetivo claro y específico: reducir la cantidad de residuos que enviamos a relleno a los 5.000 basurales que hay en todo el país y generar nuevas matrices, nuevos sistemas y nuevas dinámicas.

Lo fundamental para que esto ocurra es hacerlo por medio de las artes y oficios, las viejas y las nuevas. Se trata de crear nuevos objetos, nuevas herramientas. Algunas herramientas son muy básicas; muchas las usaron nuestros bisabuelos.

Es muy útil generar la celebración como estrategia de aprendizaje. En estos días terminamos la gira número tres en Neuquén, donde en el marco del Día Mundial de la Educación Ambiental, celebramos en San Martín de los Andes y Villa la Angostura, y para fechas venideras se harán en otras regiones de la Patagonia.

El hecho de que el Colegio de Arquitectura y Urbanismo se interese e involucre en nuestra tarea es muy importante para nosotros porque necesitamos ampliar los vínculos con instituciones, entidades y empresas privadas en torno a estos proyectos, y la mirada urbanística es muy necesaria. Estamos en una región donde se va a construir mucho, y entendemos que el urbanista es decisivo para que el escenario sea el ideal.

—¿Cómo es el trabajo que realizan en el barrio Stella Maris de Fisherton y cómo surgió esta iniciativa?

—Básicamente, consiste en trabajar en el territorio. En este caso en el barrio Stella Maris, en Fisherton, vinculando varias problemáticas y creando nuevas oportunidades junto a la Fundación Rosario y el Plan Nueva Oportunidad de la Provincia de Santa Fe. Surgió a partir de la vinculación con gente de la fundación y de ese programa provincial en acontecimientos que ya venían ocurriendo y a los que les dimos un propósito. 

Técnicamente, el lugar no puede ser mejor, ya que desde el arroyo, que es un humedal, se generan muchos residuos verdes, lo cual es una gran ventaja. Esta parte del planeta, de nuestro país, no puede ser más rica. Lo que nos falta, lo que tenemos que hacer, es cambiar el chip y entender que tenemos que generar, más que nunca, un protagonismo que hasta ahora no habíamos practicado. 

Y esto se traduce en la Escuela de Artes y Oficios Ambientales que impulsamos con la Fundación Rosario, el Nueva Oportunidad, y un consorcio de empresarios de la ciudad, con el objetivo de que esta experiencia se pueda replicar en otros lugares. 

La escuela comenzó a funcionar el año pasado, y hoy estamos en pleno proceso de consolidación de los conocimientos, de armar la grupalidad. No es sencillo, pero es muy motivante porque vemos que esto se puede replicar. Estos son los acontecimientos que después tienen repercusión, incluso a nivel internacional. 

—¿Cómo trabajan con los vecinos del lugar? ¿El eje principal es lograr la concientización?

—Sí, y esa es la parte más complicada, porque requiere del saber conversar, de generar encuentros celebrativos donde todos nos sintamos invitados a ver de qué se trata. Se trata de inducir a cambiar hábitos y de hacerlo más por medio de la seducción que de la imposición. 

Es un trabajo que nos va a llevar la vida, pero estoy convencido de que tenemos que ser lúcidos y entender que estos son los tiempos que nos toca en un planeta que está en crisis. Y nosotros, como argentinos y también como rosarinos, no estamos exentos de eso. De todos modos, es un hermoso desafío.

Para llegar al compostaje, en el medio hay montones de artes y oficios que se van vinculando. Uno de ellos es la carpintería, el artista ceramista o el escultor, que pueden darle forma artística a objetos que necesitamos para que esos nutrientes estén y se puedan llevar después a las cunas de compostaje.

Ahí vemos una gran oportunidad, y lo estamos trabajando en la Patagonia, en Chaco, en el norte de Santa Fe, y en Uruguay. A nivel celebrativo lo trabajamos entre el Día del Agua y el Día de la Tierra desde Ushuaia hasta México y Barcelona en el marco del Mes del Compostaje, que es un acontecimiento nacido en esta parte hace doce años.

Entonces, estamos dándole una cosmovisión inusual a una problemática tremenda, que es muy difícil de medir. Y, paradójicamente, estamos creando oportunidades para oficios y para muchas otras cosas que no son medibles. Hay mucho vínculo que se ha ido perdiendo, sobre todo el del habitante de la urbe con la naturaleza. Entonces, esta iniciativa acerca y ayuda a revertir esta situación. .

De alguna forma, utilizando la metáfora de la música, el buen podador, el buen chipeador, el maestro compostero, y el maestro huertero, son los cuatro grandes músicos. Si se ponen de acuerdo, lograremos una buena música.