Eduardo Dipré: el concurso como una forma de ejercitar el músculo profesional

El arquitecto Eduardo Dipré es egresado de la FAPyD de la UNR y está radicado en Bilbao desde hace más de cinco años, donde trabaja junto a un equipo en el estudio Based Architecture. Dipré visitó Rosario a fines de abril y se reencontró con colegas de su profesión. Uno de los altos en su itinerario fue el Colegio de Arquitectura de Rosario (CAUD2), al que llegó invitado por su presidente, el arquitecto Ariel Giménez. La Gaceta Arquitectura registró la charla que ambos mantuvieron. Su experiencia académica y sus inicios profesionales en España, su profusa participación en los concursos públicos y dos obras prestigiosas con las que obtuvo el primer premio, fueron parte de esta conversación.

por La Gaceta Arquitectura

Hay un largo historial de profesionales de la arquitectura de nuestra ciudad que, por diversos motivos, terminaron desarrollando sus carreras en el exterior. Ya sea en forma temporal o definitiva, una constante es la visita a su ciudad de origen. En esas ocasiones, además del reencuentro con familiares y amistades de la vida, no faltan las reuniones con colegas, con amigos y amigas de los tiempos de facultad. 

En muchos casos, el Colegio de Arquitectura y Urbanismo de Rosario (CAUD2) aparece como un facilitador de esos cruces. Ese fue el caso del arquitecto Eduardo Dipré, de 39 años, egresado de la FAPyD de la Universidad Nacional de Rosario y radicado desde hace seis años en España. 

Motivado por el cursado de un máster que debió sortear la irrupción de la pandemia del Covid 19, el vínculo con colegas y la participación en concursos públicos fueron modelando su presente profesional, con sede en Bilbao y desde el estudio Based Architecture

A fines de abril, Dipré visitó la sede del Colegio invitado por el presidente de esta institución, el arquitecto Ariel Giménez. La Gaceta Arquitectura registró algunos pasajes de la charla informal que ambos mantuvieron en el emblemático edificio de avenida Belgrano, a la que se sumaron los colegas Tadeo Shiira y Marcelo Mirani. 

De esa extensa conversación -que incluyó el intercambio de anécdotas y algunos croquis improvisados en servilletas-, compartimos los tramos en los que Dipré pondera el valor que tiene participar en concursos públicos, explica el protagonismo que éstos tienen en los estados locales de España y detalla dos prestigiosos proyectos con los que obtuvo el primer premio. 

—Ariel Giménez: ¿Cómo llegaste a España, y cuáles fueron tus primeras experiencias en el ámbito profesional en ese país?

—Eduardo Dipré: Yo me recibí en 2012 en la FAPyD, y trabajé -incluso antes de recibirme- hasta el 2018, cuando pedí una beca. En el 2019 me otorgan la boca y viajé a Pamplona para hacer el máster en Teoría y Diseño en la Universidad de Navarra. 

A los seis meses de iniciado el máster irrumpió la pandemia y se perdió la posibilidad del cursado presencial, por lo que tuvimos que hacerlo en forma remota, online. Bajo esa modalidad, a mediados de 2020, terminé en Pamplona el cursado de ese máster. 

El máster estaba estructurado en tres trimestres, con un mes de vacaciones entre cada uno de ellos. Cada trimestre tenía un ejercicio troncal del proyecto y otras dos asignaturas, de teoría y de crítica. Estaba muy orientado al análisis y a la crítica de arquitectura, con mucha carga teórica escrita, de lectura, de reflexión.

Un profesor prepara un tema y, paralelamente, te hace desarrollar un paper. Es muy valioso eso. De hecho, hay compañeros que han publicado artículos en revistas de arquitectura que surgieron de esos papers. Te dan un marco práctico para la escritura, no sólo a nivel de contenido, sino también en cuanto al conocimiento para redactar un artículo, estructurar un texto y saber como hacer las citas. 

Es decir; es un curso muy apuntado a ir más allá del proyecto en sí mismo, para profundizar en cómo se cuenta, cómo se va hilando toda la narrativa, y cómo empieza el ejercicio. Por lo tanto, no se pone el acento en ver qué hiciste, sino en cómo fue el proceso, y en cómo lo contás. 

Fue un gran aprendizaje que me ayudó a entender cómo se debe contar un proyecto. Por ejemplo, ya el primer día nos dejaron en claro que un proyecto mal contado es un mal proyecto. Y tener eso presente es muy importante porque, en el día a día de nuestra profesión, esas cuestiones no son cosas que podamos atender. 

—A.G: Podemos decir que, en tu caso, los resultados de estos aprendizajes han sido más que buenos. Porque ahí no hay suerte, sino algo que es producto de una dinámica natural de los concursos.

—E.D: Es que te dan muchas herramientas para poder mostrar y contar esos proyectos. Se me vienen algunas frases que me parecieron muy esclarecedoras: “No tener miedo al papel en blanco”, “no mostrar más de lo que hay que mostrar”, “ser preciso con lo que uno muestra”, “ir a la precisión, y no al volumen”, “tener en claro qué es lo realmente significativo de un proyecto al momento de contarlo”. Mucha apuesta a la narrativa, a armarse con eso.

—A.G: Al egresar de la facultad uno necesita emprender nuevos caminos. En esta nueva época hay una arquitectura fomentada por los posgrados…

E.D: Yo puedo manejarme bien en una escala, en un programa, pero necesito algo más. Necesito ver cómo me amplío. De lo contrario, nos reducimos, nos metemos en un túnel y no salimos de ahí. 

En la lógica de la productividad -esa que uno necesita para vivir en el día a día- hay cuestiones del proyecto que, por decantación, uno va resignando. Y lo mismo sucede cuando uno egresa de la facultad y comienza a trabajar. 

Ahí empezamos a perder un poco ese hábito de hablar de arquitectura, de ver y mostrar un proyecto. De a poco, nos vamos distanciando de todo eso. 

—A.G: Me interesa conocer tu experiencia con los concursos públicos, cómo te vinculaste con ellos y qué reflexión podés hacer.

Fui a trabajar a Bilbao invitado por Miguel Ángel Díaz González, a quien conozco del cursado del máster y con quien compartíamos una visión muy parecida de la arquitectura. Allí ya funcionaba el estudio, junto a Remo Siebelink (holandés) y Laura Aparisi (española). Nos pusimos a trabajar mucho con proyectos para concursos. 

Participar de concursos tiene mucho de gimnasia; te ayuda a ejercitar el músculo. Es hacer, hacer y hacer. Pero hay una realidad, y es que es muy desgastante. En un año hicimos doce concursos. Es una locura, porque tenés que entregar paneles, mejoras, muchas cosas que insumen tiempo y trabajo. En el estudio haciendo concursos somos dos o tres personas, y muchas veces nos sobrecargamos debido a la alta exigencia que requieren estas entregas. 

El sistema de concursos públicos que hay en España es muy abierto y permite la accesibilidad a mucha gente que no tiene currículum. El primero que ganamos fue el de una biblioteca pública en Huesca, de unos 800 metros cuadrados, y de la cual sólo se ejecutó una fase y la segunda quedó en veremos. 

En España, las bibliotecas son muy importantes, cumplen otro rol en la comunidad. Tienen usos múltiples y son muy utilizadas por la gente, que se apropia de esos lugares. Un ejemplo de eso es el edificio de la antigua Alhóndiga, en Bilbao, reformado por Philippe Starck en 2010.

Me refiero a esos proyectos que forman parte de programas culturales potentes, con edificios que transforman una ciudad entera. Por ejemplo, una torre de oficinas difícilmente te pueda transformar una ciudad al nivel que lo puede hacer un Guggenheim. Y eso termina poniendo a la ciudad en el mapa. 

—A.G: A eso que decís, yo lo viví en los años 80 cuando fuimos con Gerardo Caballero a Barcelona. Ahí vi mucho esa idea de respetar lo que hay, ampliarlo y hacerlo convivir con lo nuevo hasta que ambas cosas se potencien. En una oportunidad me hice una escapada a Francia para hacer la vendimia y, por una cuestión de retrasos, terminé en París.

Ahí descubrí el Pompidou y su entorno, con esas características tan de su época. Realmente, era el único edificio en el que podías entrar sin problemas a escuchar música, a leer el periódico, a hacer lo que quisieras. Era un lugar para uso público, para usarlo. Puedo decir que fue el primer coworking que conocí.

—E.D: Sí, es que son programas muy interesantes. Y a la vez, son muy útiles porque condensan muchas cosas que, de otra forma, la ciudad tendría que salir a dar respuesta con más infraestructura.

—Tadeo Shiira: Son obras que generan urbanidad. Acá, en Rosario, se necesitan esas cosas, porque falta ese hábito de que la gente tome las calles para vivirla. Es una necesidad que tenemos como ciudad.

—E.D: Sí, claro. Pero esto sólo se hace si el Estado se involucra y empieza a meter plata. Porque todas estas cosas que cuento de España salen de un ente público. 

Retomando lo de los concursos, una vez que hicimos el proyecto de la biblioteca, seguimos con esta dinámica de concursos, porque no teníamos currículum. Encargos privados no hay, hay muy pocos. Está el que reforma la cocina, el baño, o un departamento. Pero es muy distinto a Argentina, donde estamos acostumbrados a construir. 

Entonces, como no teníamos encargos privados, y entramos en una racha donde no conseguíamos ganar concursos, decidimos tomar una decisión al respecto. Fue así que convocamos a más gente y esa fue una cuestión clave. Salimos a buscar amigos.

Algo muy enriquecedor es llamar, incluso, a un colega que sabes que lo hace mejor que vos, porque eso te levanta el nivel. Hablando en términos futbolísticos, si tenes a un tipo al lado que patea mejor, dásela y mirá cómo lo hace. 

Entonces empezamos a contactar a chicos que habían hecho el master con nosotros. Al cordobés Agustín Berzero y a Agustín Lozada les propusimos trabajar juntos y se engancharon. Ellos ya venían haciendo concursos y tenían mucha cancha.

Ellos se engancharon para el Europan 17 en 2023. Europan es un concurso de toda la comunidad europea en el que todos los países proponen ciudades y sitios. En este caso, la temática era vivienda, pero era un híbrido. El título era “Living city”, y planteaba tomar un área en deterioro de la ciudad y proponer una reconversión, una reutilización. En ese concurso obtuvimos el primer lugar en el sitio con más convocatoria de Europa.

Más tarde también contactamos con Daniel Magide, un arquitecto de Galicia con quien ya habíamos hecho algunas cosas después del máster. Con él obtuvimos el primer premio del nuevo centro social en Muimenta en 2024. El concurso estuvo organizado por la fundación RIA de David Chipperfield y la obra se está ejecutando ahora mismo.

—A.G: En el concurso Europan 17 ganaron el primer premio con un proyecto muy interesante. ¿Podés describirlo en detalle?

—E.D: Sí, en Europan 17 se había presentado la ciudad de Eibar, que está ubicada a unos 40 minutos de Bilbao. Visitamos el lugar y lo fotografiamos. Eibar está asentada en un valle. Es una ciudad que históricamente fue industrial y es conocida por haber sido fábrica de armas en España. Luego de la Guerra Civil se reconvirtieron en industrias de distintos rubros. Y allí quedó mucha infraestructura, máquinas en desuso. 

Hay barrios de Eibar que se hicieron en torno a esas fábricas donde trabajaba la gran mayoría de la gente que vivía allí. Lo que se proponía intervenir era un edificio, una antigua fábrica de 100 años ubicada en un terreno donde es todo montaña, no hay nada plano. 

Ese lugar tenía la particularidad de que, por la misma geografía, era una planta que hace un quiebre y la fábrica estaba apilada, hacia arriba. Era de hormigón, con piso de 4, 5 metros de alto para meter las máquinas, y tenía unas vigas seriadas de 80 centímetros de canto separadas cada un metro para soportar el peso de las máquinas. La estructura era espectacular. 

En el programa daban un área de reflexión que es más grande con el lote en “L” que tiene el edificio viejo y que ellos proponían ampliar, para hacer una torre, lo que quisiéramos. Lo que estaba claro es que debía ser para alojamiento dotacional, que es un programa de viviendas de 40 metros cuadrados con una sola habitación, baño, cocina, y todo lo que tiene que tener una vivienda. 

La particularidad es que esas viviendas estaban destinadas a personas que las habiten por un máximo de cinco años. O sea, no estaban pensadas para personas que planean tener un hijo y asentarse allí a hacer sus vidas. 

Los destinatarios son gente con problemas de acceso a la vivienda: inmigrantes, gente que no puede irse de las casas de sus padres porque no pueden comprar una vivienda y los alquileres son exorbitantes. El Gobierno vasco te da esa vivienda por cinco años en los que no tenés que pagar nada, lo cual te permite ahorrar y buscar trabajo. 

Entonces, estaban estos alojamientos dotacionales, y por otro lado, espacios de usos  comunes. Pedían una zona de taquillas, otra de estacionamiento de bicis, otra para guarderías de niños, un coworking, y demás.  

Casi por reglamento, cuando se caracterizan las tipologías, los alojamientos dotacionales tienen que tener espacios comunes. Está la idea de que el edificio sea como una ciudad, que sea autosuficiente. 

Nosotros propusimos una serie de alojamientos dotacionales en el edificio. Tiene una parte que está semienterrada que no podía contener vivienda, entonces compensamos todas esas viviendas que no se podían hacer por esta limitación con un edificio nuevo. Es una cosa muy racional, contando con los módulos de estructura para poner las viviendas. 

Una cuestión diferencial, que creo que es lo que más ha gustado al jurado, es que nosotros no alteramos la imagen del edificio histórico. Lo dejamos intacto. Ese edificio no tiene molduras ni detalles artísticos; es hiper racional, tiene un ritmo perfecto, y una fachada perforada lisa que permanece óptima. 

Cuando empezamos a trabajar en el concurso, una primera intuición que surgió fue meterle balcones, un ascensor, doble piel, etc. Y hablando con los chicos que habíamos convocado, planteamos que había que recorrerlo por dentro, porque era un buen edificio así como estaba. 

Recordé que cuando estábamos en Pamplona, nos gustaban mucho algunos edificios públicos que te permitían meterte adentro y perderte. Eso hace que te lo apropies, que ya sepas por dónde tener que ir. Entonces, el edificio se abre, se devela, y de esa forma ya es de todos.

Entonces, decidimos dejar la fachada intacta e hicimos un edificio nuevo respetando las alturas de los vecinos, la morfología, las pendientes de las cubiertas, y los cortes. Propusimos una planta baja libre que se brinda a una calle, y se resolvió todo por dentro. 

Nos parecía valioso no alterar la imagen del edificio porque entendíamos que era parte de la identidad del barrio. Es decir; no queríamos hacer un shopping donde históricamente hubo una fábrica. Y más aún, viendo que todos los edificios son así. 

No vas a poder poner un Guggenheim porque no es la identidad del lugar ese, no tiene nada que ver con su historia. Es un barrio muy peleador, de gente obrera de generaciones, es una ciudad industrial. Y este proyecto no es para un lugar de esparcimiento, sino que tiene una fuerte carga social porque busca resolver el tema habitacional. 

Por suerte, ese proyecto gustó y obtuvimos el primer premio. El de Eibar fue el sitio del Europan 17 con mayor cantidad de propuestas de toda Europa porque era una escala muy controlable. Por lo tanto, haberlo ganado fue una gran satisfacción. Ya hicimos el proyecto básico, y ahora falta el proyecto ejecutivo. 

—A.G: Y después ganaron otro concurso importante para la ciudad de Logroño. ¿En qué consistió?

—E.D: En Logroño se abrió un concurso para reformar una antigua estación de autobuses. El edificio es un triángulo en el medio de la ciudad, en medio de una ciudad de manzanas regulares, ésta es una manzana triangular. 

Era un edificio realizado específicamente con ese fin, con playa de maniobra para los autobuses.La planta baja era para locales y, cada tanto, tenés los accesos a viviendas. Es un proyecto espectacularmente resuelto, pero con una lógica utilitaria: resolver el tema de la vivienda y la estación de autobuses. 

Las viviendas tenían dos habitaciones y eran muy pequeñas. Pensemos que era de la época de Franco, saliendo de la Guerra Civil. Debajo de los locales había sótanos que se usaban como depósitos. Estaba todo abandonado y ya habían hecho otra estación nueva, así que ya no se utilizaba con ese propósito.

El concurso pedía una reforma del edificio, con un centro de jóvenes, y otro espacio para que personas mayores vayan a hacer cursos, y la dársena destinada a espacio público. Es un programa hermoso, con un espacio enorme destinado a espacio cultural, guardería infantil, salón de arte, sala de ensayo, teatro. Todo para uso público.

Y en este caso, nos surgió otra vez la misma reflexión: ¿Queríamos cambiar la fisonomía? Este proyecto que ganamos tuvo mucha repercusión. Aunque luego, en la municipalidad fueron muy claros al poner límites a algunos planteos de nuestro proyecto. Nos dijeron que no se tiraría ninguna loza, que la plaza no se entierra y que los locales quedarán para una segunda fase. Finalmente, tuvimos que acceder a eso. 

A ese proyecto lo hicimos también junto a Agustín Berzero y Agustín Lozada, y también junto a un estudio reconocido de Pamplona conformado por Jesús Leache y Fernando Tabuenca. Ese fue fue otro contacto que nos dio el máster, porque llegamos a ellos a través de un compañero que había ido a trabajar allí. La experiencia de trabajar con ellos fue muy enriquecedora y estamos a la espera de empezar la obra, en julio de este año.