
por La Gaceta Arquitectura
¿Cómo abarcar la verdadera dimensión del impacto emocional que produce una tragedia como la ocurrida en Nueva York el 31 de octubre de 2017, cuando un atentado terrorista apagó la vida de cinco hombres -cinco rosarinos egresados del Politécnico- que disfrutaban de un paseo en bicicleta en una de las tantas actividades programadas en un viaje grupal destinado a celebrar la amistad y los 30 años de egresados?
Desde hace ocho años, esta fecha es una huella indeleble. La marca de una herida que no cicatriza con facilidad, porque los interrogantes siguen abiertos y no hay explicación racional para algo tan doloroso como absurdo.
Aparece entonces, como un acto reflejo de lo mejor de la condición humana, el ejercicio de la memoria y la búsqueda de justicia por parte de quienes más sufren estas ausencias, los familiares y allegados a las víctimas.
En ese camino que no cura el dolor pero reconforta y alienta a seguir militando por la vida, se establecen vínculos que forman una red de contención y se tienden lazos de solidaridad para con otras víctimas del terrorismo de cualquier parte del mundo.
Ariel Erlij, Hernán Ferrucchi, Alejandro Pagnucco, Diego Angelini, y Hernán Mendoza. Los nombres y las vidas de estos cinco rosarinos son evocados como un símbolo de amistad y, también, como una invitación a la reflexión -o un toque de alerta- sobre lo frágil de la existencia y las cosas verdaderamente esenciales de nuestro día a día.





Entre las formas que fue encontrando nuestra ciudad para homenajear y recordar a esos cinco rosarinos, se encuentran el memorial ubicado en el Parque de la Arenera, el mural con técnica de mosaiquismo en el edificio del Politécnico, en la ochava de Ayacucho y Montevideo, y en placas recordatorias en la sala de profesores de esta escuela.
Para la comunidad de arquitectos y arquitectas de la ciudad, esta tragedia significó la pérdida de cuatro colegas, ya que Hernán Mendoza, Diego Angelini, Hernán Ferrucci, y Alejandro Pagnucco, eran arquitectos egresados de la UNR que se desempeñaban en diversos proyectos con dedicación y amor por esta disciplina.
Desde entonces, el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de Rosario (CAUD2) conmemora esta fecha recordando a las víctimas y, en particular, honrando la memoria de estos profesionales de nuestra ciudad.
Desde el área de Cultura del Colegio, el homenaje y el ejercicio de memoria se ponen de manifiesto cada 31 de octubre con la exhibición y difusión en redes de dibujos e ilustraciones de técnicas variadas que forman parte del “CAUD2 Ilustra”, una iniciativa destinada a convocar a arquitectos y arquitectas locales para que realicen obras alusivas a las fechas del calendario de efemérides.
En esta fecha, desde La Gaceta Arquitectura decidimos recordar a las víctimas de este atentado compartiendo una historia mínima surgida en el marco del CAUD2 Ilustra y que generó un vínculo afectivo y eslabón de memoria entre la autora de la obra -la arquitecta y artista plástica Laura Soboleosky- y Ana Evans, viuda del arquitecto Hernán Mendoza, una de las cinco víctimas.
Las protagonistas de esta breve pero significativa historia serán las encargadas de narrar este encuentro y compartir sus interpretaciones sobre el valor de los gestos culturales y la potencia de un lema que expresa un deseo reparador: “Qué el amor venza al odio”.
Para conmemorar este 31 de octubre, invitamos a Ana Evans, viuda del arquitecto Mendoza, a compartir en La Gaceta Arquitectura algunas palabras sobre el significado de este nuevo aniversario del trágico hecho, y el camino de lucha por la memoria y la justicia que lleva adelante en distintos ámbitos nacionales e internacionales.
—¿Cómo vivís este nuevo aniversario del atentado? ¿Qué sentimientos, recuerdos y reflexiones prevalecen ?
—El 31 de octubre será siempre una fecha muy especial porque marcó un antes y un después. Fue una bisagra en nuestras vidas, cambiándolo todo para siempre. Debimos asumir la muerte y entender la vida como algo muy finito, que todo se trata de instantes, de estar en un preciso momento y en un determinado lugar.
Eso significó trabajar muy duro emocionalmente para aceptar la nueva realidad. Fue sentir un dolor jamás experimentado, porque no sabíamos que el alma se podía romper en tantos pedacitos, que todos los componentes de nuestro ser -esas partes intangibles que nos definen- podían salir del cuerpo a través de una enorme grieta que se abrió en nuestro pecho.
Durante un tiempo, uno puede ver esas partes levitando a nuestro alrededor como satélites que nos orbitan. Pero son ni más ni menos que nuestro espíritu, nuestro ser, nuestra alma, nuestro corazón que salieron por ese hueco en nuestro pecho.
Así de desorientados se viven los primeros tiempos. La mirada se pierde, el pánico crece, la angustia te abraza, la incertidumbre abruma y la tristeza lo tiñe todo. La confusión ocupa la mente.
A partir de ahí, y de ver a mis hijos en medio de ese caos, es que me di cuenta de que debíamos aprender a andar con todo este bagaje para luego transformarlo. Mis hijos tenían 3, 9 y 11 años y ya debían transitar sus vidas con esta enorme perdida, con esta incomprensible realidad, con este cruel asesinato.
Entonces, en esta fecha en particular, hoy, después de ocho años, veo cuánto hemos aprendido, cuánto hemos recorrido y cuánto nos falta aún. La orfandad de alguno de nuestros padres siempre es muy dura de asumir, a cualquier edad; genera una impotencia tan grande que necesita ser canalizada de alguna manera y hay que buscar herramientas que nos ayuden a transmutar el dolor.
Nadie está preparado para entender el contexto violento y brutal en el que fuimos inmersos. Lo azaroso del caso amerita una reflexión colectiva. Creo que todos, en cierta forma, somos sobrevivientes de un ataque por el simple hecho de no haber estado en ese lugar, en ese determinado momento.
Por todo esto es que aún siento que siempre habrá algo increíble de nuestra historia. Desde el primer día hemos recibido mucho amor, y esa es nuestra fuerza motora, lo que le da, en cierta forma, sentido a la arbitrariedad de la vida.
Un día como hoy, repaso y recuerdo, atesoro y agradezco, honro y respiro. Abrazo a mis hijos y yo los motivo a hacer lo mismo. Los veo y siento orgullo del camino que han tomado. Me emociona poder verlos crecer, y caen mis lágrimas por lo que no ha podido ser.
El darnos cuenta de lo finito de la vida, el hecho de que, de pronto, ya hay abrazos que no podemos dar, vivencias que no se pueden compartir, palabras que no se van a decir y voces que no se volverán a oír, nos vulnera, dejándonos frágiles y desprotegidos.




—¿Cómo describirías el camino de lucha que llevás a cabo para sostener la memoria por este hecho? ¿Cómo evaluás el acompañamiento que reciben las familias de las víctimas por parte de los gobiernos y de la sociedad?
—Una de las cosas que más me impactaron fue darme cuenta de que no existe ningún tipo de apoyo ni de acompañamiento a las victimas del terrorismo. Prácticamente es así en casi todo el mundo, y acá no somos la excepción.
Estados Unidos sólo nos dio un féretro y el pésame. No recibimos ningún tipo de ayuda ni indemnización por parte de ese país. Tampoco recibimos asistencia psicológica ni acompañamiento para oficializar un reclamo.
Siempre ha sido el sector privado el que nos brindó apoyo, solidaridad y empatía. Así he podido gestionar de manera más práctica en un sistema que no sabe dónde ubicarnos, porque, al no haber legislación, pareciera que no existimos.
Pero aquí estamos, sobreviviendo en una zona gris, totalmente invisibilizados. Y somos la consecuencia de lo que no se pudo evitar. Desde mi lugar, yo construyo y hago. Soy miembro de la Primera Red Internacional de Víctimas de Terrorismo perteneciente a Naciones Unidas, soy agente de paz, y participo de las actividades propuestas por la ONU como colaboradora. Estamos dando los primeros pasos en ese sentido.
Estuve en el Congreso de la Nación exponiendo la situación, y espero que pronto podamos trabajar sobre un proyecto de ley. También participé en el primer Congreso Mundial de Victimas del Terrorismo que se desarrolló en el 2022 en la sede central de Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York, y en una Conferencia Internacional que se realizó en España.
En diciembre viajaré como invitada a Madrid para formar parte de una mesa de trabajo internacional que reúne a diversas víctimas del terrorismo alrededor del mundo para debatir sobre las dificultades y necesidades que atravesamos.
El día que resucité, lo hice para no volver a las tinieblas. En eso consiste ser un sobreviviente. Hay que moverse, hay que bailar aunque se caiga el mundo, aunque haya asesinos que nos quieran aquietar, aunque tu familia se rompa en mil pedazos nos volveremos a armar.
Voy a seguir bailando para honrar a quienes ya no pueden hacerlo. Y encontraré a otros más haciéndolo. En mi casa, el terrorismo no se llevará más vidas.

—Cómo surgió tu vínculo con la obra conmemorativa que realizó Laura Soboleosky para el CAUD2 ilustra con un lema tan potente como «Que el amor venza al odio»?
—Nos han dado tanto amor y solidaridad que tuvimos que aprender a recibirlo. Comprendí que ese amor es una fuerza poderosa, una herramienta única y especial que todos tenemos y con la cual podemos hacer la diferencia; contraponer la oscuridad y el odio adonde el terrorismo nos quiere arrastrar y doblegar.
Entendí que esa oscuridad sólo puede ser combatida con luz, y que al odio se lo combate con amor. Tuve la certeza de querer educar y criar a mis hijos sin resentimientos, sin rabia, sin ira, sin revanchismos y sin victimización.
Encarar la vida desde ese lugar no es fácil. Se requiere mucha paciencia, comprensión y meditación, sobre todo cuando ves sufrir y duelar a un hijo. Debemos vigilar nuestros pensamientos porque es allí desde donde forjamos nuestra paz o nuestro tormento. Por eso, nuestro lema “Que el amor venza al odio”, y esa ilustración, tienen un valor muy significativo.
Desde el Colegio de Arquitectura y Urbanismo proponen diversas actividades conmemorativas, y siempre tienen en cuenta esta fecha tan especial. El Colegio nunca se olvida de hacer memoria.
Hacer memoria a través del arte, en cualquiera de sus expresiones, es una transformación maravillosa. Es algo que trasciende y que llega a lo más profundo de nuestro ser. Y eso fue lo que pasó con la obra de Laura.
Me pregunto qué es el amor sino eso mismo. Unidos por una misma expresión, dar sin esperar nada a cambio, curar las heridas del alma con ternura, acompañándonos y eligiendo desde donde avanzar.
El dolor se siente y a veces se expresa de diversas maneras. El cuerpo duele, pero el sufrimiento es opcional. Por eso elegimos no sufrir, y recibir tanto cariño y apoyo lo hace más liviano.
Para quienes conocieron a Hernán, podrán saber que él era una persona muy tranquila, un amante de su trabajo, un apasionado de la vida, de los deportes y de la arquitectura. Era alguien que sabía escuchar y disfrutaba mucho de su profesión, de proyectar y construir hogares.
Por eso estaba tan orgulloso y contento cuando le publicaron una de sus obras en el libro del Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe sobre arquitectura santafesina 2005-2008 en Edificios Especiales. Y no tengo dudas de que hubiera podido seguir así de apasionado si a su vida no se la hubieran arrebatado.

La obra como puente
La arquitecta y artista Laura Soboleosky aporta en diálogo con La Gaceta Arquitectura la narración del vínculo con la viuda de Mendoza que nació con la convocatoria lanzada por el CAUD2 Ilustra, continuó con la realización de su obra, y derivó en una relación de afecto e intercambio de palabras emotivas.
—¿Cómo te sumaste a la convocatoria del CAUD2 Ilustra para esta efeméride?
—Esta historia empezó el año pasado, cuando convocaron para ilustrar efemérides. Yo no dudé en elegir la del atentado en Nueva York porque esa fecha me pegó muy fuerte. El mes anterior había estado allí, donde mataron a los chicos. Y además, había sido alumno mío en la FAPyD, Guillermo Banchini, uno de los sobrevivientes. Y luego, viendo la lista de mis alumnos, noto que aparecía Hernán Ferrucci, una de las víctimas.
Yo tomé el lema «Que el amor venza al odio» porque me sentí identificada. La obra que realicé es un bordado sobre papel y el motivo es un destello. Elegí el negro como fondo y unos destellos blancos que tienen mucho que ver con la bronca y la esperanza y el crecimiento. Y cinco rayos rojos que representan a los cinco chicos que fallecieron, la sangre derramada.
Cuando mi obra se publicó en las redes del Colegio, la esposa del arquitecto Hernán Mendoza, Ana Evans, escribió el siguiente comentario: “Muchísimas gracias por recordar, por hacer memoria, por no olvidar y por transformar en arte”. Y ahí se inició un intercambio de palabras muy sentidas entre nosotras.
Desde Instagram, por privado, me escribió: “Acabo de ver la publicación con tu homenaje y quiero agradecerte de corazón”. Y yo le respondí que compartía el lema de “que el amor venza al odio” y que lo mío era “solo un granito de arena que hacía con mi arte”. Ella me agradeció y me dijo que valoraba “el poder del arte y su transformación, la capacidad que expresa cada uno de nosotros”.
Luego de este intercambio, yo le dije que le quería regalar el trabajo a ella. En abril de este año nos conocimos y le entregué la obra. Ella está haciendo una fuerte militancia con esta causa, y yo dejé en el Colegio un pin y algunos elementos alusivos que ella me dio como parte del intercambio.

El aporte de un gesto cultural
El arquitecto y escenógrafo Mariano Baima, referente del Área de Cultura CAUD2, nos explica cómo nació el ciclo «CAUD2 Ilustra» para conmemorar efemérides con el aporte de colegas y analiza el potencial que adquieren la publicación y difusión de estos trabajos.
—¿Con qué objetivo surgió el CAUD2 Ilustra y cómo interpretás el vinculo generado entre Soboleosky y Evans a partir de una de las obras publicadas?
—La idea de relacionar las efemérides con ilustraciones hechas por arquitectos surge del espacio de Comunicaciones CAU D2, como una respuesta a la necesidad de acompañar con imágenes cada uno de los recordatorios de fechas importantes que la institución pública en sus redes.
Desde Cultura tomamos esa idea y armamos una estructura de convocatoria y puesta en marcha, que permitiera replicar el esquema año tras año. Por supuesto que el primer intento fue algo así como un ensayo. De la expectativa en la respuesta pasamos a la demanda de nuevas fechas que integren ese calendario y el éxito nos permitió continuar hasta hoy con la propuesta.
La dinámica consiste en una convocatoria abierta a la matrícula a presentar tres trabajo de autoría propia, con la sola intención de verificar técnica y dominio de la ilustración, es decir, corrernos del dibujo como herramienta única de representación y transitar un camino más diverso y amplio como la sumatoria de recursos gráficos que la ilustración propone.
A priori, el hecho de que una ilustración inédita y producida por un profesional fuera la portada de un recordatorio tan específico y a la vez tan trillado como una efemérides, ya implicaba un buen comienzo. Es decir, apareció la curiosidad respecto a cuál sería la mirada que se tendría sobre ese hecho.
En este punto es importante aclarar que desde el colegio se planteó total libertad, tanto en la técnica utilizada como en la interpretación del hecho a recordar o conmemorar.
La aparentemente simple acción de publicar un contenido, inició una serie de sucesos que resultaron en otros. Fue una sorpresa ver cómo esta iniciativa cultural cobraba un nuevo sentido al conectar a alguien involucrado de manera directa con el hecho recordado y a una profesional que había interpretado con su arte y técnica esa situación.
El círculo al que aspiramos al inicio, se cerraba como no lo habíamos imaginado. Una iniciativa cultural del Colegio, linkeada a la enorme capacidad de difusión y conexión de las redes sociales, tenía el efecto inesperado de conectar, de sumar realidades.
Esto derivó en encuentros, en regalos, en intercambio, en una muestra y en otras actividades, como esta nota. Una confirmación y un aliciente para continuar y mejorar la convocatoria y la difusión.
Las siguientes son las otras obras publicadas por el CAUD2 Ilustra (que se suman a la de Soboleosky de 2024) para la efeméride del 31 de octubre. En orden de aparición: Marcelo Capriotti (2021); Víctor Cittá Giordano (2022); Jeremías Caramutto (2022); y Pablo Vila (2025).







