Arquitectura, patrimonio y ecología: dos túneles ferroviarios y una conexión a inventar

La francesa Michèle Orliac y el catalán Miquel Batlle son profesionales de la arquitectura y el paisajismo. Al frente del estudio Michèle & Miquel realizaron diversos proyectos en los que expresan su concepción entre la obra y el entorno natural. Una de las más premiadas fue The Dark Line, una novedosa intervención con la que resolvieron el desafío de unir con un sendero en altura dos túneles ferroviarios abandonados en una selva tropical de Taiwán. Previo a la exposición que brindaron en el CAUD2, dialogaron con La Gaceta Arquitectura sobre este proyecto.

por La Gaceta Arquitectura

Michèle & Miquel es el nombre del estudio de arquitectura, paisajismo y urbanismo con sede en Barcelona y Toulouse de la francesa Michèle Orliac y el catalán Miquel Batlle. A su paso por Argentina para participar de la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, ambos hicieron escala en Rosario para realizar -invitados por el Institut français d’Argentine y el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de la Provincia de Santa Fe, distrito 2 Rosario- una charla en el auditorio de esta última institución.

Una de las obras más emblemáticas y singulares de este estudio es The Dark Line, proyectada en 2019 y finalizada en 2022 y elegida en un concurso público convocado por una colectividad pública de la región de Taipei, en Taiwán. 

El encargo implicaba resolver un recorrido turístico y de senderismo ecológico entre antiguos caminos e infraestructuras de minas abandonadas -incluyendo la conexión entre dos túneles ferroviarios abandonados- en un ambiente de selva tropical.

Esa obra que cosechó múltiples premios internacionales por la originalidad de la resolución, fue la que eligieron Miquel y Michèle para exponer en profundidad en el auditorio del Colegio, y de la que explicaron detalles en este diálogo con La Gaceta Arquitectura.

Queríamos hablar de toda la obra de nuestro estudio, pero queríamos ser específicos y hablar más de los detalles de un trabajo en particular, que es The Dark Line, la obra que hicimos en Taiwán. La idea era ir al fondo del proyecto. Y esta obra nos lo permitía, y nos parecía interesante para mostrar la coherencia entre la concepción, la relación de la obra con la naturaleza, y el resultado obtenido”, sostiene Michèle.

—Con el estudio han trabajado en distintos proyectos y ámbitos ¿Cuál es el denominador común de esas obras? ¿Pueden reconocer alguna impronta en particular?

—Michèle: Sí. Pero la postura es casi la misma. Lo que sucede es que la pregunta no es la misma, el sitio no es el mismo, y el contexto social, cultural y económico no es el mismo. La postura que sobresale es que tratamos a la arquitectura, el paisajismo y el urbanismo de manera continua, de manera que no haya diferencia. 

Siempre abordamos los proyectos con esta lógica. Tenemos en cuenta la geología, la historia del lugar y ver cómo podemos encontrar la solución a lo que se plantea. 

—The Dark Line es una obra muy integrada al paisaje ¿Cómo concibieron ese diálogo armónico entre la obra y la naturaleza?

—Michèle: Nos han dicho: “Han intervenido aquí, y no se ve”. Y eso es algo que tomamos como positivo.

—Miquel: Hay un gesto, una decisión de preservar. Cuando llegamos al lugar encontramos una fuerte intervención anterior, sobre todo en los túneles que se habían construido. Pero luego, hay una intervención tan fuerte como ésta de que aparece la naturaleza recuperando el lugar. 

Es un encuentro entre dos situaciones muy distintas y que, al final, trabajan juntas. Porque la naturaleza no toma en cuenta que sea una obra construida o un espacio natural. Lo toma y avanza. 

Esos túneles se han convertido en un río y funcionan muy bien como tal. Esta primera impresión muy fuerte que recibimos cuando vimos el lugar es la que hemos querido conservar en todo el proyecto. 

Y luego, evidentemente, actúas. Nos han pedido hacer un camino siguiendo una antigua línea de ferrocarril. Entonces, hay una intervención, que no es ligera, porque es fuerte, pero trabajada con la idea de que pase desapercibida. 

Eso explica la elección de la materialidad, de la unidad en todo su recorrido. Y al final, uno se olvida que por allí han pasado unos arquitectos. 

—Michèle: Cuando fuimos allí, vimos ese impresionante túnel que había demandado mucho trabajo a quienes lo hicieron, sorteando dificultades como los tifones, con una topografía hostil. Y observamos que, con el paso del tiempo, se había transformado en una cueva muy tranquila, agreste, húmeda, con paredes que habían cambiado de color, y con el suelo que se había convertido en un río. 

Allí había una construcción hecha por humanos se había convertido en un híbrido entre naturaleza y cultura, sin que se pudiera definir bien la frontera. Es decir, aparece algo diferente, algo nuevo. Y eso es lo que nosotros quisimos conservar con la obra.

—Miquel: En ese sentido, nuestro trabajo allí expresa una continuidad.

—Michèle: La naturaleza puede continuar su curso; el agua puede pasar por el túnel, la hierba puede aparecer a través del suelo,y todo esto es posible aún con las personas caminando o circulando en bicicleta por el lugar. 

—Miquel: En el túnel por donde antes pasaba un tren, ahora corre el agua. Hay vida, se ven invertebrados, peces, y murciélagos. Todos siguen habitando allí.

—¿Cómo lograron preservar la colonia de murciélagos que habitaba en los túneles?

—Miquel: Lo trabajamos desde la iluminación. Sin que se vea la fuente de luz, parte de la pasarela ilumina lateralmente a las paredes del túnel y, poco a poco, va muriendo, conservando una penumbra en el techo. Eso permite que los murciélagos sigan encontrándose a gusto en ese lugar.

—Michèle: Esta luz, además, ilumina un poco debajo del suelo, que es un poco transparente. Lo divertido es que no sólo están los murciélagos y los musgos, sino que con la luz que pusimos ha crecido otro tipo de follaje que forma una especie de línea verde fluorescente debajo de la luz. Es fantástico eso.

—Esa formación no estaba prevista y se reveló una vez que la naturaleza hizo lo suyo. Fue una especie de regalo…

—Michèle: Sí. Y eso es maravilloso. Es muy bonito cuando con un proyecto vienen cosas que no habías pensado y que resultan muy interesantes. 

—Miquel: En esto del entorno híbrido, la vegetación aparece en tanto que hay iluminación. Hemos engañado a la vegetación.Ella crece por efecto de la fotosíntesis, y las plantas aparecen porque hemos dejado correr al agua, arrastra los limos y las semillas, se instalan, y con la luz crecen. Fue un descubrimiento eso. 

—Michèle: Son las sorpresas que da la naturaleza. Es eso, es un regalo. 

—¿Y cómo incide en ese contexto natural la materialidad de la obra? Es muy potente la presencia de barras de hierro. Desde lo visual se mimetiza con el entorno, como si fuera un elemento más del lugar, y no algo ajeno.

—Miquel: Lo que te permite este suelo del sendero, que es mismo durante 3 km, es que tu puedas ver a través de esas barras de hierro separadas por 40 milímetros. Y que también puedas escuchar el agua que corre. El agua continúa corriendo debajo de tus pies. La vista y el sonido acompañan la experiencia en ese ambiente. 

—Michèle: Es un ambiente cambiante en esos tres kilómetros. Pasas por el bosque, luego entras a la penumbra o caverna oscura del túnel, después hay un espacio que permite ver las nubes, luego otro túnel, y después pasas a un espejo de agua donde antiguamente había un puente que pasaba encima del río y donde ha quedado un vacío. Hay una pasarela que vuela encima de los árboles, a 15 metros de altura. 

En tres kilómetros hay muchas sensaciones diferentes. Un paseo en bicicleta por el lugar es muy placentero. Es un lugar de contemplación también. Y lo auditivo es muy fuerte. La selva tropical se hace sentir. 

Hay sonidos de insectos, pájaros, ruido de las hojas. Dentro del túnel hay resonancias de gotas de agua que caen. Hay una inmersión en un ambiente de sensaciones auditivas muy particulares. Y ni hablar de lo visual. 

—Han respetado la presencia de los árboles del lugar al punto de permitir que algunos ejemplares atraviesen la estructura de hierro. ¿Cómo fue el planteo de ese trabajo?

—Miquel: Fue complicado. Siempre prevalece la idea de que todos los elementos que están en medio del espacio donde uno va a construir, molestan, estorban. Esos árboles eran un obstáculo muy fuerte. 

Lo lógico era cortarlos y ejecutar la obra sin problemas. Era el camino más sencillo, pero no el que nosotros queríamos. Preservarlos e integrarlos al proyecto fue una lucha fuerte con la empresa. Pero al final la empresa acabó por aceptar nuestra propuesta.  

—Michèle: Lo que propusimos fue que identificar la localización exacta de los árboles que entraban en contacto con la obra y que la pasarela, totalmente modulada, pueda pasar sobre ellos sin interferir en su crecimiento. A medida que vayan creciendo, se cortan tramos de hierros y se les da lugar. 

—¿Con el estudio suelen involucrarse en proyectos destinados al cuidado del medioambiente?

—Michèle: Desde el principio somos arquitectos y paisajistas, y nos interesa la ecología y la historia de los lugares. No nos gustan los gestos arquitectónicos muy ampulosos. Queremos ver qué sale del sitio, comprender el sentido. Al final, los empresarios lo entienden, aunque les cuesta. 

—Miquel: Es que a muchos empresarios les gusta más la arquitectura espectacular. Al principio, con “The Dark Line” se preguntaban dónde estaba el proyecto nuestro, y llegado un momento lo entendieron. La tendencia es hacer cosas más espectaculares. Y nosotros estamos en el lado opuesto a ese concepto.. 

—Michèle: La obra tiene que dejar al lugar expresarse. La elección del hierro es para expresar que construimos un nuevo camino de hierro, un nuevo “ferro carril”, porque ese término significa eso. 

Que el suelo sea con líneas espaciadas para que la naturaleza pueda pasar otra vez. En esta obra el hierro expresa los dos eventos importantes que han pasado en estos 100 años, la construcción del ferrocarril y la invasión de la naturaleza. 

—Miquel: El paso del tiempo tiene un efecto en esa estructura de hierro. Al haber dejado en la pasarela esos espacios entre las barras de hierro, se puede circular, y es transparente, y al mismo tiempo la vegetación tropical que es muy exuberante, pasa a través de los hierros y borra el trazado. 

Estamos volviendo a construir un camino, un ferrocarril, pero dejamos que la naturaleza se encargue de borrar su traza. Poco a poco se va borrando, y es lo que queríamos. Era algo buscado y no pensamos que sea tan fuerte. 

Porque en el trópico todo es exagerado con las lluvias abundantes. Ya está desapareciendo la estructura, el hormigón. Y eso es mejor. Trabajamos juntos con la naturaleza. Ahora le toca expresarse a ella.